ALCA-Ecuador: la dialéctica del tiburón y las sardinas



René Báez


El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) es una estrategia de la
Casa Blanca que, entre otras metas, busca paliar el empantanamiento de la
economía de Estados Unidos y específicamente el deterioro de su balanza
comercial, derivado de su pérdida de competitividad frente a la Unión
Europea y Japón, mediante un operativo "anexionista" enfilado en contra de
nuestras naciones. La estrategia de marras, eje de la política hemisférica
de George W. Bush, ha encontrado una calurosa acogida de la mayoría de
gobiernos latinoamericanos y especialmente del régimen de Gustavo Noboa
Bejarano.


¿Cómo explicar la ansiedad de Noboa por ese asimétrico proyecto? Más allá de
identificables expectativas de nuestro sector primario exportador -siempre
existe la promesa del plato de lentejas-, la posición de Carondelet se
explica por la proverbial miopía y candorosidad de la diplomacia ecuatoriana
que, para instrumentar las directrices de Washington, sustituyó a un
ministro e incluso amenazó a sus socios de la Comunidad Andina de Naciones
con el retiro del país del organismo subregional. Visión y práctica
equivocadas que acaban de desembocar en un nuevo episodio de vergüenza. ¿A
qué aludimos concretamente? A que el gobierno nacional nunca comprendió que
el ALCA representa sobre todas las cosas un proyecto del Estado
norteamericano para extrapolar sus leyes y un instrumento al servicio de sus
corporaciones transnacionales para consolidar su hegemonía comercial,
financiera y tecnológica en el subcontinente. Dentro de estas coordenadas se
tiene que entender la reciente decisión de la administración republicana de
excluir al país de los beneficios comerciales que otorga la Ley de Promoción
Andina y Erradicación de la Droga (ATPDEA, por sus siglas en inglés) que
acaba de entrar en vigencia incluyendo a la Colombia de Uribe, al Perú de
Toledo y a la Bolivia de Sánchez de Lozada, es decir, a gobiernos de
idéntico signo ideológico-político del ecuatoriano. ¿Por qué la Casa Blanca
no actuó con el mismo rasero en el caso del Ecuador, país que, entre otros
méritos, le ha entregado gratuita e ingenuamente un "portaaviones en tierra"
para su campaña contra el narcotráfico?


Business are business. Conforme a una nota de prensa, las presiones de
algunas corporaciones estadounidenses que operan en nuestro medio
explicarían el discrimen. El propio canciller Moeller ha admitido ese
influjo al declarar que "la elegibilidad de Ecuador para las preferencias
arancelarias se ha detenido porque no se ha resuelto la devolución del
Impuesto al Valor Agregado (IVA) a las compañías petroleras
estadounidenses". (El Comercio, 26 de septiembre del 2002). Pero no habrían
sido únicamente las petroleras. En un despacho internacional se lee:
"Gustavo Lemos, presidente de la Cámara Ecuatoriano-Americana, domiciliada
en Miami, declaró que el caso del pescado grafica lo que ocurre: en nuestro
país hay empresas con patente y capital estadounidense a las cuales no les
interesa que el atún y sardina que producen empresas nacionales entren a EE.
UU., porque este es su nicho. Es notorio que quien puede más es la capacidad
de 'lobby' de las transnacionales del atún asentadas en California".


La lógica y los impactos desigualitarios del ALCA han comenzado a emerger
incluso antes de la vigencia plena de esa integración-desintegradora.


* René Báez, profesor de la Facultad de Economía de la PUCE


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