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Incidencia del ALCA en Colombia




25 de octubre del 2003

Eduardo Sarmiento Palacio(*)
Deslinde
Eduardo Sarmiento Palacio, uno de los más connotados economistas colombianos
y el más caracterizado crítico del modelo neoliberal en Colombia, sostuvo en
el foro sobre el ALCA, realizado el 13 y 14 de junio de 2003, que las
políticas aperturistas aplicadas en Colombia por más de una década han sido
"un monumental fiasco" que sumió a nuestra economía en la crisis, que no
podemos repetir los perjudiciales efectos de la liberación comercial
sufridos por México con el TLCAN y que el ALCA "es la magnificación de todo
lo que ha ocurrido en la apertura". Asimismo, enfatizó la necesidad de
fundamentar nuestro desarrollo económico en el avance de la industria "con
nuestras propias empresas y trabajadores" y superando la especialización en
productos tropicales y de ensamblaje.

Hace 13 años, la iniciación de la apertura económica se presentó como la
gran panacea nacional. Se decía que el desmonte de los aranceles, el libre
juego de las multinacionales y la entrada sin restricciones del
endeudamiento externo conducirían a la inserción de las exportaciones en los
mercados internacionales, elevado crecimiento nacional, reducción del
desempleo y mejoría de los salarios. Luego de más de una década de
ilustración estamos ante un monumental fiasco. Todo lo que se anticipó
sucedió al revés.

Los resultados de la apertura han sido totalmente distintos a los previstos.
Las liberaciones comerciales realizadas a comienzos de 1990 y la monumental
devaluación de los últimos años no lograron movilizar las exportaciones. En
los últimos 13 años el valor agregado de las exportaciones creció por debajo
del producto nacional. La pérdida del mercado interno ocasionada por la
entrada de importaciones no tuvo mayor compensación por el lado de las
ventas externas y le propinó una herida de muerte al sistema. La economía
perdió la tercera parte del área agrícola y la cuarta parte del empleo
industrial; quedó expuesta a un déficit en cuenta corriente que llevó a un
endeudamiento insostenible, y el producto nacional dejó de crecer.

El error se originó en la creencia de que el mundo está regido por el
principio de ventaja comparativa. De acuerdo con este principio, el
intercambio favorece a todos los países que logran ampliar las exportaciones
y la producción de bienes de menor costo relativo y adquirir los restantes a
un menor precio en los mercados internacionales. La realidad es muy
distinta. En un mundo expuesto a limitaciones de demanda efectiva, las
relaciones comerciales están determinadas más por las ventajas absolutas. La
elaboración de los productos de menores costos no garantiza su colocación en
los mercados internacionales. Las mayores posibilidades de exportación están
en los productos de mayor complejidad, que gozan de mayor demanda en los
mercados internacionales. Así, Colombia tiene ventaja comparativa en la
agricultura de productos tropicales y en la industria de ensamble, y ambos
elementos están expuestos a grandes limitaciones en los mercados externos.
Por eso, cuando se dejan libres los mercados se presenta una entrada masiva
de importaciones de bienes complejos que no tienen una contraprestación en
las exportaciones de ventaja comparativa. La constante de todas las
aperturas en los países en estado intermedio de desarrollo es la
conformación de un exceso de importaciones sobre exportaciones financiado
con crédito externo a tasas muy superiores al crecimiento del PIB. Tales son
los casos de los países de América Latina y de la antigua Cortina de Hierro,
los cuales quedaron abocados a déficit estructurales de la balanza de pagos
que redunda en deficiencias de demanda efectiva, y en un creciente
endeudamiento externo que torna inviables las economías.

La verdad es que el principio de ventaja comparativa, que representa la
primera lección en las universidades más importantes del continente
americano, no es válido en la economía colombiana ni en la mayoría de países
de América Latina. No es cierto que la elaboración de los productos que se
pueden elaborar a menores costos garantiza su colocación en los mercados
externos. Donde aparece más claro el incumplimiento del principio es en la
agricultura. El desmonte arancelario ocasionó una entrada masiva de
importaciones de cereales que están subsidiados en los países desarrollados.
El área de estos cultivos disminuyó en 800 mil hectáreas y no tuvo mayor
compensación por las actividades de ventaja comparativa. El resultado final
fue una contracción del área agrícola de 20% y una reducción del producto
nacional a la mitad.

Esta historia es exactamente igual en todas partes. Ocurrió en Colombia,
México y Argentina, y los artífices del neoliberalismo sostienen que la
apertura no tuvo que ver nada con la destrucción de la agricultura. El caso
de México es alarmante. No obstante que este país goza de defensas
especiales, por su vecindad a Estados Unidos, el tamaño de mercado y la
capacidad de negociación internacional, le ocurrió lo mismo que a Colombia.
Después de 8 años de haber firmado el acuerdo de libre comercio con Estados
Unidos y Canadá (TLCAN), el volumen agrícola descendió el 10%, los precios
relativos bajaron el 20% y, como consecuencia, la participación del sector
en términos nominales en el PIB se redujo a la mitad. Como la población
rural es del 25%, es fácil concluir que el experimento además de los efectos
destructivos sobre la demanda y el crecimiento económico, provocó un
retroceso monumental en la distribución del ingreso y en la pobreza. Los
ingresos de los campesinos, quienes representaban el grupo más atrasado, se
desplomaron con respecto al resto de la población. A la luz de esta
información, incontrastable, ha surgido una fuerte presión sobre el Gobierno
para renegociar el tratado en materia agrícola y, en particular, en lo que
respecta a los subsidios.

En un mundo que tiene estos problemas de demanda, los aranceles son
milagrosos, son una forma de ampliar o de compensar las limitaciones de
demanda en nuestros productos de ventaja comparativa y buscar las salidas a
otros. Gracias a ellos es posible mantener el mercado interno y compensar
las deformaciones de los mercados externos. Sin embargo, los aranceles han
sido totalmente satanizados, señalando que causan distorsiones y enriquecen
a los productores. Falso. Los aranceles, y esto no se sabe a conciencia, son
una forma de ampliar la demanda y su desmonte en Colombia y en toda América
Latina destruyó la agricultura, la industria y el empleo. Simplemente se
perdió la demanda de los productos agrícolas y la demanda en productos
industriales. Se entregó la producción de cereales en la agricultura y de
bienes intermedios en la industria, a cambio de los productos tropicales y
el ensamble, que carecen de demanda mundial. Como consecuencia, se destruyó
la industria, la agricultura y el empleo, y se configuró un déficit
estructural de la balanza de pagos.

El ALCA

El ALCA es la magnificación de todo lo que ha ocurrido en la apertura. Así
lo anticipa la experiencia comparada de los últimos 10 años. Los ganadores
en términos de la expansión del comercio fueron los países del TLCAN
(Estados Unidos, Canadá y México). Ahora, entre los diferentes bloques los
mejor librados fueron los países de mayor desarrollo relativo, como Estados
Unidos en el TLCAN, Colombia en el Pacto Andino y Brasil en el Merco Sur.

No es un comportamiento extraño. En los acuerdos de liberación comercial
ganan los países de mayor desarrollo relativo. Por eso, desde el inicio de
la humanidad los países que van adelante en el proceso de desarrollo
propician la liberación comercial y los que van atrás tratan de detenerla.
La excepción ha sido América Latina, que se ha convertido en el adalid de la
liberación comercial con países de mayor desarrollo relativo.

Si la protección que quedó después de las aperturas y los acuerdos de libre
comercio se elimina, Estados Unidos incrementaría sus ventajas en relación
con el resto de la región y las defensas que tenía Colombia a través del
Pacto Andino se perderían. La tendencia perversa en que los ganadores son
los países desarrollados y los países intermedios de América Latina los
grandes perdedores, se acentuaría.

Para corroborar lo anterior, a continuación se examinan a nivel más
detallado los efectos de un acuerdo bilateral con Estados Unidos o de un
ingreso al ALCA dentro de una liberación total del mercado. En el primer
caso, Colombia tendría que retirarse del grupo y renunciar al arancel
externo común. Por su parte, el ALCA significaría el debilitamiento del
Pacto Andino. Las negociaciones arrancarían del arancel externo común y los
países se comprometerían a reducirlo hasta llegar a cero. La protección sólo
quedaría para terceros, lo que no representan el 15% del comercio de
Colombia.

En ambos casos, Colombia lograría una reducción de los aranceles en Estados
Unidos que estimularía las exportaciones a ese país. Al mismo tiempo, se
presentaría una baja de aranceles del Pacto Andino y de Colombia, que
reducirían las exportaciones a los socios colombianos y aumentarían las
importaciones colombianas.

El resultado neto sería negativo. Las exportaciones colombianas a Estados
Unidos están dominadas por los productos tradicionales, como confecciones,
cuero y alimentos, que se producen en el país en condiciones relativamente
competitivas y actualmente entran a Estados Unidos con aranceles de 5%. En
contraste, las exportaciones a los socios del Pacto Andino, en particular a
Venezuela, y las importaciones colombianas están representadas en productos
metalmecánicos y químicos que han logrado evolucionar gracias a una
protección que varía entre el10% y el 20% y en algunos casos, como los
automotores, hasta del 35%.

Así las cosas, el ALCA y el acuerdo bilateral significarían un aumento de la
protección del 5% de las exportaciones, que son altamente competitivas, y
una reducción de la protección a otros productos de mayor complejidad
tecnológica de más del 15% en promedio. En realidad, los beneficios no irían
más allá de los que se lograron por la vía del ATPDEA de desgravar la
mayoría de las exportaciones colombianas sin mayor contraprestación.

No es necesario profundizar mucho para advertir que Colombia sería una
perdedora neta. A cambio de mejorar los precios de los productos
tradicionales, cuya demanda está agotada, el país entregaría el mercado
andino -y lo que le queda del mercado interno nacional- el cual ofrece las
mayores posibilidades de demanda para las exportaciones industriales de
mediana tecnología. Las exportaciones industriales quedarían sin mercado y
la especialización en productos tradicionales de baja demanda se acentuaría.

Las peores secuelas se darían en la agricultura. A la luz de la experiencia
de Chile, no hay ninguna posibilidad de que el ALCA se firme con aranceles
que compensen los subsidios a los cereales en los países desarrollados. Tal
como sucedió en México, en la práctica significaría el desplazamiento masivo
de los cultivos transitorios, los cuales no serían fácilmente sustituibles
por los cultivos tropicales que enfrentan severas limitaciones en los
mercados internacionales.

Curiosamente, el acuerdo de libre mercado se justifica sobre la base de que
Chile ya lo culminó y los países centroamericanos iniciaron las
negociaciones. De ninguna manera se trata de economías representativas de
América Latina. Por el contrario, se trata de economías minúsculas que por
su tamaño no enfrentan mayores limitaciones en los mercados internacionales
y el mercado interno carece de importancia. Bien puede ocurrir que el
comercio le signifique un aumento en las exportaciones mayor que en las
importaciones. Las condiciones son casi antagónicas a las de los países
intermedios que enfrentan limitaciones en sus exportaciones con ventaja
comparativa y requieren de amplios mercados internos y regionales para
avanzar en la industrialización y superar las limitaciones impuestas por la
tecnología y las economías de escala.

El drama del ALCA es que está fundamentado en el mismo principio de ventaja
comparativa que fracasó en la mayoría de las aperturas de América Latina. La
mayoría de los países no están en capacidad de especializase en un número
reducido de productos y por esa vía generar volúmenes de exportación que les
permita sustentar las importaciones requeridas para la modernización. En
todas partes, la prioridad exportadora fundamentada en la tasa de cambio
alta fracasó. Los países quedaron expuestos a déficits en cuenta corriente y
su financiación con crédito externo llevó a saldos crecientes de la deuda
que se hicieron insostenibles y tornaron inviables las economías.

Esta realidad la han entendido Brasil y Argentina. Luego de las crisis a
todos los niveles, han advertido que no pueden continuar con un modelo que
finca todas las esperanzas en el intercambio comercial de un número reducido
de productos. En su lugar, encuentran que es necesario acudir a un modelo de
industrialización que permita absorber la mano de obra y avanzar en
actividades de mayor complejidad tecnológica, que tienen mayor demanda
internacional. Dentro de este contexto, se entiende que la integración
latinoamericana no puede ser un simple mecanismo de desgravación que le da
un tratamiento similar a todos los países. Más bien, la perciben como parte
de un modelo orientado a ampliar el mercado interno y regional y propiciar
la industrialización.

En mi libro El Modelo Propio se muestra que los acuerdos de libre comercio
sólo se justifican entre países con modelos y características similares; de
otra manera, la nación más avanzada se lleva todas las ganancias. El acuerdo
de libre comercio sería tan desacertado con Brasil como con Estados Unidos.
Lo que se plantea es una integración por bloques conformados por países con
características y modelos similares y dentro de negociaciones que tengan en
cuenta las diferencias regionales.

ALCA para la industrialización

Claro está que existen otros caminos. Ante todo es necesario reconocer que
el país no va a progresar especializándose en productos tropicales y en el
ensamble industrial e intercambiándolos en los mercados internacionales por
bienes complejos. Hay que entrar en razón y aceptar que el desarrollo lo
tenemos que realizar con nuestras propias empresas y trabajadores. No se
trata de volver a la vieja industrialización, fundamentada exclusivamente en
la protección que se torna insostenible. Se plantea, más bien, una
industrialización basada en grandes inversiones en áreas críticas, la copia
tecnológica y la conversión de la mano de obra calificada en el aprendizaje
en el oficio. El desarrollo, en lugar de provenir del intercambio de bienes
dictado por la dotación de los factores, resulta de la provisión de capital
físico y humano a la mano de obra. En virtud de las complementariedades
entre la industria, la inversión física y el capital humano, la fuerza de
trabajo se inicia en actividades elementales y, posteriormente, a través del
aprendizaje en el oficio, pasa a otras más complejas y de esa manera se
cubre la totalidad de la cadena industrial.

Basta una mirada retrospectiva para advertir que, luego de los 200 años de
Revolución Industrial, el modelo liderado por la industria constituye el
mejor camino de progreso para los países emergentes. En América Latina y
Colombia el desarrollo industrial inducido por la sustitución de
importaciones y las exportaciones de manufacturas les significó en el
periodo 1950-1980 un progreso, en términos del ingreso per cápita, similar
al del resto de los dos siglos. La rápida industrialización de Japón y los
Tigres Asiáticos les permitió avanzar en 40 años lo mismo que Europa en 200
años. Ahora, por el mismo camino, China está registrando tasas de
crecimiento del ingreso per capita del 7%, que le permitiría duplicar su
nivel de bienestar económico cada 10 años.

El modelo de desarrollo liderado por la industria requiere una integración
fundamentada en la ampliación de los mercados y no en el comercio. Nada de
esto es nuevo. La Unión Europea en el fondo es una integración para ampliar
el mercado dentro de un marco de compensaciones que tengan en cuenta el
estado de desarrollo. Tan cierto es esto que en la actualidad el comercio
dentro de la Unión está representado por productos elaborados por los socios
en un porcentaje que duplica su participación en el producto nacional. Por
lo demás, se han contemplado todo tipo de compensaciones y plazos para
facilitar el acceso de países de menor desarrollo.

En este contexto, el planteamiento estaría orientado a fortalecer las
uniones entre países similares como sería el Pacto Andino, el Merco Sur
y -si es el caso- el TLC, y luego proceder a realizar convenios entre los
bloques teniendo en cuenta las características especiales. Este esquema de
integración para ampliar los mercados y propiciar la industrialización
sacaría a la región del marasmo neoliberal y del estancamiento, y daría las
bases para entrar a una industrialización basada en la inversión física, la
tecnología y la conversión del adiestramiento laboral en el aprendizaje en
el oficio.

Conclusiones

El ALCA o el acuerdo de libre comercio, como están planteados por Estados
Unidos, serían un paso más en la liberación comercial. De hecho, se
acentuaría la pérdida del mercado interno con relación a las exportaciones,
lo que destruyó la economía. El proceso de desmantelamiento de la industria,
la agricultura y el empleo se amplificaría, el déficit en cuenta corriente
aumentaría y la dependencia en el endeudamiento externo se magnificaría. Lo
más grave es que el país perdería toda posibilidad de avanzar en un
desarrollo industrial fundamentado en actividades de mayor complejidad, la
incorporación tecnológica y el aprovechamiento de la capacitación de la mano
de obra. Seguiríamos en la espera de que la especialización en productos
tropicales y maquila se transforme en virtud del intercambio comercial en
modernización, estabilidad de la balanza de pagos y desarrollo.

La alternativa no es renunciar a las uniones comerciales. Lo que se plantea
es un modelo de desarrollo liderado por la industria y complementado por la
integración por bloques. Las prioridades tendrían que orientarse a formular
una política industrial fundamentada en altas inversiones en los sectores
líderes y en la imitación tecnológica, fortalecer el Pacto Andino e iniciar
la negociación en bloque con el Merco Sur y otras áreas dentro de un marco
que tenga en cuenta las diferencias relativas de los países.

*Expresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.