[Date Prev][Date Next][Thread Prev][Thread Next][Date Index][Thread Index]
Brecha di Montevideo su Olivera e Yovanovic
Vi mando il pezzo che esce oggi per il Brecha su Olivera e Yovanovic
Justicia italiana Cal y arena
Gennaro Carotenuto
Desde Roma
El arresto de Jorge Olivera, militar argentino retirado, hoy abogado
penalista y defensor de los vértices de la antigua dictadura, desde
Guillermo Suárez Mason hasta Emilio Massera, ocurrido el día 6 en el
aeropuerto internacional de Fiumicino, ha sido confirmado por el juez
del Tribunal de Apelación de Roma Eugenio Bettiol.
Era un pasaje necesario para que el represor argentino – su papel
está especificado en los archivos de la CONADEP así como en las
carpetas 0660, 3837, 8387 del archivo de la “Subsecretaría para los
derechos humanos” – acusado por la justicia francesa del secuestro y
asesinato de la ciudadana de aquel país, Marianne Erize, no volviera
a esconderse detrás de la Ley de Obediencia debida que lo protege en
la Argentina.
Ya en la semana, la Fiscalía de París firmó la petición de
extradición de Olivera. La abogada Sophie Thonon, que representa la
familia Erize, se declara satisfecha y confía que en un plazo mínimo
de cuatro meses el represor argentino pueda comparecer ante la
justicia francesa.
La figura de Olivera es compleja. Ya desde el cuartel, describen su
“carácter inestable, agresivo y violento”.
"Un buchón, un informante, un intrigante", así lo recuerda al diario
Clarín, el senador justicialista argentino José Luís Gioja, quien en
1976 fue torturado por Olivera. En cuanto responsable de inteligencia
en el regimiento de Infantería 22 de San Juan, “este último – afirma
Gioja que sería uno de los testigos si se llegara a un juicio -
manejaba una camarilla de pendejones”, que dirigía en los operativos
de secuestro. Era él mismo quien detentaba el poder de decidir quien
saldría y quien desaparecería.
También habría sido él mismo quien, con un Ford Falcon, haya
secuestrado a Marianne y varios otros de los 44 desaparecidos
documentados en San Juan. Y hubiera sido él mismo a jactarse – según
el relato oído por Margarita Camus, quien estuvo detenida entre
noviembre de 1976 y diciembre de 1981, del conscripto Jorge Bonil –
junto a su cómplice coronel Eduardo Cardozo, de haber violado a ‘la
francesa’ antes de asesinarla”.
A pesar de sus crímenes, durante la dictadura Olivera es un personaje
secundario que actúa en un escenario periférico. Se acoge a los
beneficios de la Ley de Obediencia Debida y se retira en 1993
comenzando una nueva vida como abogado. Construirá su carrera sobre
los mismos argumentos sobre los cuales sus abogados intentarán
salvarlo de la cadena perpetua que lo espera si llegará a cumplimento
el juicio para el asesinado de Marianne Erize.
Como primera medida ya ha declarado oponerse a su extradición,
repitiendo en parte el esquema del caso Pinochet y planteando así una
nueva larga batalla legal cuyo argumento central es la
territorialidad del juicio y las relaciones desiguales de soberanía.
Su abogado y socio, Jorge Appiani, lo declara victima de secuestro y
neocolonialismo.
Más allá del objetivo de impedir el juicio de un acusado por crímenes
contra la humanidad, es un argumento que - frente a un tribunal
internacional que va naciendo en estos meses sólo bajo la garantía de
inmunidad para los crímenes cometidos por ciudadanos estadounidenses -
cobra y cobrará más fuerza en la medida en que la eficiencia de
estos tribunales alcancen aquellos crímenes cometidos en el tercer
mundo dejando impunes los cometidos por ciudadanos del primero.
En este contexto, Jorge Olivera es un personaje, no tanto por su
“cursus honorum” de represor durante la dictadura, sino por su
actuación como abogado. Con los mismos argumentos – salpicados con
gotas de nacionalismo barato - junto a la defensa de sus superiores
de entonces, Massera y Suárez Mason en el juicio de Roma por los
desaparecidos de origen italiano, llega a su país hasta a alcanzar
algo de popularidad en ambientes insospechables de simpatías hacia el
régimen militar. El pasado 4 de julio presenta una demanda ante el
Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, contra la ex primera
ministra británica Margaret Thatcher, a la que acusa de crímenes de
guerra cometidos en el hundimiento del crucero argentino “Belgrano”
durante la guerra en las Malvinas/Falklands, en 1982.
Es una demanda sin éxito pero que hoy en día les permite a los suyos
de ventilar un complot internacional.
Lejano y hasta incomodo es el personaje Olivera para el gobierno
argentino que, hasta ahora, se mantiene al margen, sosteniendo que
Olivera no tiene juicios pendientes en la Argentina – y en esto
diferenciándose del caso Pinochet – no se puede invocar el principio
de extraterritorialidad, fulcro de la política de la Casa Rosada en
el tema. Así, desde la “Subsecretaría para los derechos humanos”
dirigida por Diana Conti, se marca Olivera de “provocador” por su
actuación de entorpecimiento de los “Juicios por la Verdad”. Como
abogado de ex militares acusados por violaciones de los derechos
humanos, Olivera intenta contrarrestar los "Juicios por la verdad"
con demandas para investigar los asesinatos de militares atribuidos a
los opositores de la dictadura. El represor, hoy abogado, se
distingue así en la enésima transformación de las victimas en
verdugos y resucitando la mal parida, pero útil, teoría de los dos
demonios. Detrás del intento de hundir los “juicios por la verdad”,
elaborados por Olivera en el marco del sofisma del “recuerdo
completo” estaría – según lo que escribe Horacio Verbitsky – el
actual jefe del ejercito argentino, General Ricardo Brinzoni.
Y Marta Rabassi, esposa de Olivera, afirma que el mismo Brinzoni,
asegure apoyo institucional para la liberación de su marido. A
Rabassi y Brinzoni, contesta indirectamente el ministro de Justicia,
Ricardo Gil Lavedra: “Olivera recibe la misma asistencia consular de
los otros 90 ciudadanos argentinos actualmente presos en Italia y –
subraya el ministro – nada más”.
Olivera cayó en la telaraña de la justicia internacional en el
aeropuerto “Leonardo da Vinci” de Roma. Confirmado el arresto queda a
disposición de la justicia en una celda de la cárcel de Regina Coeli,
en Roma.
Cómo pudo un hombre que figura en la lista de los 98 represores
procesados en España por el juez Baltasar Garzón, que los acusa de
terrorismo y genocidio, haberse tomado el riesgo de unas vacaciones
en Italia es inexplicable. Y es la primera vez que un militar
argentino con antecedentes de torturador comete la ligereza de
hacerse arrestar fuera de Argentina. Los “carabinieri” que lo han
interceptado en el banco de la facturación en Fiumicino, se han
encontrado con un tranquilo profesional de vacaciones en Italia para
celebrar sus 50 años de edad y sus 25 de matrimonio. 25 años de
casado; la coincidencia es casi perfecta. Pocas semanas después de
casarse habrá cumplido con su “Obediencia Debida” o habrá cedido a su
“carácter inestable, agresivo y violento”, secuestrando, violando y
asesinando Marianne Erize, si así serán comprobadas las acusaciones?
Mariannne Erize, la joven de pasaporte francés cuyo asesinado ha
incriminado a Olivera, tiene una historia peculiar entre las obscuras
y a menudo todavía nunca denunciadas desapariciones en el interior
argentino. Hija de colonos franceses, entre los 18 y los 20 años
tiene una rápida y exitosa carrera de modelo pero prefiere dedicarse
a otras cosas. Vive el 68 entre París y la España donde todavía
funciona la garrota franquista. Se acompaña con el guitarrista Paco
de Lucia y es posible que haya sido en su honor que Joan Manuel
Serrat escribe el tema “La Montonera”, banda sonora de la película
"Cazadores de utopias".
Vuelve a la Argentina, trabaja en los barrios más pobres. Es cercana
al Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo y al padre
Carlos Mugica. En el velorio con motivo de las víctimas de la masacre
de Trelew, en 1972, conoce Daniel Rabanal, militante montonero y su
compañero desde entonces. Se trasladan a Mendoza. El cae preso y ella
se queda en la zona de San Juan, desconectada y indefensa. Será fácil
víctima de las patotas de la recién estrenada dictadura. La
secuestran el 15 de octubre de 1976, a los 24 años. La llevan en el
centro clandestino de “La Marquesina”. Ya el día 21 a la familia
llegan rumores de su muerte.
En paralelo con el caso Olivera la justicia italiana tomó también
otra decisión de signo opuesto. El ciudadano chileno Jaime Yovanovic
Prieto, ex preso y exiliado político y miembro del MIR, profesor de
derecho alternativo en la Universidad de San Pablo en Brasil, había
sido detenido el mismo domingo 6 al final del encuentro
antiimperialista de Asís donde había participado en la formación de
un Frente internacional anti-imperialista que supere Seattle.
Yovanovic, acusado de complicidad en el asesinato, en 1983, del
general Carlos Urzua, cercano al dictador Augusto Pinochet, ha pasado
cuatro días detenido para ser luego puesto en libertad bajo orden del
ministro italiano de Justicia, Piero Fassino. Fassino ha fundamentado
su decisión en el hecho que siendo el pedido emitido por un tribunal
militar de una dictadura, seguían existiendo las características de
un juicio político y que la ley italiana impide la extradición hacia
países donde sea vigente la pena de muerte. A pesar de la noticia
aparentemente positiva, el profesor Yovanovic ha sido expulsado del
área del tratado de Schengen – aquél que regula la libertad de
movimiento para los ciudadanos del primer mundo y limita la de los
demás - a pedido del gobierno alemán y ha vuelto a Brasil siendo
todavía existente el pedido de captura chileno. Muchos observadores
han leído en la doble actitud del gobierno de Roma – que no podía
repetir otro caso Ocalan - una manera de advertir exiliados y
movimiento antagonista que no pasen el límite para no incurrir en la
represión.