Uruguay Ante las convulsiones del sistema



¿Nos quedará tiempo todavía?


Carlos Santiago periodista, editor del suplemento Bitácora del
diario LA REPUBLICA de Montevideo.

Los datos de la recaudación que se están manejando al más alto nivel
del gobierno uruguayo dan cuenta, tal como se había previsto y
reiterado, un deterioro mayúsculo que, obviamente, determina que el
déficit siga creciendo.  Se evidencia, de no modificarse las
coordenadas del modelo, qué el deterioro podría superar largamente lo
soportable para los cada vez más escuálidos recursos del Tesoro
Nacional.

Hasta el doctor Ramón Díaz, en una nota publicada hace algunas semanas
en el diario "El Observador", sostuvo que la crisis que está viviendo
el Uruguay, podría definirse como de "recaudación" culminando su
análisis coincidiendo con la preocupación que ya está cortando
verticalmente a nuestra sociedad: la posibilidad de un default.

Sin embargo, para tratar de desentrañar con más propiedad lo que está
ocurriendo, debemos reiterar nuevamente conceptos: un país que ya
lleva cuatro años de crisis, acosado por una política económica pro
cíclica (de carácter recesivo), aplicada obsesivamente por el
gobierno, la que está logrando en primer lugar destruir el mercado que
consumía el 85 por ciento de la producción nacional, el interno, que
sigue cayendo con rapidez.  lo que hace colapsar al resto de la
economía.  El significado de esa obstinación neoliberal, aconsejada
por el FMI, es más pobreza, marginación, hambre y muerte.

Nadie discute que las exportaciones son absolutamente necesarias para
lograr un desarrollo adecuado.  Es correcto decir que el país no crece
si no exporta, pero para hacerlo debe producir.  Hay que saber también
que el comercio exterior depende de contingencias variables y, que las
empresas con ese único objetivo productivo - hay cientos de ejemplos -
han ido cayendo por ser inmensamente más vulnerables que las que
tienen parte de su producción dedicada a comercializarse en el mercado
interno.

Las consecuencias de toda esa política, consensuada repetimos, por el
FMI, ha determinado una brutal destrucción de riqueza (reducción de
demanda, con clausura o achicamiento de actividades comerciales,
cierre de empresas que actuaban en distintas ramas de la industria,
caída de la producción agropecuaria, paralización de la actividad
financiera con desaparición del crédito, huida de capitales y,
obviamente, más marginación y pobreza).

Por estos días las convulsiones en el sistema financiero, los retiros
masivos de fondos, las expectativas negativas que se han generalizado
luego del "contagio" que se vive de la situación argentina, han
comenzado a mostrar otro escalón del mismo proceso que multiplicará la
recesión de la economía, con una más aguda crisis de los precios, que
ya no pueden trasladar los aumentos al consumidor final, por ese
aplastamiento del poder de compra de la gente.  La deflación es el
sinónimo del momento, sabiendo que ese término da cuenta de uno de los
síntomas más graves de la economía.

Por todo ello el empecinamiento del gobierno en el mantenimiento de la
política económica es casi criminal.  El máximo conductor de la misma,
el presidente Jorge Batlle, parece desvariar, ansioso por obtener
logros aunque para ello el camino que está recorriendo sea el inverso.
Es significativo que economistas de formación neoliberal, como Jorge
Caumont, ya sostengan públicamente que si se sigue por este camino, la
cesación de pagos será un hecho el año próximo.

Claro, luego de esa predicción, Caumont expuso una receta económica
que poco tiene que ver con la realidad, reclamando reducir el Estado,
como si allí estuviera la razón del mal.  Por supuesto, es necesario
recortar las "gorduras", ahorrar en todo lo que se pueda, evitar que
se sigan produciendo abusos (ejemplo, los contratos de obra para los
"amigos" políticos), evitando que se siga con la brutal política de
endeudamiento propiciada por el FMI, ello para tratar de bajar costos
y reducir o eliminar imposiciones sobre los elementos que produce el
Estado (combustibles, energía, comunicaciones), lo que contribuiría
decisivamente en un proceso de reactivación.

Sin embargo el problema que hoy vivimos es mayor.  Tiene relación con
un modelo económico caduco, de cuño rapiñero y egoísta con paradigmas
que propician la corrupción, con el que se están trasladando
continuamente recursos hacia el sistema financiero internacional, sin
reparar quienes lo impulsan, ni siquiera por basamentos éticos, que
cada una de sus opciones de política económica pro cíclicas se deben
medir en más marginación, pobreza, desnutrición y muerte.
Los tiempos se acortan y las convulsiones cada vez son más intensas.
Para salir del atolladero en que nos colocó el gobierno de coalición
colorado - blanco, no es válido bajar la servís ante los EE.UU.
enlodando algunos de los dignificantes basamentos de nuestra política
tradicional política exterior, como la no injerencia en los asuntos de
otros países y la autodeterminación de los pueblos, creyendo que con
ello el maná salvador vendrá desde el norte.  ¿Qué otro significado
tuvo la aparatosa y artificial ruptura con Cuba, luego de un
desubicado intercambio de insultos entre los dos presidentes?

El camino que le queda a Uruguay es un gran acuerdo nacional, el
camino de multiplicar inteligencias para llegar a acuerdos de Estado
que sirvan, de una vez por todas, para terminar con la postergación de
los uruguayos.


Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Agencia Latinoamericana de Información
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Nello

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