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BRASIL: Ningún error de Lula será perdonado
Mario Osava
RIO DE JANEIRO, 24 oct (IPS) - El candidato a la presidencia de Brasil por
el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva,
no tendrá derecho a cometer ningún traspié a partir de este domingo, cuando
casi seguramente gane la segunda vuelta electoral.
La advertencia fue proferida por el propio Lula en los últimos discursos
pronunciados antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales,
que se celebrarán este domingo.
Con dos tercios de las intenciones de votos, los resultados de las encuestas
permiten considerarlo imbatible.
Lula sostuvo que no podrá "traicionar el sueño de millones de brasileños"
que lo acompañan, especialmente porque un gobierno del PT alienta esperanzas
de cambio, cuya frustración sería desastrosa.
Pero es el terreno económico donde se encuentran las trampas fatales en las
que no podrá caer, por lo menos en los 65 días previos a su asunción, el 1
de enero de 2003, y en los primeros tramos de su mandato, cuando tendrá que
convencer a los inversores locales e internacionales que el país podrá pagar
las deudas contraídas.
Brasil enfrenta actualmente "una crisis de confianza" ante los mercados
financieros, admitió el presidente del Banco Central, Arminio Fraga.
Esta se manifiesta en la caída del flujo de capitales extranjeros, de los
cuales el país es muy dependiente, y en la fuerte caída del valor del real,
de 39,9 por ciento en lo que va del año y de 21,8 por ciento desde inicio de
septiembre.
Los efectos se hacen sentir en la inflación, que en septiembre alcanzó un
porcentaje anualizado de 7,9 por ciento con tendencia al alza, y en la
recesión de la industria. El desempleo es de 9,3 por ciento en la meridional
ciudad industrial de Sao Paulo, una proporción sin precedentes en los
últimos 20 años.
Los aumentos de precios, antes limitados a algunos bienes y servicios, como
los productos derivados del petróleo, se trasladan ahora a los alimentos,
afectando a toda la población, especialmente a la más pobre, destacó la
funcionaria María Brito.
La continua devaluación del real acaparó las noticias en los últimos meses.
El dólar, que costaba 2,30 reales al inicio del año, se cotizó a 3,86 reales
en la tarde de este jueves. La tendencia es atribuida por algunos analistas
al favoritismo de Lula en las encuestas y a sus indefiniciones económicas.
Este clima marcó toda la campaña electoral. La incertidumbre y la
especulación financiera ahuyentaron el crédito internacional que requieren
las empresas brasileñas, incluso para efectuar exportaciones.
Las dificultades para refinanciar deudas forzó los pagos, provocando una
gran demanda de dólares en el mercado, y elevando su cotización.
Se multiplicaron declaraciones de destacados economistas e inversores, como
el húngaro-estadounidense George Soros, sosteniendo que Brasil tendría que
renegociar su deuda externa pronto, ante la imposibilidad de refinanciarla,
por el riesgo del país y las tasas de interés consecuentemente elevadas.
Las promesas de Lula y de su oponente, el candidato oficialista José Serra,
de que cumplirían los contratos y los acuerdos con el Fondo Monetario
Internacional (FMI), no despejaron las tensiones.
Pero la depreciación del real, que comenzó en enero de 1999, cuando Brasil
dejó flotar su moneda, y se intensificó este año, condujo finalmente a un
superávit comercial considerable. De enero a septiembre el saldo acumulado
fue de 7.858 millones de dólares.
Los buenos resultados comerciales permitirán reducir a 11.000 millones de
dólares el déficit de la cuenta corriente de este año, según datos y
proyecciones divulgadas este jueves por el Banco Central, una mejora
sustancial respecto de la previsión inicial de 17.000 millones de dólares.
La dependencia del capital extranjero seguirá reduciéndose si se materializa
el superávit comercial de 15.000 millones de dólares, proyectado por el
Banco Central para 2003.
El probable gobierno de Lula contará asimismo el año próximo con 24.000
millones de dólares del préstamo de 30.000 millones concedido por el FMI en
septiembre.
Pero análisis pesimistas indican que todo esto podría resultar inútil, si se
cierran los créditos internacionales para Brasil.
La desconfianza que despierta un gobierno de izquierda --pese al programa
moderado del PT y a las alianzas forjadas con fuerzas de centro-- no alienta
una recuperación del crédito, especialmente en una coyuntura mundial
desfavorable.
La deuda externa brasileña era, a fines de julio, de 216.457 millones de
dólares, y los vencimientos del año próximo superarán los 20.000 millones.
Casi 44 por ciento del endeudamiento corresponde al sector público no
financiero.
La deuda interna, en crecimiento explosivo, añade más incertidumbre. Al
comienzo del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, en 1995, equivalía a 30
por ciento del producto interno bruto (PIB), ahora representa más de 62 por
ciento del PIB.
La devaluación del real tiene un gran impacto en el aumento de la deuda
interna ya que, a fines de septiembre, 40,67 por ciento de los títulos de
deuda pública interna eran fijados en dólares, según el Banco Central.
La depreciación de la moneda favorece a los poseedores de estos títulos, en
especial los bancos. En octubre los vencimientos de títulos sumaron 4.700
millones de dólares. Los acreedores provocaron una intensa presión
devaluatoria, para elevar sus ganancias en reales.
Cualquier traspié, duda o declaración infeliz de Lula y su futuro equipo
económico agravaría ese escenario de desconfianzas y especulaciones.
El éxito del primer gobierno brasileño de izquierda en 38 años pende del
hilo económico. Su predecesor, encabezado por Joao Goulart, fue derrocado
por los militares en 1964.
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Nello
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