Amazonia, un paraíso a proteger



 Christian Sellés

La Amazonia, además de ser el bosque más grande del mundo, es
imprescindible para la humanidad. En ella se encuentra el 50% de la
biodiversidad mundial y el 70% de las especies vegetales y animales
del planeta. Además, su variedad única de plantas, animales e insectos
la hace aún más importante. Todos los días se descubren especies
exclusivas de esta región, y con la misma temporalidad desaparecen
otras aún sin descubrir. Se calcula que sólo se conoce menos del 50%
de especies existentes en la cuenca amazónica.

Pero esta riqueza positiva pasa a ser negativa cuando es la razón de
los peligros que asolan la Amazonia. Numerosas empresas destinadas a
la explotación maderera expolian los recursos sin ningún tipo de
escrúpulo, matando poblaciones indígenas y reduciendo el tamaño de la
selva forestal. En el lado brasileño se pierden tres millones de
hectáreas al año, y según fuentes gubernamentales, el 80% de esa
explotación es completamente ilegal.

Si se realiza el recorrido del río Amazonas en avión se vislumbran
embarcaciones que transportan maderas nobles como la caoba o el roble
sin autorización, en la selva se observan "hachazos" que resultan ser
pistas de aterrizaje para estos contrabandistas de naturaleza y en
ocasiones se levantan columnas de humo de incendios provocados para
recortar el espacio de la cuenca amazónica. La causa de estas quemas
radica en la especulación con el terreno. Mucha gente paga por tener
una propiedad con vistas a la selva amazónica o quiere crear una zona
de cultivo de especies tropicales que posteriormente exportará para
obtener vastos beneficios.

Ante el aumento de la contaminación se ha observado que los árboles de
esta región han crecido para "respirar", pero no pueden luchar contra
las sierras, gasolina o máquinas extractoras de sus enemigos. Muchos
científicos creen que el antídoto de muchas enfermedades incurables en
la actualidad se encuentra en plantas amazónicas aún por descubrir y
alertan del peligro que supone los atentados que se están cometiendo
en esta región.

Ciento veinte naciones indígenas viven en la Amazonia, alrededor de
unas 300.000 personas, reduciéndose esta cifra de forma paulatina.
Algunas de ellas se encuentran entre las últimas poblaciones no
contactadas del mundo, sin relación alguna con el mundo "desarrollado"
y desconociendo la amenaza que supone para su supervivencia. El
Amazonas es su autopista y los demás riachuelos carreteras
secundarias. No necesitan del asfaltado que se ha ido realizando en la
región amazónica brasileña para facilitar la entrada de empresas
multinacionales.

Brasil alberga la mayor parte de la Amazonia, un 60%, siendo el primer
país en cuanto al grado de biodiversidad. En los últimos años la
explotación de yacimientos minerales como los de oro o esmeraldas, la
sobreexplotación maderera o el desarrollo de la ganadería y
determinados cultivos ha ido recortando terreno a la selva amazónica.
En la actualidad sólo dos tercios quedan intactos. Según un estudio
elaborado por el Instituto Nacional de Pesquisa da Amazônia brasileño,
si se acabara el plan "Avanza Brasil", que comprende carreteras
transamazónicas, decenas de puertos, aeropuertos, gasoductos, millares
de kilómetros de líneas eléctricas y demás actividades depredadoras,
en 2020 sólo quedaría un 4,7% de selva virgen. Prueba de la
privatización de la Amazonia que se estaba llevando a cabo es que en
1999 ocho empresas transnacionales eran propietarias de casi dos
millones y medio de hectáreas.

El nuevo presidente brasileño, Lula, es partidario de un desarrollo
económico para Brasil. Realmente éste es necesario, pero no puede
olvidar que durante su campaña electoral la ecología ocupaba un papel
preponderante; debe ahora mantener esa promesa. En las últimas décadas
todo desarrollo económico ha ido acompañado de ataques constantes
contra la naturaleza. Lula ha de ser consciente de que el crecimiento
económico no tiene por qué ir anexionado a un deterioro ecológico. El
desarrollo ha de ser sostenible y la explotación de los recursos
naturales racional para que sirvan para la mejoría de vida de los
pueblos.

La cuenca del río Amazonas no debe sufrir una mercantilización como
han sufrido otras grandes reservas naturales del mundo. Una quinta
parte del agua dulce mundial fluye en esta región y supone uno de los
últimos pulmones que quedan en el mundo. No se puede privatizar la
gestión de los recursos naturales como empieza a hacer Perú con la
explotación petrolífera de su parte amazónica o la proliferación de
zonas destinadas al cultivo de coca. Los gobiernos de los nueve países
amazónicos no pueden poner precio a cada especie o gen y establecer
medidas ambientales para proteger la Amazonia. El sentido común debe
prevalecer por fin en lo referente al binomio política-ecología.

Agencia de Información Solidaria (AIS)

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Nello

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