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Ecuador: Microeconomía de la dolarización ecuatoriana




Pablo Dávalos*

En la formación del pensamiento clásico de la economía, hubo una
preocupación sobre la formación de la tasa de beneficios de  una
sociedad determinada como elemento determinante en la creación y
distribución de la riqueza. De las teorías existentes, la propuesta de
economista inglés del siglo XIX, David Ricardo, indicaba que era
frecuente que las tasas de beneficio a nivel general sean más altas en
los países más pobres que en aquellos más ricos.

Independientemente del debate al respecto, esta propuesta de Ricardo
debe entenderse en el contexto de sociedades en las que  las
oportunidades son menores, los costos de transacción son más grandes,
la información o es incompleta o es manipulada, y existe una cierta
inseguridad sobre los marcos jurídicos e institucionales existentes.
Tal parece ser el caso del Ecuador, y en el que el análisis de Ricardo
puede dar algunos elementos sobre su situación.


En efecto, en el Ecuador contemporáneo los agentes económicos
(empresas, comercios, industrias, servicios, etc.), tienden a
maximizar su tasa de beneficio de tal manera que cada transacción
económica les permita un máximo de utilidad por sobre cualquier
promedio de los países más ricos. Es la lógica del "ahora o nunca".

En la formación de sus expectativas, cuenta mucho para estos agentes
económicos, la incertidumbre con respecto al futuro y el hecho de que
la frágil situación económica, social y política, pueden destruir o
distorsionar profundamente aquellas expectativas que se habían hecho
en el futuro mediato. Es necesario, entonces, defenderse ahora,
ganando lo máximo, aprovechando de todo lo que se pueda, incluso
actuando al filo mismo de la legalidad.

De ahí su tendencia a manipular su entorno de tal manera que pueda ser
utilizado como una externalidad positiva, es decir, el aprovechamiento
de todos aquellos elementos que están fuera del cálculo económico de
la empresa pero que pueden ayudar a incrementar su tasa de beneficio.

Los constructores ecuatorianos, por ejemplo, no se preocupan jamás de
la seguridad social de sus obreros, ni tampoco incurren en gastos de
riesgos industriales. Tampoco existe, dentro de muchos sectores
empresariales del Ecuador, la preocupación por los bajos costos del
salario, porque se asumen costos indirectos en la producción agrícola
que subsidian al sector urbano y que contribuyen a incrementar su tasa
de beneficio. Muchas empresas en el Ecuador no se preocupan por
desarrollar estrategias de capacitación o de investigación
tecnológica, etc., etc. Asimismo utilizan la información de manera
estratégica y privilegiada.

Muchos gremios empresariales en virtud de sus relaciones con el poder
pueden utilizar información reservada sobre una medida de  política
económica, o ejercer lobby para la aprobación de una determinada ley
en su beneficio exclusivo.

En este contexto, los agentes económicos siempre hicieron un cálculo
de sus beneficios con tasas de dos y hasta tres cifras.  Era su manera
de defenderse de la devaluación, al tiempo que era su contribución a
los procesos inflacionarios. Se defendían también de la recesión, de
las incertidumbres del futuro, de los altos costos de transacción, en
fin, en su mentalidad no había opción a pensar de manera modesta y
prudente al momento de establecer su tasa de beneficio.

Este esquema de formación de expectativas de los agentes económicos en
relación a sus ganancias futuras, tuvo su correlato en el sector
bancario y financiero que en el momento en el que se liberalizó y
desreguló (1994), pudieron utilizar las tasas de interés como un
mecanismo de especulación y enriquecimiento desmesurado en el corto
tiempo.

Así, la economía real (aquella economía que crea los bienes y
servicios que una sociedad necesita), fue sobrepasada y se hizo
altamente dependiente de la economía financiera. En el proceso, fue la
moneda nacional, (el sucre ecuatoriano), el mecanismo utilizado para
proteger las altas tasas de beneficio y sobre la moneda nacional
recayó el peso de la especulación financiera.
Fueron todos esos elementos los que a la larga contribuyeron a que se
adopte el esquema de un tipo de cambio fijo a partir de la eliminación
de la moneda nacional y su cambio por el dólar americano (inicios del
año 2000).

Sin embargo, los procesos microeconómicos siguieron siendo los mismos
que existían antes de que se adopte la dolarización oficial de la
economía. En efecto, los agentes económicos simplemente trasladaron
sus comportamientos económicos, que tenían una lógica y una coherencia
con la moneda nacional, hacia la nueva moneda.

La adopción de la dolarización no cambió para nada la estructura
económica existente. La inseguridad institucional y jurídica
persisten, los costos de transacción se hicieron aún más altos con la
dolarización, la nueva moneda hizo más denso y menos transparente la
información que todo agente económico necesita. En fin, la nueva
moneda en vez de contribuir a solucionar aspectos de la microeconomía
más bien terminaron por agravarlos.

Una primera consecuencia de la adopción de la dolarización es la
ruptura o si se quiere la separación del sistema de precios con
respecto a la estructura económica existente. El sistema de precios
empezó un proceso de autonomización y se hizo dependiente en forma
casi exclusiva de aquellas expectativas que a futuro los agentes
económicos se hacían sobre su entorno.

Empezaron, entonces, a suscitarse procesos incoherentes y hasta
absurdos, como el hecho de que ciertos precios de la canasta de
alimentos eran mucho más altos en Ecuador que en los mismos Estados
Unidos, cuya moneda se había adoptado; o el hecho de un encarecimiento
global de todos los bienes y servicios que se transan en los sectores
urbanos y que no guarda ninguna relación con la estructura salarial y
de ingresos existente en el país.

Pero eran precios que se  habían incrementado no porque los costos de
producción hayan sido más altos sino por ese proceso de autonomización
del sistema de precios: los precios no reflejan ya el valor de las
cosas, se sitúan más bien por encima o por fuera de la estructura y
condiciones reales de la producción y de la distribución existentes en
el Ecuador.

Pero para que este proceso pueda consolidarse es necesario que exista
un sector de consumidores que lo soporte y lo sustente al mediano
plazo. Ese sector está conformado por ciertas clases medias que fueron
golpeadas por la crisis bancaria y financiera de 1999-2000, y que ante
la incertidumbre existente, prefieren transferir sus activos
monetarios hacia altos niveles de consumo y de sobreendeudamiento al
corto plazo.

Una segunda consecuencia de la dolarización radica en la creación de
algo que podríamos llamar como un "efecto espejismo" en la percepción
que se tiene sobre el entorno, y el hecho de que sobre ese "efecto
espejismo" se construyan expectativas, programaciones y planeaciones a
futuro, sin pensar por un momento en que por su propia naturaleza ese
"efecto espejismo" pueda romperse.
Lo denomino "efecto espejismo" porque genera percepciones que no se
corresponden a la realidad, que la alteran profundamente y que
permiten la adopción de medidas no en función de la realidad sino en
aquella sensación que se tiene sobre la realidad.

En efecto, la primera impresión a nivel microeconómico, es la
sensación de una recuperación económica y financiera general de la
economía. Esta sensación se ve sustentada por las cifras que muestran
evidentes indicadores de crecimiento económico al corto plazo. Sobre
esa sensación se articulan una serie de medidas a nivel
microeconómico, como son el incremento del consumo, (que en virtud de
que no existe una producción nacional que compense esas necesidades
inmediatas de consumo, se tenga que sustentarlas vía importaciones eso
no entra en el cálculo microeconómico), el sobre endeudamiento para el
consumo, etc.

Es evidente que existen indicadores, entre ellos el PIB, que muestran
una recuperación con años anteriores, sobre todo aquellos de la
reciente crisis bancaria-financiera, pero también es cierto que esos
indicadores son una especie de  termómetro del momento, que es
necesario un análisis más detallado de la realidad económica y ese
análisis detallado nos presenta una situación bastante preocupante:
una política salarial que se ha rezagado con respecto al consumo,
altas tasas de interés, altos costos de intermediación financiera,
altas tasas de inflación, altos niveles de desempleo, alto  número de
empresas en quiebra, altos índices de pobreza y exclusión social, etc.

Sobre este panorama existe un preocupante déficit en la balanza
comercial, una dificultad en conseguir financiamiento internacional
para el desarrollo interno, dificultades que se han visto agravadas
por la decisión del FMI de no firmar la carta de intención con el
país, y otros fenómenos.

En fin, un análisis de lo que está pasando en la macroeconomía hacen
temer la vigencia de la dolarización no ya al largo plazo sino al
mediano plazo. Empero de ello, la moneda es tan fuerte y otorga tantas
certezas a nivel microeconómico (quizá la fundamental sea que se ha
eliminado el riesgo del tipo de cambio), que los actores y agentes
económicos no se detienen a pensar en la consecuencias sociales de sus
actos. En cada transacción que realizan y a la que incorporan la
lógica del "ahora o nunca", conspiran en contra de la vigencia de un
esquema monetario que les ha dado tantas certezas y ganancias  en el
corto plazo.

*Miembro de ATTAC-Ecuador

Servicio Informativo "Alai-amlatina" Agencia Latinoamericana de

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Nello

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