Cuba: En la cuerda floja



Dalia Acosta y Patricia Grogg

LA HABANA, sep (IPS) - Romper el muro de silencio que rodea determinados
acontecimientos y conseguir la fuente que confirme una información ya
conocida por todos puede ser el mayor reto profesional para un corresponsal
extranjero en Cuba.
El corresponsal debe llegar a esta isla, de régimen socialista y
unipartidista, dispuesto a dejar a un lado lo aprendido en el ejercicio de
la profesión en otros lugares del mundo y adaptarse a las nuevas reglas.

"Conocer Cuba no es fácil y entenderla menos", dicen los cubanos.
Precisamente conocer, entender y aprender a moverse son los principales
desafíos de cualquier recién llegado. El o la reportera sabe que arriesga su
puesto, pero no la vida.

El último caso de un periodista asesinado en este país data de 1958.

El ecuatoriano Carlos Bastidas fue asesinado en La Habana luego de pasar dos
meses reportando para el periódico El Telégrafo de su país desde posiciones
de la guerrilla que combatía contra la dictadura de Fulgencio Batista
(1952-1958).

Sin embargo, unos diez reporteros extranjeros debidamente acreditados han
sido obligados a marcharse en los últimos 20 años por diversos motivos, no
siempre vinculados a la profesión.

Entre ellos figuran los franceses Noel Lorthiois y Andre Birukoff, el
español Santiago Aroca, el checo Michel Zermack y el húngaro Csaba Nagy,
acusados de distorsionar la información sobre el país o transmitir una
imagen o noticias falsas.

El último fue el ruso Konstantin Zhuravosky, corresponsal de la agencia
ITAR-TASS, expulsado cinco años atrás acusado de implicarse en una red
dedicada al juego ilegal conocido como "la bolita".

Otro fue el caso del argentino Fernando Ruiz Parra, quien a inicios de este
año fue detenido y devuelto a su país por ejercer el periodismo sin contar
con la correspondiente visa de ingreso ni haber intentado formalizar su
acreditación ante las autoridades.

"Las leyes migratorias cubanas establecen que para hacer periodismo hay que
solicitar la visa adecuada. Ruiz Parra no es para nosotros un periodista, es
un violador de la ley", dijo a IPS José Luis Ponce, director del Centro de
Prensa Internacional (CPI).

Creado hace 24 años, el CPI es la dependencia del Ministerio de Relaciones
Exteriores encargada de atender a la prensa extranjera. En la actualidad
están acreditados en la isla 164 corresponsales de 122 medios de prensa de
40 países.

En 2002, el CPI recibió más de 1.100 enviados especiales de 52 países, y
hasta mayo habían pasado por La Habana 650 periodistas con visa de tránsito
de 41 naciones.

A pesar de la distancia política entre Cuba y Estados Unidos, éste es el
país americano que muestra más similitudes con la isla respecto del
tratamiento legal a la prensa extranjera.

Para hacer periodismo en el país norteamericano se necesita una visa
especial, una carta del medio de comunicación que certifique el tiempo de
estancia, y la constancia del salario y del seguro médico para demostrar que
no se será una carga para el Estado.

En febrero, el periodista iraquí Mohammad Hassan Allawi, acreditado ante la
sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, fue obligado a
abandonar el país porque su presencia perjudicaba intereses de la seguridad
nacional.

No hubo pruebas contra Allawi. Un mes después, Estados Unidos invadió Iraq.

Mientras a Brasil, Chile, Argentina o Venezuela un periodista extranjero
puede ingresar como turista y escribir despachos o pasar un proceso de
acreditación formal, Washington y La Habana tienen normas cuya violación
puede costar la expulsión.

Pero las diferencias con Cuba, en todos los casos, pasan por el acceso a la
información.

En esta isla caribeña no se permite la existencia de otra prensa que no sea
estatal, con excepción de un número limitado de publicaciones católicas,
como Vitral y Palabra Nueva.

No hay radioemisoras, periódicos ni canales de televisión con visiones
diferentes que permitan completar o contraponer informaciones o puntos de
vista de sectores diversos.

Periodistas cubanos independientes recibieron este año duras condenas en
virtud de la ley 88, que sanciona con hasta 20 años de prisión a quien
difunda información considerada útil a la política hostil de Estados Unidos
hacia Cuba.

Pero esa ley no es aplicable a la prensa extranjera, aclaró Ponce.

Según un informe especial de la organización no gubernamental Reporteros Sin
Fronteras (RSF), el gobierno de Fidel Castro tiene todo un arsenal para
controlar "la información con destino al extranjero", y por ende a la prensa
foránea acreditada.

La lista de instrumentos, elaborada tras entrevistar a una docena de ex
corresponsales en la isla, incluye la restrictiva política de visados, los
temas tabúes, la vigilancia policial constante, las presiones psicológicas y
las expulsiones.

"Los micrófonos escondidos, los teléfonos intervenidos, el hombre atrás que
nos vigila son sólo tema de charlas o de bromas", aseguró el periodista
Homero Campa en su artículo "Prensa Extranjera en Cuba: las sutilezas del
sistema".

Campa, quien fue corresponsal en La Habana de la revista mexicana Proceso
entre 1992 y 1999, considera "obvio" que si un periodista tiene problemas
legales en Cuba "es sujeto de mayores presiones".

Pero, añade, "no hay -o no tengo conocimiento de ello- persecución y
vigilancia personalizada. Creo que ninguno de los corresponsales acreditados
sufrimos paranoia".

La realidad es que, además de encargarse de los trámites legales de los
corresponsales, el CPI sirve de intermediario entre los periodistas y las
fuentes de información y se encarga de aplicar el reglamento vigente para la
prensa extranjera.

Uno de los artículos más polémicos de ese reglamento aprobado en 1997,
establece que el periodista acreditado deberá actuar con "objetividad,
ateniéndose a la rigurosidad de los hechos, en consonancia con los
principios" de la profesión.

De no ser así, "el CPI podría hacerle un llamado de atención o retirarle
temporal o definitivamente la acreditación, en correspondencia con las
circunstancias y las consecuencias de la falta cometida", advierte.

Si bien este artículo no ha sido hasta ahora causa de expulsión de ningún
corresponsal, sí lo ha sido de más de una reprimenda oficial. Sucede, de
pronto, que las entrevistas solicitadas demoran más de lo normal o no se
conceden nunca.

Al contrario de lo que podría pensarse, Ponce no considera motivo para
estos "llamados de atención" una entrevista o la difusión de una declaración
de sectores de oposición al gobierno de Fidel Castro.

"Jamás se ha llamado a un periodista debidamente acreditado ante el CPI por
entrevistar, ver, visitar o asistir a una conferencia de prensa de alguna de
estas personas", afirma el funcionario, periodista de profesión.

Para las autoridades, la amplia cobertura que la prensa extranjera presta a
las actividades opositoras ha contribuido a dar protagonismo internacional a
algunos de esos grupos "auspiciados por Estados Unidos".

Corresponsales extranjeros en La Habana reconocieron que muchas veces la
ausencia de fuentes oficiales los obliga a buscar opiniones entre los
disidentes, siempre dispuestos a responder a la prensa.

"Hay que invertir infinitamente más tiempo para obtener (de las fuentes)
muchísimo menos que en cualquier país. Si comparas el tiempo invertido y el
resultado, puede ser muy frustrante", se quejó un periodista
latinoamericano.

Al mismo tiempo, estar en La Habana es "tocar la historia con las manos",
comentó a IPS otro corresponsal que llegó a Cuba a inicios de los años 90,
esperando vivir en cualquier momento el derrumbe del socialismo y del
presidente Fidel Castro.

Diez años después, el reportero sigue en la isla, listo para presenciar lo
que considera será el "gran viraje". Aquí "lo importante no es venir sino
mantenerse, estar en el momento preciso. Para ello no importan los
sacrificios", opinó.

Los "sacrificios" pueden ser compartir primicias con otros colegas, dejar de
escribir de asuntos importantes por ausencia de fuentes, saber encontrar el
equilibrio y buscar la manera exacta de decir lo que se quiere decir.

"En Cuba no hay temas tabúes. Eso de que no se puede hablar o escribir de
una cosa u otra es algo del pasado, aunque sí funciona para la prensa
nacional, que es considerada el arma ideológica del (gobernante) Partido"
Comunista, añadió un reportero cubano.

"Lo que uno tiene que tener claro es que cuando se mete en temas peliagudos
debe hacerlo bien, profesionalmente, teniendo todas las aristas y las
fuentes. Si uno trabaja así, puede no gustar a determinado funcionario, pero
de ahí no pasa", afirmó.

En cualquier caso, solicitar una reacción o una entrevista, confirmar
oficialmente una noticia o precisar un dato estadístico puede llevar horas o
días de llamadas telefónicas, finalmente infructuosas.

A diferencia de lo que ocurre en otros países, en Cuba las fuentes nunca se
acercan a la prensa, ni están dispuestas a dar información, aunque sólo se
trate de divulgar sus opiniones o experiencias.

"Como periodista entiendo perfectamente bien esa situación y hemos estado
tratando de mejorarla", aseguró Ponce.

Sin embargo, alega, en muchas ocasiones las fuentes "se han visto
manipuladas por periodistas sin escrúpulos", citas fuera de contexto,
omisiones, cambios de palabras. "Existe una guerra mediática" contra Cuba,
remata el funcionario.

En su opinión, por esa "campaña" muchas fuentes deciden no conceder
entrevistas ni dar una opinión necesaria en cierto momento. "Eso es dañino
tanto para los profesionales como para el propio país", señala.

Las autoridades se preocupan especialmente por la imagen internacional de la
revolución cubana y más de una vez han responsabilizado a la prensa
extranjera de manipular o tergiversar la realidad en sus despachos.

"No es fácil trabajar pensando que cada nota que haces es evaluada
cuidadosamente por alguien del aparato ideológico. Por eso algunos
corresponsales optan por evitar temas que puedan resultar molestos y hasta
se autocensuran", comentó otro periodista consultado.

*Con la colaboración de Gustavo González (Chile), Mario Osava (Brasil),
Thalif Deen (Estados Unidos), Viviana Alonso (Argentina) y Humberto Márquez
(Venezuela)