Argentina: La revuelta piquetera



31 de marzo del 2003


Toni Negri
Radar


¿En qué consiste la experiencia argentina? ¿Hablan estas situaciones de una
nueva configuración de sujetos revolucionarios? ¿Estamos en presencia de una
nueva Comuna de París? Y el parangón siempre tan peligroso: ¿Será ideología
aplicada a la realidad? Pero quizás aquí sí valga la pena. Aquí hay algo
nuevo: el hecho de que la violencia del choque con el poder haya permitido
deconstruir la continuidad de las relaciones sociales y políticas que habían
detenido el desarrollo argentino y abrir nuevos dispositivos singulares y
subjetivos que construyen una nueva composición de resistencia y de deseo,
de contrapoder. La Argentina -las luchas de su proletariado, las paradójicas
confluencias de estratos de sus capas medias hacia este último- conmovió el
cuadro de análisis tradicional de la lucha de clases y sobreimprimió a los
ritos habituales de la izquierda la invención de comportamientos nuevos,
inesperados e intempestivos. Así como Marx oponía los comunardos a la
sinagoga socialista, así nos llega hoy de la Argentina un ejemplo de nuevas
constituciones de la multitud. Es el ejemplo que puede localizarse
esencialmente en las luchas documentadas por Piqueteros: la revuelta
argentina contra el neo-liberalismo, el libro del Colectivo Situaciones.

A una radical crisis institucional ("Que se vayan todos" era un grito que
denunciaba y registraba la condición minoritaria a que habían quedado
reducidos los partidos políticos tradicionales), a una consecuente caída de
la legitimación de la función representativa (que participaba de una
corrupción pública y privada general), a una crisis política (probada por la
imposibilidad de reponer los habituales modelos de alianza constitucional
entre clases sociales y de hegemonía burguesa sobre el sistema), a una
crisis financiera (de pago de la deuda y de inversión de los flujos de la
periferia al centro) y -por último- a una profundísima crisis social que
destruía la capacidad productiva (desocupación extrema, precarización
salvaje del empleo) y reproductiva (crisis de la instrucción pública, de la
salud), a todo esto respondía un contrapoder multitudinario que se
organizaba en sistemas autónomos de producción, intercambio y organización
política, en formas totalmente originales. De la autogestión obrera de las
fábricas a la ocupación masiva de edificios públicos por parte de las
asambleas barriales, de la construcción desde abajo de una nueva moneda (y
de un nuevo mercado y de nuevas modalidades de cambio) al ejercicio
revolucionario de la fuerza legítima por parte de los piquetes, lo que se
evidencia es una constitución autónoma de las multitudes que lleva consigo
una energía de convicción universal y recomposición social igualitaria.

El martirio de las generaciones destruidas por la dictadura militar de los
años 76-83 y la desesperación de las poblaciones insurgentes contra la
globalización neoliberal de los años '90 encuentran aquí la verdad de una
experiencia nueva en la radical construcción social. Cuando hoy se dice que
"un mundo nuevo es posible", si no queremos ser sicofantes que nos
acariciamos el ombligo diciendo mentiras debemos tener el coraje de imaginar
la posibilidad de imaginar de una manera nueva, de no temblar ante las
amenazas de los apologetas capitalistas, de inventarnos la posibilidad de
una nueva moneda, de pensar que es posible organizar el trabajo, un "trabajo
digno".

No sé qué sucederá en América latina en la próxima década. Sólo sé que el
continente está desarrollando su actividad en un laboratorio social extremo
y eficaz. Sea cual fuere, y por subjetiva que se la piense, la distancia que
hay entre los piqueteros argentinos y el brasileño Lula resulta mínima: el
laboratorio América latina se levanta de manera eficaz contra el
unilateralismo del capitalismo norteamericano global. Mutatis mutandis,
América latina está metiendo una cuña subversiva dentro y contra la
globalización, y esta cuña corresponde a lo que los movimientos están
produciendo en Europa. La experimentación social y política en laArgentina -
con sus increíbles coaliciones entre desocupados organizados y elementos de
las clases medias empobrecidos por el Fondo Monetario Internacional- muestra
por un lado la construcción de la multitud y por otro la imposibilidad de
oponer resistencia dentro de los espacios del Estado-nación. Así, en un Sur
con coraje civil pero paupérrimo y un Norte rico pero socialmente
desintegrado, se forman piquetes de resistencia. El libro del Colectivo
Situaciones compone fragmentos de un discurso global, fundando en la
experiencia de lucha argentina, una investigación que es directamente
organización de lucha. Los contenidos políticos comunistas de estas luchas
son evidentes (como es evidente que los medios europeos no informan al
respecto). Lo cierto es que se puede y se debe tomarlas como un punto de
partida. Cuando enfrentamos el problema del contrapoder y lo referimos,
fuera de experiencias anárquicas y/o espontaneístas, a la crisis actual y al
modo en que el éxodo (que es una de las figuras del contrapoder) puede
desarrollarse; cuando nos damos cuenta de la enorme disimetría entre los
medios de represión y el desarrollo insurreccional de las multitudes; cuando
el problema del "dualismo del poder" se replantea en condición biopolítica,
entonces empezamos a entrar "en situación". Gracias a los piqueteros
argentinos, que inventaron formas extraordinarias de protesta y de
organización desde abajo; gracias a las asambleas populares, que están
reinventando medios de intercambio y de gestión de los servicios sociales;
gracias a los militantes, que organizaron las nuevas redes de comunicación
subversiva; gracias -finalmente- al Colectivo Situaciones, que en el vital
intercambio con la multitud sabe darnos información crítica y reflexión
esperanzada.