Las cooperativas campesinas avanzan en Venezuela



3 de septiembre del 2003
Las muchachas de Belén
Yayo Herrero Rebelión

Juana y Enérea son dos mujeres de Belén, un pueblecito del municipio Carlos
Arvelo del estado de Carabobo en Venezuela. Forman parte de una cooperativa
de campesinos que ha recibido parcelas a partir de la nueva Ley de Tierras y
Desarrollo Agrícola impulsada en Venezuela por el gobierno bolivariano y
aprobada en noviembre de 2001. Esta Ley de Tierras supone el establecimiento
de un marco jurídico más justo, ajustado a los contenidos de la Constitución
Bolivariana, ratificada en referéndum por la inmensa mayoría de los
venezolanos y que ha desencadenado la oposición brutal de los sectores
reaccionarios asociados a las transnacionales.

Juana y Enérea nacieron en el pueblo. Durante su niñez y juventud, caminaban
cada día tres horas hasta las tierras del propietario para el que
trabajaban, realizaban las tareas del campo y volvían a su pueblo caminando
otras cuatro horas, "porque a la vuelta veníamos cargadas con herramientas y
algunos de los frutos".

La nueva ley de tierras pretende regularizar el reparto de la tierra a los
campesinos a través del Instituto Nacional de Tierras. Sus principales
objetivos son el desarrollo agropecuario sostenible y armónico, la reducción
y eliminación de la dependencia alimentaria y la estimulación del
establecimiento de núcleos rurales dotados de servicios, con acceso a la
salud, la educación y a una vivienda digna.

Este proceso de cambio ha impactado de forma fuerte en la vida Juana y
Enérea, conocidas como "las muchachas" por sus compañeros cooperativistas. A
sus sesenta y cinco años, han decidido asumir el protagonismo de sus propias
vidas y trabajar con dignidad para vivir de otro modo y colaborar en la
seguridad alimentaria del país.

Cada viernes por la noche acuden a la asamblea de la cooperativa, allí
reciben información de lo que se cuece en Caracas y en otros estados,
debaten los problemas de la cooperativa y comparten con los compañeros los
logros, las dudas, las ilusiones y los miedos de este proceso. Los hombres y
mujeres de las cooperativas de campesinos de Belén están construyendo su
pequeño trocito de historia, la Revolución Bolivariana acrecenta su
autoestima y su dignidad. Ellos han reinventado las luchas por igualdad y
justicia de Ezequiel Zamora cuyas consignas fueron por "el respeto a los
campesinos y un sistema de tierra y hombres libres".

En estas fechas, en Belén se espera de modo inminente la llegada de las
cartas agrarias que constatan que la parcela de tierra en la que los
cooperativistas siembran, sudan y cosechan, por fin es suya. Tienen pensado
organizar una gran fiesta en la que "bailemos joropo, como hacíamos antes".

Los campesinos de Belén son conscientes de que con la entrega de las
primeras cartas agrarias en Venezuela comenzaron los primeros atentados y
amenazas de muerte contra líderes y representantes del movimiento campesino
en Zulia, Barinas, Cojedes, Carabobo... Sin embargo continúan con paso firme
y se reconocen a sí mismos como interlocutores con capacidad de decisión en
las políticas de desarrollo agrícola y ganadero, así como en las estrategias
de independencia alimentaria del estado venezolano. Juana y Enérea, al igual
que sus compañeros están dispuestas a defender como sea este proceso que
termina con la invisibilidad de una gran parte de la sociedad venezolana,
con la que nadie ha contado durante décadas. Saben que para ello es preciso
denunciar a quien sabotea el avance del cambio, muchas veces tristemente
incluso desde dentro de las propias instituciones bolivarianas. También
saben que hay que presionar para lograr detener a los ganaderos que intentan
organizar grupos paramilitares para amedrentar al movimiento campesino y
continuar manteniendo sus privilegios.

Al mirar las caras de estas campesinas, resulta aún más ridículo y patético
el mensaje repetido por las televisiones privadas en Venezuela. Estas
mujeres son parte de las "hordas chavistas violentas y peligrosas" que
aterrorizan a la gente de bien de las colinas de Caracas y son el pretexto
para que multitud de empresas de seguridad acumulen beneficios blindando los
privilegios de una minorías que se niegan a asumir que llegan otros tiempos
para Venezuela.

De mujeres como Juana y Enérea se mofan e ironizan las fuerzas vivas de la
oposición golpista y racista de Venezuela. Pero a ellas no les importa y
miran con entusiasmo el futuro. Tienen la fuerza de la ilusión por el
cambio, el apoyo y la confianza mutua de sus compañeros y la admiración y el
agradecimiento de muchas personas en todo el mundo, porque ellas y su lucha,
son la demostración palpable de que otro mundo es posible.