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Messico, seconda lettera del Subcomandante Marcos a Luis Villoro - interscambio epistolare su Etica e Politica -
- Subject: Messico, seconda lettera del Subcomandante Marcos a Luis Villoro - interscambio epistolare su Etica e Politica -
- From: "gaia.capogna at tin.it" <gaia.capogna at tin.it>
- Date: Wed, 13 Apr 2011 13:42:06 +0200 (CEST)
DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA, INDIVIDU@S Y COLECTIV@S.
(Carta Segunda a Luis Villoro en el Intercambio Epistolar sobre Ética y
Política)
Abril del 2011.
“Si en el cielo hay unanimidad, apartadme un lugar en el infierno”
(SupMarcos. Instrucciones para mi muerte II)
I.- LA PROSA DE LA CALAVERA.
Don Luis:
Salud y saludos maestro. Esperamos de veras que se encuentre mejor de
salud y que la palabra sea como esos remedios caseros que alivian
aunque
nadie sabe cómo.
Cuando inicio estas líneas, el dolor y la rabia de Javier Sicilia
(lejano a la distancia pero cercano en ideales desde antaño) se hacen
eco que reverbera en nuestras montañas. Es de esperar y de esperanza
que
su legendaria tenacidad, así como ahora convoca nuestra palabra y
acción, alcance a agrupar las rabias y dolores que se multiplican en
suelos mexicanos.
De Don Javier Sicilia recordamos sus críticas irreductibles pero
fraternas al sistema de educación autónoma en las comunidades indígenas
zapatistas y su terquedad al recordar periódicamente, al finalizar su
columna semanal en la revista mexicana PROCESO, el pendiente del
cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.
La tragedia colectiva de una guerra insensata, concretada en la
tragedia
particular que lo hirió, ha colocado a Don Javier en una situación
difícil y delicada. Muchos son los dolores que esperan encontrar eco y
volumen en sus reclamos de justicia, y no son pocas las inquietudes que
esperan que su voz acuerpe, que no dirija, las ignoradas voces de
indignación.
Y también ocurre que en torno a su figura agigantada por el digno
dolor,
acechen los buitres carroñeros de la política de arriba, para quienes
una muerte vale sólo si suma o resta en sus proyectos individuales y de
grupúsculos, aunque se escondan detrás de una representatividad.
¿Un nuevo asesinato se hace visible? Pues entonces hay que ver cómo
afecta eso la pueril contabilidad electoral. Para allá arriba importan
las muertes si pueden incidir en la agenda electoral. Si no se pueden
capitalizar en encuestas y tendencias de preferencia electoral,
entonces
vuelven a la lúgubre cuenta donde las muertes ya no importan, aunque
sean decenas de miles, porque vuelven a ser un asunto individual.
Ignoro, al momento de escribirle estas palabras, los pasos que sigue
ese
dolor que convoca. Pero su reclamo de justicia, y todos los que en él
se
sintetizan, merecen nuestro respeto y apoyo, aún con nuestro pequeño
ser
y nuestras grandes limitaciones.
En el ir y venir de las noticias sobre ese suceso, se recuerda que Don
Javier Sicilia es poeta. Tal vez por eso su persistente dignidad.
En su muy particular estilo de ver y explicar el mundo, el Viejo
Antonio, ese indígena que fue maestro y guía de todos nosotros, decía
que había personas que eran capaces de ver realidades que aún no
existían y que, como no existían tampoco las palabras para describir
esas realidades, entonces tenían que trabajar con las palabras ya
existentes y acomodarlas de un modo extraño, en parte canto y en parte
profecía.
El Viejo Antonio hablaba de la poesía y de quienes la hacen. (yo
agregaría a quienes la traducen, porque l@s traductor@s de la poesía
que
habla lenguas lejanas también deben ser un mucho hacedor@s de poesía).
Los poetas, las poetisas, ¿ven más lejos o ven de otro modo? No lo sé,
pero buscando algo que, dicho en el pasado, hablara del presente que
nos
duele y del futuro incierto, encontré este escrito de José Emilio
Pacheco que me mandó hace tiempo un mi hermano mayor y que viene al
pelo
para que nadie entienda:
Prosa de la Calavera.
Como Ulises me llamo Nadie. Como el demonio de los Evangelios mi nombre
es Legión. Soy tú porque eres yo. O serás porque fui. Tú y yo. Nosotros
dos. Vosotros, los otros, los innumerables ustedes que se resuelven en
mí.
(…)
Después fui, al punto de convertirme en lugar común, símbolo de la
sabiduría. Porque lo más sabio es también lo más obvio. Como nadie
quiere verlo de frente nunca estará de sobra repetirlo: No somos
ciudadanos de este mundo sino pasajeros en tránsito por la tierra
prodigiosa e intolerable.
Si la carne es hierba y nace para ser cortada, soy a tu cuerpo lo que
el
árbol a la pradera: no invulnerable, tampoco perdurable, sí material
más
empecinado o resistente.
Cuando tú y todos los nacidos en el hueco del tiempo que te fue dado en
préstamo acaben de representar su papel en este drama, esta farsa, esta
trágica y bufa comedia, yo permaneceré por largos años: descarnada
desencarnada.
Serena mueca, secreto rostro que te niegas a ver (arráncate la máscara:
en mí hallarás tu verdadera cara), aunque lo sabes íntimo y tuyo y
siempre va contigo.
Y lleva adentro, en fugaces células que a cada instante mueren por
millones, todo lo que eres: tu pensamiento, tu memoria, tus palabras,
tus ambiciones, tus deseos, tus miedos, tus miradas que a golpes de luz
erigen la apariencia del mundo, tu alejamiento o entendimiento de lo
que
realmente llamamos realidad.
Lo que te eleva por encima de tus olvidados semejantes, los animales, y
lo que te sitúa por debajo de ellos: la señal de Caín, el odio a tu
especie, tu capacidad bicéfala de hacer y destruir, hormiga y carcoma.
(…)
Porque voy con ustedes a todas partes. Siempre con él, con ella,
contigo, esperando sin protestar, esperando. De los ejércitos de mis
semejantes se ha forjado la historia. De la pulverización de mis añicos
está amasada la tierra.
(…)
Así, quién lo diría, yo -máscara de la muerte- soy la más profunda
entre
tus señales de vida, tu huella final, tu última ofrenda de basura al
planeta que ya no cabe en sí mismo de tantos muertos. Si bien sólo
perduraré por breve tiempo, de todos modos muy superior al que te
concedieron.
(…)
Toda belleza y toda inteligencia descansan en mí, y me repudias. Me ves
como señal del miedo a los muertos que se resisten a estar muertos, o a
la muerte llana y simple: tu muerte. Porque sólo puedo salir a flote
con
tu naufragio. Sólo cuando has tocado fondo aparezco.
Pero a cierta edad me insinúo en los surcos que me dibujan, en los
cabellos que comparten mi gastada blancura. Yo, tu verdadera cara, tu
apariencia última, tu rostro final que te hace Nadie y te vuelve
Legión,
hoy te ofrezco un espejo y te digo: Contémplate.
(José Emilio Pacheco, “Prosa de la calavera”, en “Fin de siglo y otros
poemas”, México, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación
Pública, Lecturas Mexicanas No. 44, 1984, pp. 114-117)
II.- LA PERTINENCIA DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA.
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala
calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”
Bertold Brecht.
La guerra de arriba sigue, y su paso de destrucción pretende también
que
todos empecemos a aceptar ese horror cotidiano como si fuera algo
natural, algo imposible de cambiar. Como si la confusión reinante fuera
premeditada y pretendiera democratizar una resignación que inmoviliza,
que conforma, que derrota, que rinde.
En tiempos en que se organiza la confusión y se ejerce conscientemente
la arbitrariedad, es preciso hacer algo.
Y un algo es tratar de desorganizar esa confusión con la reflexión
crítica.
Como podrá ver en las misivas que le adjunto, Don Luis, se han sumado a
este intercambio de reflexiones sobre la Ética y la Política, Carlos
Antonio Aguirre Rojas, Raúl Zibechi, Sergio Rodríguez Lascano y Gustavo
Esteva. Esperamos que más pensamientos se vayan agregando a este
espacio.
Quisiera tocar en esta segunda carta nuestra, algunos de los puntos que
toca usted en su respuesta y que, directa o indirectamente, también
señalan nuestros corresponsales que lanzan sus ideas desde la Ciudad de
México, Oaxaca y el Uruguay.
Todos abordan, con sus particularidades, es decir, en su calendario y
su
geografía propios, este asunto de la reflexión crítica. Estoy seguro
que
ninguno de nosotros (usted, ellos, nosotros) pretendemos que se
establezcan verdades inamovibles. Nuestro propósito es arrojar piedras,
bueno, ideas, al estanque aparentemente tranquilo del quehacer teórico
actual.
El símil que uso de la piedra va más allá de la retórica de una
superficie momentáneamente agitada por la piedra. Se trata de llegar al
fondo. De no conformarse con lo evidente, sino atravesar con
irreverencia el estanco estanque de las ideas y llegar al fondo, abajo.
En la época actual la reflexión crítica está aparentemente estancada. Y
digo aparentemente si es que uno se atiene a lo que en los medios
impresos y electrónicos se presenta como reflexión teórica. Y no se
trata sólo de que lo urgente haya desplazado a lo importante, en este
caso, los tiempos electorales a la destrucción del tejido social.
Se dice, por ejemplo, que el año que nos preocupa, el 2011, es un año
electoral. Bueno, también lo fueron todos los años anteriores. Es más,
la única fecha que no es electoral en el calendario de arriba es… el
día
de las elecciones.
Pero ya se ve que la inmediatez difícilmente puede diferenciar lo que
pasó ayer de lo que pasó hace 17 años.
Salvo las “molestas” interrupciones de catástrofes naturales y humanas
(porque los crímenes cotidianos de esta guerra son una catástrofe), los
teóricos de arriba, o los pensadores de lo inmediato, vuelven una y
otra
vez sobre el tema electoral… o hacen malabarismos para ligar cualquier
cosa al tema electoral.
La teoría chatarra, como la comida ídem, no nutre, sólo entretiene. Y
de
eso parece tratarse si nos atenemos a lo que aparece en la gran mayoría
de los diarios y revistas, así como en los paneles de “especialistas”
de
los medios electrónicos de nuestro país.
Cuando estos expendedores de teoría chatarra miran hacia otras partes
del Mundo y deducen que las movilizaciones que derrocan gobiernos son
productos de celulares y redes sociales, y no de organización,
capacidad
de movilización y poder de convocatoria, expresan, a más de una
ignorancia supina, el deseo inconfeso de conseguir, sin esfuerzo, su
lugar en “LA HISTORIA”. “Twittea y ganarás los cielos” es su moderno
credo.
Y, al igual que los “productos milagro”, estos exaltadores del
Alzheimer
teórico y político, promueven soluciones fáciles para el caos social
actual.
A nadie se le ocurre que, tal y como lo presenta la publicidad, si usa
tal loción para caballero o tal perfume para dama se verá
instantáneamente en Francia, al pie de la Torre Eiffel, o en los bares
del Londres de arriba.
Pero, al igual que los productos milagros que prometen bajar de peso
sin
hacer ejercicio y atascándose de comida, y hay personas que lo creen,
también hay quien cree que se puede tener libertad, justicia y
democracia con sólo tachar una boleta a favor de la permanencia del
Partido Acción Nacional, del arribo del Partido de la Revolución
Democrática o del regreso del Partido Revolucionario Institucional.
Cuando esta gente sentencia que sólo hay una opción, la vía electoral o
la vía armada, no sólo demuestra su falta de imaginación y de
conocimiento de la historia nacional y mundial. También, y sobre todo,
vuelve a tejer la trampa que sirvió de argumento para la intolerancia y
la exigencia de una unanimidad fascista y retrógrada para uno u otro
lado del espectro político.
“Brillante” análisis éste que se plantea la urgencia de definiciones…
frente a las opciones que imponen los de arriba.
Pero de las falsas opciones alerta muy bien Gustavo Esteva en su texto,
y creo que da para un tema especial de este intercambio a la distancia.
En lugar de tratar de imponer sus endebles axiomas, podrían optar por
debatir, por argumentar, por tratar de convencer. Pero no. Se trató y
se
trata de imponer.
Creo sinceramente que no les interesa debatir en serio. Y no sólo
porque
no tienen argumentos de peso (hasta ahora todo es un listado de buenas
intenciones e ingenuidades que rayan en lo patético, donde el Partido
Acción Nacional demuestra que el “modo Fox” no es un caso aislado sino
toda una escuela de dirigentes en ese partido, donde el Partido
Revolucionario Institucional predica el autismo frente a la historia
propia, donde el vario pinto de la autodenominada izquierda
institucional pretende convencer con consignas a falta de argumentos),
sino porque no se trata de cambiar nada de fondo.
Es hasta cómico ver cómo se hacen malabares para encantar a las masas
(sí, las desprecian pero las necesitan) y al mismo tiempo cortejar sin
rubor al poder económico.
De lo que se trata, para ellos, es precisamente de maniobrar en el
estrecho margen de los escombros del Estado Nacional en México para
tratar de exorcizar una crisis que, cuando reviente, habrá de barrer
también con ellos, es decir, con la clase política en su conjunto. En
suma: para ellos es una cuestión de supervivencia individual.
La vocación de soplones, delatores y gendarmes le sienta bien a esta
chatarra teórica que alentó la histeria intelectual y artística,
primero
en contra del movimiento estudiantil de 1999-2000 y su Consejo General
de Huelga, y después contra todo lo que no aceptara las directivas de
esta gavilla de policías del pensamiento y la acción.
Se trata de establecer una diferenciación que es más bien un exorcismo:
están ellos, los bien portados, es decir, los civilizados, y están los
otros, los bárbaros.
En su endeble tinglado teórico están, por un lado (y arriba), l@s
individu@s brillantes, sapientes, mesurados, prudentes; y por el otro
lado (y abajo) está la masa oscura, ignorante, arrebatada y provocadora.
Del lado de allá: los prudentes y maduros usurpadores de la
representatividad de las mayorías.
Del lado de acá: las minorías violentas representándose sólo a ellas
mismas.
-*-
Pero supongamos que les interesa debatir y convencer.
Discutamos, por ejemplo, las reales consecuencia del proyecto
transexenal de Acción Nacional de cambiar una conocida estrofa del
Himno
Nacional mexicano y en su lugar poner “Piensa, ¡Oh Patria Querida!, que
el cielo una víctima colateral en cada hijo te dio” y frente al cual
ninguno de los otros partidos ha planteado una alternativa puntual y
firme.
O las supuestas bondades del regreso del Revolucionario Institucional y
el consecuente refrendo de toda una cultura de corrupción y crimen que
empapó al conjunto de la clase política de México.
O las posibilidades reales del proyecto de dar marcha atrás a la rueda
de la historia y volver al Estado Benefactor que es la propuesta de la
aún endeble coalición de oposición.
Todos, además de detestar la reflexión teórica (claro, la que no sea
una
púber autocomplacencia), se plantean un imposible: mantener, rescatar o
regenerar los escombros de un Estado Nacional que dio a luz y acuerpó
al
sistema de partidos de Estado. Ése que encontró en el Partido
Revolucionario Institucional su mejor espejo y frente al cual toda la
clase política de arriba hoy se esmera en acicalarse.
¿O no se han dado cuenta de hasta qué punto están destruidas las bases
de ese Estado? ¿Cómo mantener, rescatar o renovar un cadáver? Y aún
así,
hace tiempo que la clase política y analistas que la acompañan se
esmeran en vano en embalsamar las ruinas.
Pero se entiende, la ignorancia no es condenable. Claro, a menos que se
vista de sabiduría.
No es posible, decimos nosotros, plantearse cualquier tipo de solución
al desastre del Estado Nacional sin tocar al sistema responsable de esa
ruina y de la pesadilla que puebla todo el país.
Hay soluciones, decimos nosotros, pero sólo pueden nacer de abajo, de
una propuesta radical que no espera a un consejo de sabios para
legitimarse, sino que ya se vive, es decir, se lucha en varios rincones
de nuestro país. Y que es, por tanto, no una propuesta unánime en su
forma, en su modo, en su calendario, en su geografía. Es decir, es
plural, incluyente, participativa. Nada que ver con las unanimidades
que
pretenden ser impuestas por azules, amarillos, rojos, verdes, rosas, y
comparsas que los acompañan.
Pero nosotros reconocemos que podemos estar equivocados. Que puede ser,
es un supositorio, que la destrucción perpetrada aún deje un margen de
maniobra para rehacer desde arriba el tejido social.
Pero en lugar de alentar un debate serio y profundo, se nos pide que
volvamos a callar y, otra vez, se nos impele de nuevo a apoyar a
nuestros perseguidores, a quienes, por ejemplo, dan cobijo con sus
palabras o su silencio a personas como Juan José Sabines Guerrero,
quien
desde el gobierno de Chiapas persigue y reprime a los que no se unen al
falso coro de loas a sus mentiras hechas gobierno, a quien persigue a
los defensores de los derechos humanos en la Costa y Altos de Chiapas y
a los indígenas de San Sebastián Bachajón que se niegan a prostituir su
tierra, a quien alienta la acción de grupos paramilitares en contra de
las comunidades indígenas zapatistas.
Porque quienes realmente conocen lo que se está haciendo y deshaciendo
en Chiapas y no temen, han renombrado el lema de Sabines y ahora lo
llaman “Deshechos, no palabras”. Sabines Guerrero es lo que mejor
representa a la putrefacta clase política mexicana: tiene el apoyo del
PAN, del PRI, del PRD y del movimiento de AMLO; es generoso con los
medios para que digan lo que conviene y callen lo que no le conviene;
mantiene una apariencia que a nadie le parece importar que sea eso, una
apariencia presta a hacerse añicos en cualquier momento; y gobierna
como
si del aplicado capataz de una hacienda porfirista se tratara.
Y todavía se nos exige “hacerle aportes críticos constructivos” a un
movimiento dirigido y conducido para repetir la misma historia, con
otros nombres, de opresión.
¿Cuándo van a entender que existen individuos, grupos, colectivos,
organizaciones, movimientos, a quienes no nos interesa cambiar lo que
está arriba ni renovar (es decir, reciclar) una clase política que no
es
más que un parásito?
Nosotros no queremos cambiar de tiranos, de dueños, de amos o de
salvadores supremos, sino no tener ninguno.
Pero en fin, si algo hay que agradecer a lo ocurrido allá arriba, es
que
ha develado una vez más la pobreza teórica y la evidente debilidad
estratégica de quienes se proponían y proponen mantener, relevar o
reciclar a los de arriba para exorcizar la rebelión de los de abajo.
Creo sinceramente que una reflexión crítica profunda debiera tratar de
apartar la mirada del hipnótico carrusel de la clase política y ver
otras realidades.
¿Qué tienen qué perder? En todo caso, tendrán más argumentos para
autoerigirse en “la única alternativa posible”. Después de todo, l@s
otr@s son taaan pequeñ@s y (¡uff!) taaan radicales.
Aunque tal vez alcancen a ver…
Que el heroico esfuerzo de colectivos anarquistas y libertarios por
sustraerse de la lógica del mercado capitalista es efecto y causa de un
pensamiento radical. Y que el futuro tiene su apuesta principal en los
pensamientos radicales. Así que bien harían en ver con respeto ese
variopinto modo de tener identidad propia: los piercings, tatuajes,
estoperoles, las greñas multicolores y demás parafernalia que tanto les
repulsa.
O la lucha de organizaciones sociales de izquierda independiente, que
optan por organizar choferes, mini-micro-nano comerciantes y colonas
(lo
que sea de cada quien, las hembras también ahí son mayoría), en lugar
de
organizar automovilistas, cámaras de comercio y asociaciones vecinales
VIP, y que pueden dar cuenta de cambios importantes en sus condiciones
de vida. Y no por la vía del asistencialismo electoral disfrazado de
gestoría, sino por la organización del colectivo con proyectos
inmediatos, mediatos y de largo plazo. Por algo es que se mantienen
independientes y así resisten.
O la legendaria resistencia de los pueblos originarios. Si alguien sabe
de dolor y lucha, son ellos.
O la digna rabia de las madres y padres de asesinad@s, desaparecid@s,
pres@s. Porque bien harían en recordar que en este país no pasa nada…
hasta que las mujeres deciden que pase.
O la indignación cotidiana de obrer@s, emplead@s, campesin@s,
indígenas,
joven@s frente al cinismo de los políticos sin distinción de color.
O la empecinada lucha de l@s trabajador@s del Sindicato Mexicano de
Electricistas a pesar de, ellos sí, tener en contra una gigantesca
campaña mediática, represión, cárcel y amenazas y hostigamientos.
O la persistente lucha por la libertad a l@s pres@s polític@s y la
presentación con vida de los desaparecidos.
¿O no? ¿La democracia que quieren ellos no es sino una amnesia
administrada a conveniencia? ¿Se escoge qué ver y así se elige qué
olvidar?
III.- ¿EL INDIVIDUO CONTRA EL COLECTIVO?
En su misiva, Don Luis, toca usted el tema del individuo y del
colectivo. Una añeja discusión de arriba los contrapone y ha usado eso
para hacer la apología de un sistema, el capitalista, frente a las
alternativas que surgen frente a él como resistencia.
El colectivo, se nos dice, borra la individualidad, la subyuga. Y
entonces, en un salto teórico ramplón, se pasa a cantar alabanzas al
sistema donde, se repite, cualquier individuo puede llegar a ser lo que
sea, bueno o malo, porque existe la garantía de libertad.
Se me ocurre que esto de la “libertad” es algo sobre lo que habría que
bordar más a fondo, pero tal vez sea en otra ocasión, por ahora
volvamos
al individuo… o individua, según el caso o cosa.
El sistema canta loas al individuo de arriba o al de abajo.
Al de arriba porque el resaltar su individualidad buena o mala,
eficiente o deficiente, brillante u oscura, escamotea la
responsabilidad
de una forma de organización de la sociedad. Así tenemos que hay
individuos gobernantes malos… o más malos (perdón, no encontré ninguno
que me permitiera poner “o buenos”), individuos de poder económico
ídem,
etcétera.
Si el individuo de arriba es perverso, torpe, cruel y terco (lo sé,
parece que estoy dando la media filiación de Felipe Calderón Hinojosa),
entonces lo que se tiene que hacer es quitar a ese individuo malo y
poner en su lugar a un individuo bueno. Y si no hay individuos buenos,
pues entonces al menos malo (lo sé, parece que estoy repitiendo una
consigna electoral de hace 5 años y pronta a reciclarse).
El sistema, es decir, la forma de organización social, queda intacto. O
sujeto a las variaciones permisibles. Es decir, se pueden hacer algunos
cambios, pero sin que cambie lo fundamental, a saber: hay unos pocos
que
están arriba, unos muchos que están abajo, y los que están arriba lo
están a costa de los que están abajo.
Y al individuo de abajo se le aplaude y se le admira porque la rebeldía
individual no es capaz de poner en serio peligro el funcionamiento de
esa forma de organización social. O se le ridiculiza y ataca porque el
individuo es vulnerable.
Permítaseme entonces una arbitrariedad retórica: digamos que los
anhelos
fundamentales de todo ser humano son: vida, libertad, verdad. Y que tal
vez se puede hablar de una graduación: mejor vida, más libertad, mayor
conocimiento.
¿Es posible que el individuo pueda alcanzar a plenitud estas
aspiraciones y sus respectivas gradaciones en un colectivo? Nosotros
creemos que sí. En todo caso, estamos seguros de que no puede
alcanzarlas sin el colectivo.
“¿En dónde, con quién, contra qué?”. Éstas, decimos nosotros, son las
preguntas cuya respuesta define el lugar del individuo y del colectivo
en una sociedad, en un calendario y una geografía precisos.
Y no sólo. También definen la pertinencia de la reflexión crítica.
Antes dije que estas reflexiones colectivas no pretenden alcanzar la
verdad general, pero sí tratan de alejarse de la mentira unánime que
desde arriba se nos trata de imponer.
-*-
Y sólo unas palabras sobre esfuerzos que ahora parecen de individuos
solitarios.
A quienes critican las distintas iniciativas que, aún dispersas, surgen
del dolor social, habría que recordarles que, al juzgar y condenar a
quien hace algo, están absolviendo a quien nada hace.
Porque acabar con la arbitrariedad, desorganizar la confusión, parar la
guerra, son tareas colectivas.
IV.- LO QUE VA A PASAR.
El mundo como ahora lo conocemos será destruido. Desconcertados y
maltrechos, nada podrán responder a sus cercanos cuando les pregunten
“¿Por qué?”
Primero serán movilizaciones espontáneas, violentas y fugaces. Luego un
reflujo que les permitirá respirar tranquilos (“¡uf! ya pasó, mi
buen”).
Pero después vendrán nuevos levantamientos, pero organizados porque
participarán colectivos con identidad.
Entonces verán que los puentes que destruyeron, creyendo que habían
sido
erigidos para ayudar a los bárbaros, no sólo serán imposibles de
reconstruir, también se darán cuenta de que esos puentes eran para ser
ayudados.
Y dirán ell@s que vendrá una época de oscurantismo, pero no será sino
simple rencor porque la luz que pretendían detentar y administrar no
servirá absolutamente para nada a esos colectivos que se hicieron de su
propia luz, y con ella y en ella andan y andarán.
El mundo ya no será el mismo mundo. Ni siquiera será mejor. Pero se
habrá dado una nueva oportunidad de ser el lugar donde la paz sea
posible de construir con trabajo y dignidad, y no un continuo ir contra
corriente en medio de una pesadilla sin fin.
Entonces, puesto que poesía, en una pinta sobre un muro derruido se
leerán estas palabras de Bertold Brecht:
Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos
hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los
tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país
como
de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde
sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo,
sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.
También
la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente,
nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no
pudimos
ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre
sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia.
Vale Don Luis. Salud y que la inmovilidad no triunfe de nuevo.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Abril del 2011.
P.D.- Ya para terminar esta misiva, otra vez la muerte llegó con su
imprevisto paso a un camino compañero. Felipe Toussaint Loera, un
cristiano de esos que creen en la necesidad de la justicia terrenal, se
fue una tarde de este caluroso abril. De Felipe y de otr@s como él son
de quienes hablábamos en textos recientes. Él fue y es parte de esa
generación de hombres y mujeres que han estado del lado de los
indígenas
cuando no estaban aún de moda y también cuando dejaron de estarlo. Lo
recuerdo en una de las reuniones preparatorias de La Otra Campaña, en
el
2005, ratificando su empeño en inscribir su historia individual en la
historia de un colectivo renaciendo una y otra vez. Saludemos su vida,
porque en ella, a las preguntas “¿dónde?, ¿con quién?, ¿contra qué?”
Felipe se respondió: “abajo, con los indígenas que luchan, contra el
sistema que los explota, los despoja, los reprime y los desprecia”.
Todas las muertes de abajo duelen, pero hay unas que duelen más cerca.
La de Felipe es como si algo muy nuestro nos faltara.
--
CedoZ
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