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[retebolivariana] Soldados norteamericanos se enfrentan a juicios militares por objetar negarse torturas





retebolivariana <retebolivariana@yahoo.it> wrote:26 de mayo del 2004

Soldados norteamericanos se enfrentan a juicios militares por objetar negarse torturas a los prisioneros 
Marco Vinicio González.
La Opinión de Los Ángeles 


Camilo Mejía fue a combatir a Irak. Volvió, con un permiso, a su casa en Florida. Y decidió desertar. Se entregó al ejército estadounidense a mediados de marzo, al tiempo que demandó ser considerado "objetor de conciencia". En sus declaraciones, asegura que sus superiores les ordenaban torturar a los prisioneros y simular fusilamientos. El juicio militar, que comenzó el pasado miércoles 19 de mayo, permitió conocer detalles desconocidos de la incursión norteamericana en Irak.

La náusea se abre paso entre las tropas de Estados Unidos, aunque el malestar sea clandestino, pues un soldado activo que rehúsa ir a la guerra puede enfrentar una corte marcial, la degradación militar, la cárcel y la cancelación de prestaciones del Estado. Y debe recordarse que una inmensa mayoría de los 37 mil militares sin ciudadanía estadunidense, activos en las fuerzas armadas de este país, ven en el ejército la posibilidad de salir de la miseria o de seguir estudiando.

No todos aguantan. A mediados de marzo pasado, el sargento Camilo Mejía, de origen nicaragüense, decidió demandar ser considerado objetor de conciencia. Mejía llegó a este país hace una década, cuando tenía 18 años. Pertenece a la 53 División de Infantería de la Guardia Nacional de La Florida y es hijo del compositor Carlos Mejía Godoy, autor de las piezas emblemáticas de la revolución sandinista.

El 16 de marzo pasado, en la base aérea Hanscom, de Concord, Massachussets, Camilo se entregó al ejército poco más de cinco meses después de haber "desaparecido", tras negarse a volver a Irak.

Había pasado 14 días en su casa de la Florida, con permiso del ejército, luego de servir como líder de un pelotón en el llamado "triángulo sunita", donde se han dado los más encarnizados enfrentamientos, de octubre de 2003 a marzo del presente año.

A los militares activos que, como Camilo, "desaparecen" sin avisar, se les llama AWOL (ausentes sin licencia), eufemismo que designa a los desertores. Actualmente la armada sólo reconoce a 600 de estos AWOL, porque aceptar una cantidad mayor desprestigia a la institución castrense, dice Tom Ensing, director de Citizen Soldier, una organización de veteranos de guerra con sede en Nueva York.

Le Canard, un semanario parisino de humor ácido, informó en diciembre del año pasado que hasta esa fecha mil 700 soldados de Estados Unidos habían desertado en Irak. Y añade que 7 mil soldados de este país habían dejado Irak por problemas sicológicos y otras enfermedades. Si se agregan los mutilados y lisiados, la suma de todas estas "bajas" asciende a unos 14 mil soldados, según la organización pacifista de Massachusetts, Peace Abbey.

Camilo Mejía en Irak: -¡Dale una oportunidad a la paz! 

En esto coincide una vasta red de familiares de militares y veteranos en contra de la guerra, integrada por grupos como Military Families Speak Out (MFSO), Peace Abbey, GI Rights y Central Commitee of Conscientious Objectors (CCCO). Hablan de cientos, o quizá miles de desertores.

Fernando Suárez del Solar, quien perdió un hijo en Irak el 27 de marzo de 2003 y desde entonces se dedica al activismo contra la guerra, dijo que en su reciente viaje a Irak pudo constatar la existencia de "un amplio malestar entre la tropa", con ganas de desertar del ejército, "por los horrores y las mentiras de esta guerra por petróleo".

Hace poco, Suárez encabezó una protesta contra Titan Corporation, una empresa privada de traducción lingüística (y presunto espionaje) de San Diego, California, que brinda sus servicios al gobierno de Estados Unidos en los interrogatorios a prisioneros iraquíes.

Un reporte clasificado del Pentágono señaló recientemente a por lo menos un empleado de esta compañía (Adel Naklha) como sospechoso de estar implicado en el reciente escándalo de tortura a prisioneros en la cárcel Abu Gharib.

Objetores 

Tras su entrega, el 16 de marzo, ante el general Webster, en la base militar Fort Stewart, de Georgia, Camilo Mejía hizo una petición para obtener la categoría de objetor de conciencia, convirtiéndose así en el primer militar de Estados Unidos que públicamente se rehúsa a ir a esta guerra "por los abusos y el trato cruel a la población iraquí".

Existen otros dos casos recientes de objetores de conciencia. Jeremy Hinzman solicitó ese estatus en dos ocasiones y en la primera de ellas fue enviado, como castigo, a Afganistán. Luego fue amenazado por el ejército con nuevas sanciones por negarse a ir a la guerra; actualmente vive en Canadá, donde solicita asilo político. El otro caso es el de Stephen Funk, un hombre negro y homosexual, castigado con seis meses de cárcel por negarse a ir al frente de batalla, también en la guerra contra Afganistán.

"Y por ser minoría entre las minorías", dice con enfado Camilo.

Cuando Camilo llegó a Irak, durante los primeros días de mayo del año pasado, luego que el presidente George W. Bush decretara "el fin de las hostilidades mayores", fue asignado al frente de un pelotón, en la base aérea iraquí de Al Assad. Esta había sido tomada por las tropas de la ocupación. Allí, los hangares, fuertes construcciones de concreto armado para proteger a los aviones de posibles ataque aéreos, fueron improvisados como campos de detención "para interrogar prisioneros", explica Camilo por teléfono.

"Nos ordenaron torturarlos", dice el sargento, con lo que contradice al Departamento de Defensa, que ha sostenido que las torturas comenzaron en diciembre pasado.

Tras haberse revelado las dramáticas fotografías y videos de las torturas y humillaciones, "es ridículo seguir ocultando la verdad", advierte Camilo.

Por lo menos desde julio de 2003, asegura, "teníamos orden de torturar a los prisioneros", continúa el soldado de origen nicaragüense. Las torturas a los "infortunados iraquíes" fueron ejecutadas a muchos de los arrestados en las calles, "sin que realmente tuvieran algo que ver", pues por las barreras del lenguaje "no pudieron expresar su inocencia".

Los castigos consistieron en "privarlos del sueño hasta por 48 horas". O lo que es peor, abunda, "les vendábamos los ojos y simulábamos ejecutarlos frente a una pared", disparándoles con armas de alto poder cerca de los oídos. "¿Te imaginás como se oía el eco de los disparos en esas enormes construcciones de concreto"? 

Las declaraciones del sargento coinciden con los reportes de la Cruz Roja Internacional, que desde hace un año expresaba su preocupación por el trato a los prisioneros en Irak.

"Estos soldados desde luego que merecen castigo?, dice Camilo, en referencia a los que han aparecido en las fotos. Pero le resulta injusto "hacer recaer en ellos toda la responsabilidad", cuando se trata de "un mal sistémico del ejército de Estados Unidos".

Además, dice, en Irak reina el caos en los campos de detención, y en las calles, "y hasta han tenido que contratar recién a uno de los más altos oficiales del ejército de Saddam Hussein" para combatir a la resistencia iraquí. "Ya nomás falta que saquen al propio Saddam, para que controle este desorden", dice Camilo.

Con horror y hasta con un poco de asco, este soldado nicaragüense cuenta cómo un militar gringo disparó a un niño que portaba un rifle AK-47. Herido de muerte, el menor clamaba espantosamente por su vida, en medio de un charco de sangre. Un iraquí que pasaba por la escena detuvo su automóvil y recogió al niño, gravemente herido, para llevarlo a un hospital cercano. Pero un oficial de alto rango ordenó que se interceptara el vehículo y que se llevara al menor a un hospital militar. El niño fue rechazado de dos hospitales militares y finalmente fue devuelto al nosocomio civil. Al llegar, el menor había muerto, desangrado.

Camilo también menciona cómo vio decapitar a un soldado iraquí con la ráfaga de la metralla. "Estas y otras atrocidades deberían ser suficientes para apartarse de la guerra", sostiene el sargento. Sin embargo, no es en el frente de batalla donde se opera la toma de conciencia de un objetor, dice Camilo. Cuando se está en la trinchera "uno no tiene tiempo para filosofar o reflexionar en cosas políticas". Eso se hace "en la comodidad del hogar", cuando regresan los soldados a casa, "y tiene uno tiempo de poner en orden las ideas"; o cuando los amigos y conocidos "comienzan a preguntarte sobre las experiencias de la guerra?.

Un padre muy fuerte 

Resulta por lo menos extraño que Camilo, siendo hijo de quien es, haya terminado uniéndose a las fuerzas armadas estadunidenses para arriesgar su vida por este país, que le abrió las puertas cuando tenía 18 años. Extraño porque, entre muchas otras, Carlos Mejía Godoy es autor del himno sandinista que en una línea reza: "Luchamos contra el yanqui, enemigo de la humanidad".

¿Qué pasó? 

- Cuando tienes un padre tan fuerte y con tanta presencia terminas por alejarte de él, y buscas tu propia identidad, ¿no?-dice el sargento.

- Entonces, ¿fue un acto de rebeldía unirte al ejército? 

- Más bien una necesidad, diría yo, de encontrar mi propio camino -continúa, atribulado.

- Negar el legado de tus padres para encontrarte a ti mismo. Sin embargo, esa herencia terminó ganando, ¿no es así? 

Por la notoriedad internacional que cobró su caso "va a ser imposible que el ejército le otorgue el estatus de objetor de conciencia", dice el abogado Louis Font, de Brookline, Massachussets, quien encabeza su defensa. Y de ser hallado culpable de deserción, "le espera una corte marcial, que puede concluir con la degradación militar o la cárcel".

Font no cree que la derrota del soldado objetor pueda conducir a su deportación, "aunque en estos momentos, uno nunca sabe". El juicio se inició el 19 de mayo, en Fort Stewart, una base militar que se halla "en medio de la nada", en el estado de Georgia, "para dificultar que mucha gente acuda a apoyarme".

La defensa de Camilo estará integrada también por un prestigioso grupo de eminencias en derecho internacional y derechos humanos, como los reconocidos profesores de leyes, Francis Boyle, de la Universidad de Illinois, y Jules Lobel, de la Universidad de Pittsburgh, así como por el ex procurador general de Justicia, Ramsey Clark, entre otras personalidades que han confirmado su asistencia.

"Vamos a retar la validez de esta guerra", dijo Font. Se trata de sentar un precedente, dice, "para volver el caso de Camilo un paradigma", que servirá para abrir la puerta "a una enorme cantidad de soldados" que por diversas razones "quieren apartarse de la guerra".

La defensa de Camilo Mejía se centrará en dos ejes. Uno: "él no puede volver a Irak, porque allá fue testigo de actos ilegales cometidos por el ejército de Estados Unidos"; concretamente, "tortura a prisioneros iraquíes". Y dos: "porque Camilo se declaró objetor de conciencia", apunta el abogado, que prefiere no abundar en detalles "para no entorpecer" el juicio.

El prestigioso abogado Eugene Fidel, que bregó con infinidad de casos similares durante la guerra de Vietnam, sostiene que las regulaciones del ejército no permiten a los soldados ser selectivos con los motivos que los llevan a objetar la guerra.

"Camilo podrá obtener el estatus de objetor de conciencia", sostiene, "si puede comprobar, basado en cuestiones religiosas o convicciones personales, que todo el combate en general es objetable y no sólo el conflicto con Irak". Pero "si Camilo argumenta que se opone sólo al conflicto con Irak, será tanto como recibir el beso de la muerte", concluye Fidel.

Según Iván Medina, ex miembro de la tercera División de Infantería, y quien peleó en Irak entre marzo y agosto de 2003, las opiniones e inconformidades expresadas por Camilo Mejía "son un sentimiento compartido por un gran número de soldados que desean retirarse del frente de batalla".

Iván, de origen mexicano, pudo renunciar al ejército tras la muerte en combate de su hermano gemelo, Irving. El trabajó como asistente de un capellán en el ejército, "recorriendo la tropa y preguntando a los soldados sobre su estado de ánimo". Esa experiencia lo faculta, dice, para sostener que poco más de la mitad de los soldados de su unidad, que según él constaba de 10 mil efectivos, "se oponía a la guerra".

La oposición, sin embargo, no era siempre por razones políticas, sino sobre todo por las "duras y peligrosas" condiciones bajo las que los soldados estadounidenses viven en Irak (la prensa estima 750 muertos y más de 10 mil heridos desde que comenzó esta guerra).

A esa situación se suman las reiteradas promesas, siempre incumplidas, de que volverán pronto a casa. "Es un acto de crueldad del ejército para con nuestras familias".

Iván Medina se ha dedicado a lanzar su mensaje pacifista en decenas de medios de comunicación.

"Asumí la obligación moral de denunciar las atrocidades, con la esperanza de hacer llegar mis objeciones a un número cada vez más amplio de soldados, que necesitan un empujoncito para animarse a abandonar la guerra".

En tanto, mientras Carlos Mejía comienza a ser juzgado, además de su libertad, el sargento nicaragüense quiere lograr que el gobierno de Estados Unidos "acepte la naturaleza inmoral de esta guerra". 




		
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