AMERICA LATINA-ESTADOS UNIDOS:El derrumbe de las expectativas



Jim Lobe

WASHINGTON, 28 dic (IPS) - América Latina tenía buenos motivos para esperar
que la elección de George W. Bush a la presidencia de Estados Unidos marcara
el fin de la negligente actitud que tuvo el gobierno de Bill Clinton ante la
región.

Además de ser gobernador de Texas, un estado fronterizo con México, Bush
prometió en su campaña electoral que daría a América Latina un lugar
destacado en su agenda.

"Si me convierto en presidente, el sur no será una idea tardía, sino un
compromiso fundamental", declaró en Dallas antes de las elecciones de
noviembre de 2000.


Otras señales también eran auspiciosas. El presidente de México, Vicente
Fox, fue el primer mandatario extranjero a quien visitó Bush, quien
describió los lazos con México como "nuestra relación más importante".

Siete presidentes latinoamericanos fueron recibidos en la Casa Blanca en los
primeros seis meses de gestión de Bush, un número sin precedentes. Esas
invitaciones parecieron confirmar la atención que el nuevo mandatario había
prometido para la región.

A cada uno de los visitantes Bush repitió que daba prioridad a la
negociación del acuerdo del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
una meta también señalada en la tercera Cumbre de las Américas, celebrada en
abril en Québec, Canadá.

Pero América Latina parece haber desaparecido para Estados Unidos luego de
los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington.

"Es como si hubiéramos dejado de existir el 11 de septiembre. Y más lo
sentimos más porque Bush elevó nuestras expectativas", dijo en Washington un
diplomático latinoamericano que pidió el anonimato.

A juicio de los críticos de Estados Unidos, la política latinoamericana de
Bush, incluso antes de septiembre, ha sido "pasiva", "indiferente" y "de
retirada".

El mayor símbolo de esa actitud fue la designación de Otto Reich como
subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, la más alta
posición en el gobierno en relación a América Latina.

La confirmación de Reich debe ser decidida por el Senado, y está bloqueada
desde hace meses por varios demócratas. Incluso algunos senadores
republicanos solicitaron en privado a la Casa Blanca la designación de un
reemplazante.

Reich, un cubano-estadounidense anticastrista, fue acusado por
investigadores del Congreso (legislativo) de lanzar una campaña
propagandística ilegal a favor de los "contras" nicaragüenses desde el
Departamento de Estado (cancillería) durante el gobierno de Ronald Reagan
(1980-1988).

Pero Bush, bajo presión de la comunidad cubano-estadounidense y otros
sectores que representan a sus electores más conservadores, se niega a dar
marcha atrás e incluso considera decretar un "receso de designación" que
mantendría a Reich durante un año en su puesto sin la confirmación del
Senado.

"Bush se está permitiendo ser el rehén de electores extremistas al costo de
los intereses nacionales de Estados Unidos en América Latina", advirtió un
diplomático estadounidense retirado.

Michael Shifter, de la institución investigadora con sede en Washington
Diálogo Intercamericano, señaló que "quedarse con Reich es una señal de que
América Latina no es considerada una prioridad".

"Dados los acontecimientos en el hemisferio, es sumamente importante que el
puesto sea ocupado por alguien con un mandato real", agregó Shifter, que
está especialmente preocupado ante ls situación de Argentina y de algunos
países andinos.

Washington se limitó en el caso de Argentina a un papel pasivo y confuso en
el último año, mientras la economía de ese país se desintegraba, sostuvo
Shifter. Tras negarse a rescatar a Argentina a comienzos de 2001, el
gobierno estadounidense cambió de opinión abruptamente y respaldó un
préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Luego volvió a alterar su rumbo, contribuyendo con su prescindencia al
colapso económico y social que determinó la dimisión de Fernando de la Rúa y
su reemplazo por el presidente interino Adolfo Rodríguez Saá.

Las declaraciones del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, sobre la historia
de Argentina y su responsabilidad por la crisis contribuyeron a la
percepción de que Washington es básicamente indiferente ante la grave
situación que atraviesa su aliado más cercano en América del Sur.

"Lo sucedido en Argentina planteará preguntas profundas sobre el modelo
económico que tanto promovió Washington. Las consecuencias políticas pueden
ser grandes y se harán sentir en las elecciones de octubre en Brasil y en
todo el continente", predijo Shifter.

En Colombia, tras el aumento de la ayuda militar estadounidense en los
últimos 18 meses, la guerra civil se hizo más violenta, y aumenta el poder
de los paramilitares de derecha, a los que el propio secretario de Estado
Colin Powel calificó a comienzos de este año de organización terrorista.

El plan de paz de presidente Andrés Pastrana se empantanó, en parte socavado
por legisladores republicanos de línea dura que llenaron el vacío político
creado por la indiferencia del gobierno.

A la vez, informes de regiones productoras de coca indican que el gobierno
de Pastrana pierde popularidad entre los campesinos y que sólo ha logrado
triunfos marginales en el combate contra la cocaína.

En Perú, el presidente Alejandro Toledo, cuya elección fue considerada uno
de los logros de la diplomacia estadounidense en la región, pierde
popularidad en las encuestas. También aumentan las informaciones sobre el
incremento en Perú de los cultivos de coca.

A diferencia de Perú, Venezuela concitó la atención del gobierno
estadounidense, al menos tras las críticas declaraciones del presidente Hugo
Chávez contra la guerra antiterrorista lanzada por Bush como respuesta a los
atentados de septiembre.

Washington llamó a comienzos de noviembre a consultas a su embajadora en
Venezuela, Donna Hrinak, para insinuar que se agotaba su paciencia ante
Chávez.

Pero su política frente a Venezuela aún no está clara, mientras disminuyen
en ese país los ingresos del petróleo y la opinión pública se polariza entre
Chávez y la creciente oposición.

Mientras, el presidente mexicano Fox debió renunciar, después del 11 de
septiembre, sus esperanzas de lograr un acuerdo de inmigración con
Washington como un preludio de reformas de largo alcance del Tratado de
Libre Comercio del América del Norte (TLCAN), que une a los dos países y a
Canadá.

Fox no logra la atención de Estados Unidos, y quizás pudiera hacerlo sólo si
aumentara los controles en la frontera como colaboración con la campaña
antiterrorista. Su programa de reformas se estancó en el parlamento y la
economía está en retroceso.

Bush obtuvo este mes la aprobación de la Cámara de Representantes de su
pedido de "vía rápida" para negociar el ALCA.

Pero el mensaje a los futuros socios en el ALCA fue ambivalente pues, para
lograr una votación favorable, debió imponer medidas de protección a la
producción estadounidense de acero, cítricos, azúcar y textiles, en
perjuicio de exportadores caribeños y latinoamericanos.

Tampoco ha logrado el presidente antes del receso legislativo, comenzado la
semana pasada, la prórroga de la ley de preferencias comerciales para los
países andinos que apoyan la lucha contra las drogas.

Estos hechos plantean en América Latina "serios interrogantes sobre la
actitud proteccionista de Estados Unidos y acerca de la actitud de Bush",
advirtió Shifter.



Nello

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