Uruguay: No habrá llegado el momento de poner coto a tanta soberbia?



7 de febrero del 2003

El neo malthusianismo de Batlle

Bitácora

¿Es impagable la deuda como lo sugiere el valor de los títulos públicos o la
negativa del mercado a prestarle al sector público?, pregunta el economista
Jorge Gaumont en el suplemento " Economía & Mercado", sumándose en su
respuesta al insólito criterio imperante a nivel del equipo económico, en
que se sostiene que es posible si la contracción presupuestal estatal es de
tal magnitud que la totalidad de los ingresos del gobierno
central -incluidos los aportes financieros del resto del sector público,
supere el gasto -además del pago de los intereses de la deuda - en no menos
del 4 % del PBI.

No es importante la definición personal de Gaumont, aunque parece que a su
cabeza ingresó también el bichito que pulula en los pasillos del Palacio de
Hacienda que, al explicitarse en todos sus extremos ante la misión del Fondo
Monetario Internacional (FMI), provocó indescriptible nerviosismo entre
técnicos que no pueden entender en nivel de irracionalidad al que se ha
llegado en este país.

Por supuesto - sostiene también Gaumont - que quienes se oponen a la idea de
contraer la actividad pública de manera brutal, como se pretende hacer,
piensan que lo indicado es imposible pues la situación empeoraría mucho más,
acentuándose el receso. "Si nos mantenemos aferrados a esa idea - indica el
economista - es porque no pensamos que podemos estar peor y porque no
recordamos que es el mismo argumento que nos ha llevado a la situación
actual, de mayor endeudamiento, de desconfianza y de receso hasta la
depresión".

Cuando se llega a definiciones de este tipo y se cree que lícitamente un
gobierno puede empobrecer al pueblo que representa, dentro de una nación
democrática, a los extremos en que nos encontramos, con un 20 por ciento de
desocupación abierta, con más de 800 mil personas con problemas de trabajo,
ingresos insuficientes, en un marco de pauperización generalizada y con una
destrucción de riqueza que alcanza a los 10 mil millones de dólares , es evi
dente que se tienen concepciones que nada tienen que ver con los intereses
del país y menos aún del conjunto de la población.

¿Alguien cree realmente que la actividad económica puede caer más? Y además
¿qué tal cosa es posible en un país que se rige por un sistema democrático
representativo de gobierno? ¿Y qué, con esa política insólita para el mundo,
se podrán pagar los vencimientos de la deuda externa? La estrategia
económica de la derecha enquistada en el equipo económico ya no está
destinada a satisfacer el afán de lucro de la oligarquía autóctona, a la que
también está destruyendo rápidamente. Está orientada a satisfacer, en el
mejor de los casos, a algunos grupos financieros multinacionales, cuya
adhesión, es previsible que tampoco conquisten.

No existe ninguna actividad en el país que pueda advertirse como lucrativa,
excluyendo del análisis a "islas" dentro del sistema financiero,
especialmente las entidades extranjeras, que han lucrado gracias a las
debilidades del propio gobierno que ha caído en todas las trampas
especulativas que se le han colocado.

La especulación con el peso y el dólar, para mantener medianamente estable
el tipo de cambio, es uno de estos escasos mecanismos con que el Banco
Central durante meses pagó intereses astronómicos para evitar que los bancos
pasaran sus activos a dólares. Una operación de "chantaje" económico. La
acción de claro corte especulativo, se podría haber parado desde el pique
modificando el mecanismo de encajes, para lo cual el Banco Central contaba
con las atribuciones adecuadas. Sin embargo se prefirió lo peor, al igual
que ahora, cuando se intentará otro desaguisado que tendrá gravísimas
consecuencias para la economía en su conjunto.

A la pregunta de si alguien puede creer que reduciendo aun más el poder de
compra de la población, achicando en varios cientos de miles de dólares el
gasto estatal, se logrará cumplir con el endeudamiento externo. La respuesta
es sí. El equipo económico y, por supuesto, el propio presidente Batlle,
parecen creer en ello, aunque su visión sea más que cortoplacista y que poco
les importe la suerte de la gente en una política de claro corte
malthuisianista, que tenderá a multiplicar las vías de escape (o ajuste) en
una sociedad que cada día se volverá más inhóspita.

¿Cuál será en nivel del equilibrio? Quizás un país de dos millones de
habitantes, con una desocupación media, o de un millón, con ocupación casi
plena, que deberá achicar en niveles dramáticos la pirámide ataría, ya que
no podrá mantenerse a una clase pasiva tan nutrida. Un país, quizás, que
funcione especializándose en servicios, recreándose la intención de
convertirlo en un paraíso fiscal abierto a todo el dinero "negro" del
continente.

Para ello habrá que hacer lo que se propone el gobierno. Reducir los gastos
del Estado al nivel de revertir la actual calamitosa situación que implica
haber llegado a un déficit que ronda el 5 por ciento del PBI. Los menos
fuertes, los viejos, dejarán de vivir en hospitales estatales en que los
medicamentos no existirán, y los demás - los jóvenes - tendrán que escapar
para tratar de reencontrarse con la cordura en otra parte del mundo.

¿Será posible tirar tanto de la soga sin que se rompa? ¿No habrá llegado el
momento en que unos y otros, los que todavía creemos en que este vergel de
riqueza, que es el Uruguay, puede funcionar al servicio de su gente,
intentemos concretar las acciones que dentro del marco institucional
detengan tanta enajenación? Esperar hasta octubre del 2004, ¿no será
demasiado tiempo para soportar el nivel de soberbia que existe en este
gobierno?

(*) Nota publicada en el suplemento Bitácora de Uruguay


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Nello

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