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Galeano MAGISTRALE!
Magistrale Eduardo!
abrazos bolivarianos
g.
Entre Venezuela y Nadalandia
Por Eduardo Galeano
Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una
Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso
ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por
primera vez en la historia universal.
No hubo castigo. Y esta resultó ser la octava elección que Chávez ha ganado
en cinco años, con una transparencia que ya hubiera querido Bush para un
día de fiesta.
Obediente a su propia Constitución, Chávez aceptó el referéndum, promovido
por la oposición, y puso su cargo a disposición de la gente: “Decidan ustedes”.
Hasta ahora, los presidentes interrumpían su gestión solamente por
defunción, cuartelazo, pueblada o decisión parlamentaria. El referéndum ha
inaugurado una forma inédita de democracia directa. Un acontecimiento
extraordinario:
¿Cuántos presidentes, de cualquier país del mundo, se animarían a hacerlo?
¿Y cuántos seguirían siendo presidentes después de hacerlo?
Este tirano inventado por los grandes medios de comunicación, este temible
demonio, acaba de dar una tremenda inyección de vitaminas a la democracia,
que en América Latina, y no sólo en América Latina, anda enclenque y
precisada de energía.
Un mes antes, Carlos Andrés Pérez, angelito de Dios, demócrata adorado por
los grandes medios de comunicación, anunció un golpe de Estado a los cuatro
vientos. Lisa y llanamente afirmó que “la vía violenta” era la única
posible en Venezuela, y despreció el referéndum “porque no forma parte de
la idiosincrasia latinoamericana”. La idiosincrasia latinoamericana, o sea,
nuestra preciosa herencia: el pueblo sordomudo.
Hasta hace pocos años, los venezolanos se iban a la playa cuando había
elecciones. El voto no era, ni es, obligatorio. Pero el país ha pasado de
la apatía total al total entusiasmo. El torrente de electores, colas
enormes esperando al sol, a pie firme, durante horas y horas, desbordó
todas las estructuras previstas para la votación. El aluvión democrático
hizo también dificultosa la aplicación de la prevista tecnología último
modelo para evitar los fraudes, en este país donde los muertos tienen la
mala costumbre de votar y donde algunos vivos votan varias veces en cada
elección, quizá por culpa del mal de Parkinson.
“¡Aquí no hay libertad de expresión!”, claman con absoluta libertad de
expresión las pantallas de televisión, las ondas de las radios y las
páginas de los diarios.
Chávez no ha cerrado ni una sola de las bocas que cotidianamente escupen
insultos y mentiras. Impunemente ocurre la guerra química destinada a
envenenar a la opinión pública. El único canal de televisión clausurado en
Venezuela, el canal 8, no fue víctima de Chávez sino de quienes usurparon
su presidencia, por un par de días, en el fugaz golpe de Estado de abril
del año 2002.
Y cuando Chávez volvió de la prisión, y recuperó la presidencia en andas de
una inmensa multitud, los grandes medios venezolanos no se enteraron de la
novedad. La televisión privada estuvo todo el día pasando películas de Tom
y Jerry.
Esa televisión ejemplar mereció el premio que el rey de España otorga al
mejor periodismo. El rey recompensó una filmación de esos días turbulentos
de abril. La filmación era una estafa. Mostraba a los salvajes chavistas
disparando contra una inocente manifestación de opositores desarmados. La
manifestación no existía, según se ha demostrado con pruebas irrefutables,
pero se ve que este detalle no tenía importancia, porque el premio no fue
retirado.
Hasta ayercito nomás, en la Venezuela saudí, paraíso petrolero, el censo
reconocía oficialmente un millón y medio de analfabetos, y había cinco
millones de venezolanos indocumentados y sin derechos cívicos.
Esos y otros muchos invisibles no están dispuestos a regresar a Nadalandia,
que es el país donde habitan los nadies. Ellos han conquistado su país, que
tan ajeno era: este referéndum ha probado, una vez más, que allí se quedan.