BRASIL:Designación de Gilberto Gil activa cultura de la polémica




Mario Osava

RIO DE JANEIRO, 27 dic (IPS) - La mayor polémica desatada en vísperas de la
asunción a la presidencia de Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva se
concentra en el área cultural, pese a que los mayores riesgos a enfrentar
son de carácter económico.

La designación del compositor y cantante Gilberto Gil como ministro de
Cultura desató desde su anuncio hace dos semanas una ola de críticas del
sector en que Lula y su izquierdista Partido de los Trabajadores (PT)
siempre contó con el respaldo de aplastante mayoría.

"Admiro a Gil desde hace 37 años como uno de los artistas más creativos de
Brasil, sensible a todo lo que ocurre, que logra pasar al lenguaje musical
un espejo de la diversidad brasileña y es también inventivo para promover
agitación cultural, pero nada de eso es suficiente para ocupar el
 ministerio", dijo a IPS el escritor Eric Nepomuceno.

La función "necesita sobre todo un administrador de ideas, más que un
generador de ideas", explicó Nepomuceno, quien fue secretario de Proyectos
Especiales del mismo Ministerio de Cultura en la década pasada.

Una opinión similar manifestó Roberto Mendes, productor de cine y dueño de
una distribuidora de vídeos especializada en películas nacionales. Es una
equivocación creer que un excelente artista será un buen ministro, señaló a
IPS.

El ministro tendrá que pelear por recursos públicos para un área que los
gobiernos nunca consideraron prioridad, lo cual se refleja en un presupuesto
insignificante, y eso exige contar con alguien capacitado en gestión,
argumentó.

Mendes, al igual que muchas otras personas del mundo artístico y cultural,
también lamentó que el nuevo ministro no sea una personalidad del PT, afín
al programa "La imaginación al servicio de Brasil", elaborado en la campaña
electoral a partir de amplios debates con integrantes del sector.

Gil es afiliado al Partido Verde, que apoyó la candidatura de Lula, pero no
participó en las discusiones del Programa de Políticas Públicas de Cultura,
impulsado por el PT.

El cantautor reaccionó a las críticas con irritación, sin mostrar que tiene
un proyecto propio o ideas para conducir la "compleja cuestión cultural en
ese mundo moderno y globalizado", apuntó el cineasta Joao Batista de
Andrade, en el debate permanente por Internet que realizan personas
interesadas en cine.

El "prestigio incuestionable" no legitima automáticamente una persona para
el cargo, acotó Andrade, tras cuestionar el nombramiento de ministros por
arreglos políticos y el uso de artistas en las campañas o como "ornamento"
del gobierno, como hacían las dictaduras.

El cineasta, autor de películas importantes en la historia del cine
brasileño, alimentaba hace una semana la esperanza de que Lula revisara "esa
insensata e impensada elección" del ministro.

Su colega Jean Claude Bernardet, más conocido como historiador, crítico y
profesor de cine de la Universidad de Sao Paulo, llamó a un movimiento de
resistencia para impedir la asunción de Gil.

Pero no obtuvo eco. Orlando Senna, conocido guionista y director, reconoció
el "hecho consumado", recomendando como mejor actitud presionar para la
aplicación de las políticas discutidas con el PT y proseguir el debate sobre
un programa para el sector audiovisual "aún en construcción".

La división fue más polémica en el área teatral. El director Gerald Thomas
acusó de "fascista" y de abusar de la "industria del oprimido" al dramaturgo
Augusto Boal, conocido militante del PT, por hacer coro con las críticas a
la designación de Gil.

Boal es creador del Teatro del Oprimido, un método de hacer teatro en las
calles, cárceles y comunidades pobres, buscando denunciar y promover el
autoconocimiento de la opresión y explotación en la sociedad.

En su respuesta, Boal sólo se refirió a Thomas como GT, "para ser coherente
con el tamaño de su carácter". La diatriba se hizo pública en las páginas
del diario Jornal do Brasil, de Río de Janeiro.

La polémica es provocada principalmente por el temor de que, con Gil como
ministro, pase al olvido el Programa de Políticas Públicas de Cultura,
producto colectivo de consultas a todos los sectores interesados.

El programa considera la cultura un "derecho social básico" y factor
decisivo para el desarrollo y la reducción de las desigualdades sociales,
aspecto en que Brasil es un campeón mundial.

Las propuestas concretas del plan buscan democratizar la producción y el
acceso a los bienes culturales, descentralizar los recursos públicos
aplicados en favor de la diversidad y promover una mayor participación de la
sociedad en la gestión del sector.

Uno de los objetivos es corregir las distorsiones agravadas por la política
del actual gobierno de Fernando Henrique Cardoso, que basó su política
sectorial en incentivos fiscales para que las grandes empresas patrocinaran
la producción artística y cultural.

Esa política contribuyó a que 85 por ciento de las inversiones se destinara
al eje Río de Janeiro-Sao Paulo, admitió el propio ministro saliente,
Francisco Weffort. Tal concentración, en desmedro de la diversidad cultural,
agravó las desigualdades entre regiones del país, argumenta el programa.

Además, se transfirió el poder de decisiones a las grandes empresas,
achicando la acción cultural pública, con la "ausencia de un proyecto
estratégico para el sector", según el diagnóstico de los autores del
programa "La imaginación al servicio de Brasil".

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Nello

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