Elecciones en Argentina: La izquierda mezquina



http://www.rebelion.org/argentina/030427aguilar.htm

Patricio Aguilar Carrera
Agencia de Noticias Mundo Posible
Cuando las masas irrumpieron en el centro de Buenos Aires y rodearon la Casa
Rosada, obligando al entonces presidente Fernando de la Rúa a huir
indignamente en un helicóptero para evitar la ira popular, ante la más
profunda crisis social, política y económica que haya vivido jamás la
Argentina, una ola de esperanza recorrió a toda América Latina.

Por primera vez en muchos años, el pueblo movilizado, en resuelta actitud de
combate, jaqueaba indiscutiblemente al poder establecido, dejaba al desnudo
su miseria moral y levantaba una nueva forma de autoridad basada en la
gestión de sus propias organizaciones.

El pueblo argentino, en las calles, consolidaba la presencia y forma del
sujeto protagonista de los cambios que tanta falta le hace al deprimido
continente americano, luego de décadas de tiranías militares impuestas por
la Doctrina de Seguridad Nacional y de fatuos gobiernos de "transición
democrática" sometidos al libreto del Fondo Monetario Internacional. El
cambio más trascendente en la historia argentina estaba ahí, al alcance de
la mano, con millones de seres humanos dispuestos a hacerse del poder y
defenderlo.

Sin embargo, con el correr de las semanas, un aletargamiento incomprensible
y una fragmentación imperdonable, frenaron la arremetida popular y dieron
paso cómodo a la misma camarilla que por buena parte del siglo veinte ha
gobernado el país trasandino, los mismos agentes de un poder basado en la
corruptela y la mafia del silencio y el encubrimiento, que ha sido capaz de
crear los Menem que hoy amenazan con sentar sus reales en el palacio de
gobierno.

Al parecer fue tan fuerte la ofensiva democratizadora, tan hondo caló el
sentido de pertenencia de la rebelión popular, que la horizontalidad
descabezó el movimiento privándolo de conducción, de capacidad de concretar
en "Mate" a ese "Jaque" esperanzador.

Transcurrido algo más de un año del levantamiento, el escenario preelectoral
de la hermana república contiene un montaje patético donde el peronismo,
principal gestor de las dramáticas políticas sociales y económicas que
terminaron por hundir a uno de los países más ricos del continente, tiene
como uno de sus abanderados a Carlos Saúl Menem, un conocido recitador del
monólogo financieron del FMI, largamente cuestionado por hechos delictuosos
y ya electo dos veces a la presidencia.

La presencia y el favoritismo estadístico de Menem sólo puede explicarse por
la carencia de alternativas serias y por una muy bien montada campaña
publicitaria que no ha escatimado en gastos para reparar una imagen ya muy
gastada por la propia conducta del septuagenario ex mandatario, campaña a la
que se ha sumado alegre, aunque no gratuitamente, una parte importante de la
prensa chilena que en arrebato provinciano cree ver algún tipo de beneficio
en la potencial presencia de Cecilia Bolocco como Primera Dama.

Pero donde se puede explicar con mayor dramatismo esta consolidación del
establishment sistémico es en la inaudita fragmentación de la izquierda
argentina a la luz de estas elecciones.

Incapaces de producir una conducción determinante en los hechos comentados
al inicio de este artículo, suman ahora a ello la mezquindad y la carencia
de grandeza moral para responder a las necesidades de un pueblo que, en un
porcentaje insufrible, mal vive amenazado por el hambre, el desempleo y el
abandono.

Esta izquierda, que tuvo la oportunidad histórica de liderar un proceso de
insospechadas proyecciones, que alcanzó grados de unidad valorables aunque
insuficientes en los momentos más dramáticos, que pudo ponerse a la cabeza
de la ola antineoliberal que recorre el continente, que pudo desplazar
definitivamente a los caudillos responsables de la crisis de Estado, se
presenta dividida en seis candidaturas, haciendo diferencias entre una
"izquierda política" y una "izquierda social".

Falsa dicotomía. Forzoso dilema, que disfraza el egoísmo y la miopía de
quienes privilegian la transformación de su propio estatus por sobre el
deber histórico de la izquierda de provocar la transformación social.

Este sector no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la victoria en estos
comicios, pese a que si se suman todos los porcentajes que les otorgan las
encuestas, la izquierda argentina disputaría estrechamente la posibilidad de
pasar a una segunda vuelta electoral. Paradoja de paradojas.

La principal lección que se puede sacar de este hecho es que mientras se
mantenga el falso dilema entre lo político y lo social, las fuerzas
proclives al sistema tendrán amplio espacio para mantenerse en el poder,
para justificar sus aciertos y errores en la falta de una alternativa
"seria" y para construir su discurso de la estabilidad y el "cambio" gracias
a que el único sector que puede motivarlo está enredado en pequeñeces.

De esta situación se debe hacer una lectura profunda desde Chile. Buena
parte del movimiento que, con mayor o menor profundidad, se opone al
sistema, aún no logra deshacer el nudo gordiano que provocó la fragmentación
argentina.

La división, la falta de acuerdo, la exclusión como arma política, son
herencias dejadas por la estrategia dictatorial que radicaba parte de su
fuerza en la potencia de las disputas intestinas de sus enemigos. Herencia
que ha sido tomada con mínimas modificaciones por la Concertación que ha
visto en el pueblo movilizado un estorbo más que un apoyo.

Claro que en nuestro país todavía no se producen los fenómenos de explosión
social que vivieron nuestros vecinos o que han ocurrido en Bolivia, Perú,
Ecuador y otros países. Brasil y Venezuela, cada uno a su ritmo, viven
procesos que están basados en su indiscutible raigambre y unidad en el
pueblo.

La generosidad, la altura de miras, la visión clara del objetivo, la
identificación del verdadero enemigo y la vocación por la transformación
social profunda que incluya a todos los que hoy son afectados por la
globalización capitalista, conformarán a ese sujeto histórico multiforme y
heterogéneo que abrirá las puertas a la nueva sociedad.

Hay sectores que avanzan en la clarificación de esos objetivos, pero la
aparición de grupos o sectores consolidados en la idea de la exclusión no
contribuyen sino, más bien, actúan, desde fuera, al servicio de los sectores
que, desde dentro, sostienen el actual sistema. Lo peor sería repetir el
doloroso espectáculo de la izquierda argentina.

* Director, Agencia de Noticias Mundo Posible, www.mundoposible.cl