BRASIL:Emigración y delincuencia matan el país joven



Mario Osava

RIO DE JANEIRO, abr (IPS) - Muchos jóvenes de Brasil optan por la emigración
o por el delito ante la falta de perspectivas profesionales y económicas,
según un estudio de la Secretaría de Desarrollo, Trabajo y Solidaridad de la
ciudad de de Sao Paulo.

Abandonaron este país 1.346.000 brasileños que tenían entre 15 y 24 años en
1991 hasta 2000, según el informe, basado sobre los dos últimos censos
nacionales. Eso representa 4,7 por ciento del total de población de esa edad
y un flujo migratorio de 150.000 por año.

Otro factor de disminución de la población joven en Brasil, además de la
emigración y la caída de la natalidad, es la violencia. En 1999 murieron
116.778 personas de entre 15 a 24 años por esa causa, 51,4 por ciento
asesinadas y 21,8 por ciento como consecuencia de accidentes de tránsito.

En 1990 hubo 25.264 muertes violentas, 25,66 por ciento debido entonces a
asesinato. Es decir, los homicidios de jóvenes se multiplicaron por diez en
una década.

Estas muertes reflejan la opción de muchos por la delincuencia como medio de
sobrevivencia, principalmente de los pobres, mientras la emigración es una
alternativa de las capas medias, que pueden pagar un pasaje aéreo a América
del Norte, Europa o Japón y manejarse en países industrializados.

Sesenta por ciento de los casi 170 millones de habitantes de Brasil son
menores de 29 años, según el censo de 2000.

Pero el estudio oficial puso también en evidencia el rápido envejecimiento
de la población. El censo de 1991 señaló que había 13,9 mayores de 65 años
por cada cien menores de 15, proporción que se elevó a 19,77 en 2000.

Giselle Soldati dejó hace cuatro años sus estudios de psicología y su
ciudad, Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, para unirse a la oleada
de jóvenes brasileños que buscaron nuevos horizontes fuera del país en la
década pasada.

Soldati tenía 23 años en abril de 1998, cuando aceptó cuidar el niño de una
familia en Los Angeles, en Estados Unidos, ante la "frustración" por las
dificultades para sobrevivir y estudiar en Juiz de Fora, ciudad de medio
millón de habitantes a 180 kilómetros de Río de Janeiro.

El objetivo era permanecer allí un año y perfeccionar el manejo del idioma
inglés, pero luego pasó a otros empleos en restaurantes y se le unió su
hermana gemela. Gana poco, casi 1.500 dólares al mes, pues también estudia
periodismo. Concluirá en julio el primer ciclo de un curso universitario.

Tendrá entonces que decidir entre permanecer en Estados Unidos o seguir la
opción de su novio, un brasileño que conoció en Los Angeles y se mudó a
Barcelona en febrero.

Si obtiene la pretendida nacionalidad italiana, como su padre, podría
instalarse en España o en Italia, acercándose, al menos, a su novio, y
asistir a una universidad europea.

"Mi sueño es volver a Brasil, pero en condiciones de vivir dignamente, con
un futuro asegurado", dijo Soldati a IPS.

Sin embargo, después de algunos años en Estados Unidos, es difícil renunciar
a las ventajas del "país de las oportunidades, del consumo y del trabajo
bien remunerado", admitió. En ese sentido, recordó la propina de 80 dólares
que ganó de un grupo al que sirvió en un restaurante.

Ese es también un dilema que vive Tiago de Oliveira, después de pasar cuatro
de sus 27 años en Los Angeles, donde trabajó como cocinero especializado en
platos japoneses, pero también en otras ocupaciones, como en un
estacionamiento de automóviles y repartidor de pizza.

Su plan era acumular en algunos años un ahorro suficiente para abrir un
restaurante en Brasil, pero algunos imprevistos, entre ellos los atentados
del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, retardaron la meta.

Además, admitió, "uno se enreda en el sistema, adquiere automóvil y otros
bienes", lo cual dificulta la resistencia a la sedución de las posibilidades
del consumo y de trabajo, en un clima de seguridad inimaginable en Brasil.

Gana hoy cerca de 3.500 dólares al mes, "suma con que tampoco podría soñar
en Brasil", aun como chef (jefe de cocina) de un buen restaurante. Por todo
eso va postergando el retorno al país natal, pese a "echarlo mucho de menos"
.

Los brasileños en general quieren regresar a su país, pero muchos ya viven
hace más de 10 años en California, estado del sudoeste estadounidense, y
difícilmente regresarán, evaluó Oliveira.

La mayoría ni siquiera puede pasar vacaciones en Brasil, pues son migrantes
ilegales y una salida les impediría volver a Estados Unidos.

El clima negativo generado por el 11 de septiembre no interrumpió la
emigración.

Thales dos Santos, de 24 años, suspendió el curso de odontología en el
tercer año, en el sur de Brasil, y en octubre se unió a dos amigos que ya se
habían mudado a Nueva York, para trabajar en la entrega de teléfonos
celulares por 300 dólares semanales.

Luego acogió a un primo de 23 años, que cambió los cursos del último año de
la carrera universitaria de derecho por mejores perspectivas laborales en
Estados Unidos. Su novia también fue en busca de trabajo, con un grupo de
seis estudiantes universitarios que dejaron Bahía, estado del nordeste
brasileño.

Pero Dos Santos sólo espera obtener la transferencia a una universidad
gratuita o más barata para volver a Brasil y concluir sus estudios de
odontología. Su decisión de emigrar se debió a que ya su familia no podía
pagar los 720 dólares que le costaban mensualmente los estudios en un centro
universitario privado.

Además de Estados Unidos, que es el principal destino, Europa y Japón
atrajeron muchos jóvenes en las dos últimas décadas. La emigración a Japón
tiene un carácter étnico, con cerca de 250.000 brasileños descendientes de
japoneses que procuran acumular algún ahorro en la tierra de sus ancestros.

La alcaldía de Sao Paulo realizó el estudio sobre la juventud para orientar
sus programas sociales. Una prioridad es generar el "primer empleo" de los
jóvenes que, según el secretario de Desarrollo, Marcio Pochmann, son los más
afectados por el desempleo que se agravó junto con la delincuencia.

En la región metropolitana de Sao Paulo, que tiene 17 millones de
habitantes, la cantidad de desempleados prácticamente se triplicó de 1989 a
1999, pasando de 614.000 a 1.715.000, según el Departamento Intersindical de
Estudios y Estadísticas Socioeconómicas. (FIN)



Nello

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