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Argentina: MULTITUDINARIA MARCHA EN REPUDIO DEL ATENTADO CONTRA LA PRESIDENTA DE ABUELAS




Toda La Plata abrazó a Carlotto Desde piqueteros a funcionarios como el
gobernador Felipe Solá y su ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero,
pasando por los organismos de derechos humanos convocantes, confluyeron en
el reclamo "por la vida y contra la impunidad" realizado por Estela
Carlotto.
En el palco estuvieron Estela Carlotto y los representantes de los
organismos de derechos humanos.
 Por Susana Viau
 http://www.pagina12.com.ar/
 Varios miles de personas se congregaron en la Plaza Moreno, de La Plata,
para repudiar el ataque a la casa de Estela Barnes de Carlotto, titular de
Abuelas de Plaza de Mayo. En el palco levantado de espaldas a la Catedral,
rodeada de integrantes de la Comisión por la Memoria, la monja Marta Pelloni
y Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Estela de Carlotto realizó una
breve intervención, en parte improvisada y en parte leída, en la que convocó
a "poner freno a la violencia a través de la unidad ciudadana, la búsqueda
del consenso y la movilización permanente". En pocos minutos recordó su vida
en esa ciudad, a sus hijos y criticó "la creciente degradación a que se
somete a nuestro pueblo". No olvidó tampoco mencionar a los muertos del 19 y
20 de diciembre pasado, los asesinatos de los piqueteros Darío Santillán y
Maximiliano Kosteki y del cartonero Ezequiel Demonty. La nutrida
representación de la Corriente Clasista y Combativa saludó con consignas la
condena de Carlotto a la represión en Jujuy. A esa altura, los ánimos
encrespados de las columnas que habían advertido que el gobernador Felipe
Solá y varios funcionarios se sumaban a la marcha, estaban en calma.
Una caravana de colectivos destartalados que circulaban por la autopista
escoltada por dos motociclistas preanunciaba que los piqueteros de la CCC no
pasarían inadvertidos. La cita era en otra plaza céntrica, la Plaza Italia,
a las cuatro de la tarde. Muchos ya habían llegado al lugar y aguardaban
formados el comienzo de la caminata. Cada grupo guardaba celosamente su
independencia, preservada en algunos casos por la cinta plástica que suele
acordonar las zonas de peligro. No hacía falta leer las pancartas ni las
inscripciones de los chalecos que se han convertido en moneda corriente en
las manifestaciones para adivinar la procedencia de cada uno. Pegados al
puñado de estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la
Universidad de La Plata, que compartían un mismo espacio verde con el Frente
Estudiantil Popular Antiimperialista, se iban alineando, sin mezclarse y con
una disciplina admirable, los grupos piqueteros: venían de los barrios La
Justina, Hilda II, Los Ceibos, Kilómetro 25. Mujeres y niños en abundancia y
hombres que tenían la responsabilidad de proteger a sus huestes y se
individualizaban con la clásica inscripción de "seguridad" y otra que de tan
vieja resultaba novedosa: "autodefensa". Entre ellos, los más pobres de la
pequeña muchedumbre que empezaba a juntarse al sol para solidarizarse con
Estela Carlotto y condenar la segunda agresión directa a una dirigente de
los derechos humanos (el 25 de mayo del año pasado un grupo de hombres había
entrado en la casa también bonaerense de Hebe de Bonafini, torturando a su
hija Alejandra y amenazando con violarla), menudeaban los carteles en
reclamo de la libertad de los presos de Jujuy. La treintena de colectivos
que los habían trasladado desde sus barriadas rodeaba como una fortificación
la Plaza Italia.
Sobre el cordón de la vereda, preparándose para arrancar, lo que sería poco
después la cabeza de la manifestación, al menos por una cuadra: Madres Línea
Fundadora, la Comisión de la Memoria, los organismos de derechos humanos y
algo más atrás los camaristas Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo, el fiscal
Hugo Cañón y el juez Eduardo Luis Duhalde. Frente a ellos se amontonaron los
reporteros. El tránsito se desviaba espontáneamente o inducido por los
manifestantes; la policía había desaparecido de La Plata ayer por la tarde
en una decisión feliz y prudente del ministro de Seguridad de la provincia.
Al fin, unas cinco mil personas arrancaron por la Avenida 7 y el inicio,
imprevisto y tumultuoso, descompaginó lo que prometía orden. Detrás de las
Madres, una gran pancarta sin firma decía: "Estamos de Pie. No nos han
vencido". Las seguían los universitarios, la CTA de La Plata, Berisso y
Ensenada, la agrupación María Claudia Falcone (la joven platense
desaparecida durante la lucha por el boleto estudiantil), del Movimiento
Peronista Montonero, grupos pequeños todos y gente suelta. Los piqueteros
los habían dejado caminar y ganar una cincuentena de metros. Fue entonces
que ellos dieron a sus huestes la orden de largada. Caminaban paralelos a la
columna de los organismos, ocupando la otra mitad de la calzada. Hasta allí
cantaban "A los presos jujeños/los vamos a sacar/con la lucha popular".
Una parada en la esquina de 7 y 45 desembocó en una fugaz trifulca. Muy
cerca de las Madres, dentro de una gasolinera volaron palos y trompadas. "El
PJ quiere desalojar a otros grupos para quedar en la cabeza de la marcha",
aclaró un militante experimentado, unos cuantos centímetros más alto que la
media de los presentes. Corridas, tensiones y el sabio reinicio de la
caminata para dejar sin quórum el altercado. En 7 y 46 una nueva detención y
aplausos: Estela Carlotto se integraba a la columna. De inmediato, los
aplausos se transformaron en rechifla: se sumaban, rodeados de custodios, el
gobernador Felipe Solá, el ministro de Seguridad Juan Pablo Cafiero y el
intendente Julio Alak. Los silbidos y recuerdos para sus familias se
alternaron, por primera vez, con el "que se vayan todos/que no quede ni uno
solo". En 7 y 48 se renovó el enojo, ahora de manera más directa: "Salta,
salta, salta pequeña langosta/ Menem y Solá son la misma bosta". Los
piqueteros optaron por sus propias consignas "Vamo' a echar al cabezón/
porque en cada ruta cortada/ crece la liberación". Desde los metros que
ocupaba la agrupación María Claudia Falcone partieron sin mucho eco las
primeras estrofas de la Marcha Peronista. La manifestación dobló por la 51.
En la calle estrecha y salvo alguna que otra bendición sobre los edificios
públicos la crispación cesó. Sola aprovechó para explicar a los periodistas
que su presencia era obligatoria en "una movilización contra toda forma de
violencia" y Cafiero mantuvo el tono y sumó específicamente a "la violencia
policial".
La radical Margarita Stolbizer pasaba inadvertida para propios y ajenos. En
silencio, subieron por los senderos de la Plaza Moreno. Ricardo Alfonsín, en
mangas de camisa, batía palmas con poca sabiduría y trastabillaba arrasado
por la gente que no lo reconocía.
En el palco aguardaba al frente de la conducción el periodista Quique
Pessoa, que invitaba a las Madres a subir junto a Estela Carlotto. Las
campanas de la Catedral, cumpliendo con su ritual de echarse a vuelo cada 45
minutos, atronaron. Llovían las adhesiones: organismos de derechos humanos
de América latina, individuos, amigos, Juan Gelman, Daniel Viglietti,
Baltasar Garzón. Carlotto empezó a hablar. Habló de esa, su ciudad, de la
Catedral donde se había casado, de esa plaza donde jugaron sus hijos y
"crecieron libres". Condenó, en nombre de "Abuelas" el Punto Final, la
Obediencia Debida y los indultos; recordó a los muertos de estos meses y la
policía que marginalizó a millones. Era casi el crepúsculo cuando, con sus
canciones, Teresa Parodi, Daniel Viglietti y Víctor Heredia cerraron el
acto.


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Nello

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