ANDE: "Irrompe un nuovo potere"



Posted on Sat, Dec. 27, 2003 
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/americas/7576881.htm

Creciente poder irrumpe desde los Andes
ALVARO ZUAZO /AP

LA PAZ


''`Lucho para que mi hija no sea tu empleada''. Con esta frase el ex
guerrillero Felipe Quispe, uno de los dirigentes de la revuelta que volteó
el gobierno boliviano, resumió el ideario de la mayoría de los movimientos
indígenas de América Latina.

Desde el sur de México hasta el norte argentino, los aborígenes
latinoamericanos, con mayor o menor grado de organización, han empezado a
hacer sentir su voz y buscan salir de un exilio que comenzó con la colonia
española y que los mantiene relegados, realizando los trabajos más serviles.

En la cárcel, donde pasó cinco años de su vida, Quispe respondió así a la
interrogante de por qué se había dedicado a dinamitar torres eléctricas con
el Ejército Guerrillero Tupac Katari.

En septiembre, ya como diputado, empezó una huelga de hambre y comandó un
bloqueo de caminos que derivó en enfrentamientos con las fuerzas de
seguridad en los que murieron 56 personas.

El esfuerzo fue apoyado por el ex militar peruano Antauro Humala, quien,
según dijo, envió a reservistas de su país a coadyuvar en un corte de
carreteras para protestar por la exportación de gas a Norteamérica.

Humala habla de una ''Internacional Incaica'', con indígenas de Bolivia y
Ecuador, donde se encuentran las organizaciones más fuertes y politizadas de
aborígenes. Las ecuatorianas expulsaron al gobierno de Yamil Mahuad en el
2000, y las bolivianas tuvieron gran protagonismo en el derrocamiento, en
octubre, de Gonzalo Sánchez de Lozada.

Es claro que en ellos se ha abierto una sed que apunta no sólo a desocupar
el poder, sino a tomarlo.

En los Andes, el discurso suele tener elementos globofóbicos y contrarios al
ALCA (Area de Libre Comercio de la Américas), pues detrás está ''el imperio
yanqui'', como sostiene el cocalero Evo Morales.

Se expresó así en noviembre en La Habana ante el presidente Fidel Castro en
una asamblea del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, que entonces
informó que los conflictos en América Latina de matriz indígena crecieron en
un 18 por ciento desde el 2000.

La repetición de consignas denota algo que el sociológo aymará boliviano
Esteban Ticona ha definido como el influjo de ''gringos solidarios y
extranjeros misteriosos'', con lo que apunta a que muchos de los movimientos
indigenistas del continente tienen prestadas ideologías ajenas.

La coca también ha generado una ideología que intenta esconder que buena
parte de ella va a la producción de droga.

Los movimientos con frecuencia tratan de dar el salto a la política, y no
sólo con un discurso antiglobalización, antiestadounidenses y a veces
racistas.

Humala sostiene que el gobierno chileno es agente de Estados Unidos y que
actuará militarmente en la región contra sus vecinos, mientras que Quispe y
Morales atizaron la herida por la pérdida de la costa boliviana en una
guerra con Chile, en 1879, para rechazar la exportación de gas por un puerto
de ese país.

Pero en Chile, pese a contar con un siete por ciento de población indígena,
contra un 18 por ciento de Ecuador y alrededor de 40 por ciento que se
reconoce como tal en Bolivia, es la experiencia andina la que intranquiliza

El ex ministro de Economía Fernando Léniz, cuyo fundo ha sido atacado en
varias ocasiones por mapuches, dijo recientemente: ''Aquí tenemos algo que
podríamos llamar terrorismo indigenista'', y endilgó el peligro a
influencias extranjeras.

El temor, fuera de aisladas experiencias, no parece tener asidero, pues no
hay indicios sólidos de que en Latinoamérica los movimientos indígenas hayan
optado por la violencia.

Su radicalización se expresa en Tegucigalpa o en el sur chileno mediante
cortes de rutas y marchas. Y los movimientos más poderosos insisten en
buscar el poder en las urnas.

Tanto el Movimiento Pachacutik de Ecuador como el Movimiento al Socialismo
de los cocaleros bolivianos se han presentado en elecciones y se disponen a
repetir la experiencia.

Resta por saber si, más allá del corte de rutas, están en condiciones de
trazar puentes con los otros sectores de sus sociedades para cambiarlas
desde adentro y con su voto, o si sus líderes optarán por buscar la
recompensa personal del poder inmediato y efímero. El temor no es infundado.