Elecciones en Guatemala



11 de noviembre del 2003

Marcelo Colussi La Insignia.
Guatemala, noviembre del 2003.


El domingo 9 de noviembre tuvieron lugar las elecciones generales en
Guatemala. En un clima de tensa calma precedida de campañas vestidas de
luto, con muertos, heridos, amenazas, secuestros, y con la inscripción
fraudulenta como candidato presidencial del ex dictador y actual presidente
del Congreso, el general Ríos Montt, con la perspectiva tanto de presunto
fraude como de posibles acciones violentas por parte del actual partido de
gobierno -el Frente Republicano Guatemalteco, FRG-, más de cinco millones de
electores asistieron a las urnas.
Si bien se registraron bastantes problemas organizativos -errores en los
padrones, exasperante lentitud en el proceso de emisión de votos, algunos
incidentes violentos en algunas pocas mesas- en términos generales el
proceso eleccionario puede catalogarse de exitoso. Contrariamente a lo que
la oposición y buena parte de la ciudadanía esperaba, no hubo una política
descarada de sabotaje a las elecciones por parte del partido gobernante, lo
que se suponía podía ayudarles a mantenerse en el poder al minimizar así un
voto castigo. La población acudió masivamente a los centros de votación y en
general no se presentaron disturbios serios como se podía suponer a partir
de una polarización enorme que antecedió la fecha cívica: vaticinadas tomas
de carreteras y hechos intimidatorios por parte de los ex patrulleros de
autodefensa civil (paramilitares en la pasada guerra) -alineados al FRG-,
provocaciones violentas de pandillas al servicio del mismo, obstaculización
de la logística. En buena medida ayudó a la transparencia de todo el proceso
la enorme cantidad de observadores electorales, tanto internacionales (de la
Organización de Estados Americanos y de la Unión Europea, fundamentalmente),
así como de la sociedad civil organizada.
Aunque el conteo de los votos es lento, y recién hay escrutado un pequeño
porcentaje, la tendencia a nivel nacional permite ya tener un primer
panorama. Dos elementos son los relevantes: 1) va a haber segunda vuelta, y
2) el partido del dictador Ríos Montt perdió.
A diez horas de cerrados los comicios, de acuerdo con los primeros datos
aportados por el Tribunal Supremo Electoral, ninguna de las opciones
políticas presentadas pudo alzarse con la victoria en esta primera ronda.
Las tendencias al momento indican alrededor de un 40 % para la GANA, un 30 %
para la UNE y entre un 15 a 20 % para el FRG.
El gran capital, que disputaba cerradamente su proyecto político contra un
partido representante de los sectores mafiosos y enriquecidos ilícitamente
en estos últimos años como es el FRG, apostó por su candidato Oscar Berger,
apoyado por una coalición de partidos denominada GANA (Gran Alianza
Nacional). La inversión en publicidad fue enorme y, si bien no consiguió
ganar con mayoría absoluta ahora, logró desplazar a su contrincante Ríos
Montt de la carrera. Curiosidades de la historia: el gran capital vernáculo
y la oligarquía tenían en estos momentos como contrincante político no a la
ex guerrilla o a alguna propuesta con alguna inclinación medianamente
social, sino al jefe del ejército que años atrás, en medio de una
sanguinaria guerra "anti subversiva", le cuidara sus propiedades.
Contrincante que -paradojas de la historia- levantó en esta campaña un
discurso populista basado en "la defensa de los pobres" que él proponía
contra "la prepotencia de los ricos".
Pasa a la segunda vuelta, igualmente, un candidato inusual: Alvaro Colom,
representante de intereses diversos, ambiguos incluso. Presidenciable de la
ex guerrilla en la elección anterior, cuatro años atrás, tiene un perfil que
puede ir de la izquierda moderada a la socialdemocracia; persona no
confrontativa, atractiva, está apoyado por un partido de reciente formación:
la UNE (Unidad Nacional de la Esperanza), que recibe financiamientos de los
más diversos. Propietario industrial él mismo, propone una plan de gobierno
al menos no salvajemente neoliberal, centrado en ese engendro raro que es el
"capital social", con un discurso que puede prometer opciones si bien no de
izquierda, al menos populares. Para una segunda vuelta puede aparecer con
buenas posibilidades, dada la fuerza con que ha venido creciendo en estos
últimos tiempos.
Por otro lado -quizá esta es la buena noticia para la población
guatemalteca- la tendencia en el porcentaje obtenido por el ex dictador,
contrariamente a lo que se podía llegar a especular considerando el posible
fraude y la manipulación que su partido ha venido orquestando, fue realmente
bajo. No supera el 20 % por detrás del GANA y de la UNE, con lo que queda
fuera de carrera para la segunda vuelta. De todos modos debe verse cuáles
serán sus reacomodos puesto que, aunque no podrá competir por la
presidencia, su caudal de fuerza política no es nada despreciable; de hecho
mantendrá un importante número de diputados y de alcaldías. Sin dudas no
pactará nada con el candidato de la oligarquía, Oscar Berger; la cuestión
está por verse en relación a qué posibles acuerdos pueda establecer con la
fuerza de Alvaro Colom. Su salida de la primera línea de la política
nacional no asegura, de todos modos, que las mafias ligadas al ejército que
él representa hayan perdido la batalla.
Es digno de mencionarse que de once opciones partidarias presentadas, entre
candidatos a presidente y vicepresidente sólo había una mujer y un solo
indígena (ambos aspirantes a la vicepresidencia), en un país donde alrededor
del 55 % de su población es de origen maya. Salvo las tres principales
fuerzas -el GANA, la UNE y el FRG -, la gran mayoría de partidos inscriptos
tuvieron porcentajes minúsculos, muchos de ellos con menos del 1 % de los
votos, con lo que tienden a desaparecer como partido político. El papel de
la ex guerrilla, ahora transformada en organización política formal luego de
la firma de la paz hace ya casi 7 años, la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca -URNG- fue muy pobre, con un opaco 1 %, marcando con ello el
rezago que en todo el mundo presentan hoy las opciones de izquierda,
golpeadas hasta la saciedad por el discurso neoliberal.
Pasada la euforia de la primera vuelta, aunque todavía no hay recuento
definitivo oficial, y pensando en la segunda vuelta del 28 de diciembre
próximo, más allá de adelantar escenarios partidarios posibles, podemos ver
la situación de base de las propuestas presentadas y sacar las primeras
rápidas conclusiones. Y las mismas van, básicamente, en este sentido: gane
quien gane para la mayoría de guatemaltecos habrá "más de lo mismo".
Por supuesto que es importantísima la participación cívica de la población
en las elecciones; en este caso lo fue para detener la impunidad del actual
partido de gobierno y la de su figura principal, acusado de genocidio y
violación de la constitución nacional, además de actos de corrupción
escandalosos. Pero, amén de esta importante decisión popular, las mayorías
no tienen ante sí propuestas verdaderamente genuinas, no digamos ya de
cambios profundos, sino de mejoras elementales. Ninguna de las fuerzas
contendientes pone especial énfasis en los Acuerdos de Paz, firmados a fines
de 1996, las que constituyen una interesante agenda política de
transformación social. Ninguna de las fuerzas que pasan a la segunda vuelta,
más allá de las promesas de campaña, propone cambios reales en la estructura
económica de base, que sigue condenando a Guatemala a ser uno de los países
del mundo con mayor disparidad en la distribución de la renta nacional, con
indicadores sociales de los más pobres en el continente, con amplias
mayorías indígenas destinadas a seguir siendo mano de obra barata para una
aristocracia agroexportadora a la que no le interesa la modernización del
país. Ninguna de las fuerzas políticas que pasan a la segunda vuelta deja de
ser representante de los grandes capitales que se disputan, hoy por hoy, la
hegemonía en la administración del Estado: la oligarquía tradicional y los
grupos económicos que manejan el país desde hace 100 o más años, o los
nuevos ricos crecidos estas últimas dos décadas a la sombra del Estado
contrainsurgente de la pasada guerra y vinculados a negocios ilícitos, como
narcotráfico, lavado de dólares y crimen organizado. Ninguno de los futuros
contendientes, por otro lado, puede zafarse del corsé que significa la
obligada firma de los tratados de libre comercio con la potencia dominante
en la zona: los Estados Unidos de América. Igualmente, como decíamos arriba,
ninguna de las fuerzas políticas que se medirán en la segunda vuelta de
diciembre, tiene un probado compromiso con las grandes mayorías indígenas.
Son, ante todo, partidos capitalinos, con ideología preferentemente
conservadora. El caso de la UNE es una mezcla difusa de intereses, con una
figura medianamente progresista, pero sin ser de izquierda.
De todos modos, eso es lo que hay puesto sobre la mesa, eso es lo que la
realidad de la posguerra ofrece en la tierra del quetzal; por lo que, visto
en perspectiva, lo ocurrido este 9 de noviembre no deja de ser una buena
noticia. La población no tuvo miedo a votar y dijo no a la impunidad, no a
un genocida. En ese sentido Ríos Montt ya es historia. Está por verse si el
ganador de la futura vuelta se atreve a su enjuiciamiento por crímenes de
lesa humanidad.