[Date Prev][Date Next][Thread Prev][Thread Next][Date Index][Thread Index]

Cuba en el punto de mira; a casi medio siglo de terror



 http://www.rebelion.org/chomsky/040107chom.htm


Noam Chomsky
ZNet


(En su nuevo libro, "Hegemony or survival, America's quest for global
dominance", Noam Chomsky continúa con su profundo análisis de la violencia y
el terror de estado, recordándonos que "terror" no constituye aquello que
pequeños grupos apátridas acometen sobre naciones grandes y fuertes. En
cambio, Chomsky sugiere que la historia es, en cierta medida, una historia
de terror de estado y que EEUU ha destacado en su práctica desde hace
tiempo. Uno de los objetivos favoritos de EEUU es Cuba, país que ha sido
víctima de una incesante campaña del terrorismo de estado por parte de EEUU
durante casi medio siglo.

El mundo presenció "el momento más crítico de la historia" durante la crisis
cubana de los misiles. Sin embargo para Cuba, dicho momento en realidad
comenzó poco después de que las fuerzas guerrilleras de Fidel Castro
derrocaran la dictadura de Fulgencio Batista, y continúa hasta hoy. Ahora
que el gobierno de Bush en su afanosa "guerra contra el terrorismo" ha
colocado a Cuba en el punto de mira estadunidense como el nuevo miembro del
"eje del mal", este extracto del nuevo libro de Chomsky, el cual apareció
anteriormente en TomDispatch.com http://www.tomdispatch.com/ resulta
especialmente relevante.)

La dictadura de Batista fue derrocada por las fuerzas rebeldes de Castro en
enero de 1959. Para marzo, el Consejo Nacional de Seguridad de EEUU (NSC) ya
exploraba la manera de forzar un cambio de régimen. En mayo la CIA comenzó a
armar guerrilleros dentro de Cuba. "Durante el invierno de 1959-1960, hubo
un aumento considerable de atentados organizados por la CIA y de ataques
incendiarios capitaneados por exiliados cubanos" con base en EEUU. No es
difícil imaginar las intenciones de EEUU y sus clientes ante tales
circunstancias. Sin embargo, Cuba no respondió con acciones violentas dentro
de EEUU por venganza o disuasión. Al contrario, Cuba decidió apegarse al
protocolo que exige el derecho internacional. En julio de 1960, Cuba acudió
a la ONU, remitiendo al Consejo de Seguridad documentación sobre
aproximadamente veinte bombardeos, incluyendo nombres de pilotos, números de
matrícula de los aviones, bombas sin explotar y otros detalles específicos,
acusando daños considerables, pérdida de vidas y exigiendo una resolución
diplomática al conflicto. El embajador estadunidense Henry Cabot respondió
asegurando que "EEUU no tiene planes bélicos contra Cuba." Cuatro meses
antes, en marzo de 1960, su gobierno había tomado secretamente la decisión
formal de derribar el gobierno de Castro y los preparativos para invadir
Bahía de Cochinos ya estaban bien avanzados.

A Washington le preocupaba la posibilidad de que los cubanos fueran capaces
de defenderse. Allen Dulles, director de la CIA, rogó entonces a Inglaterra
que no le facilitara armas a Cuba. Su "motivo principal," informó el
embajador británico a Londres, "era que eso llevaría a los cubanos a
solicitar armas a Rusia o al bloque soviético," un acto que "traería graves
consecuencias," según Dulles, permitiendo a Washington presentar a Cuba como
un riesgo para la seguridad del hemisferio, de acuerdo con el guión que
había funcionado tan bien en Guatemala. Dulles se refería al éxito obtenido
por Washington en desmantelar el primer experimento democrático en ese país,
que supuso un respiro de diez años de paz y progreso muy temido en
Washington debido al enorme apoyo popular que revelaron los servicios de
inteligencia de EEUU y al "factor ejemplo" de cómo ciertas medidas sociales
y económicas benefician a la gran mayoría. La amenaza soviética se invocaba
cotidianamente, a causa de la petición de armas que hizo Guatemala al bloque
soviético después de que EEUU amenazara con atacar y suprimir otras fuentes
de abastecimiento. El resultado fue casi medio siglo de terror, peor aún que
la tiranía anterior apoyada por EEUU.

Para Cuba, las intrigas por parte de los pichones de Washington eran
parecidas a las de Dulles, el director de la CIA. Arthur Schlesinger
advirtió al presidente Kennedy acerca de las "inevitables repercusiones
políticas y diplomáticas" que ocasionaría el plan de invadir Cuba con un
ejército mercenario y a su vez sugirió intentar inculpar a Castro en algún
tipo de operación que pudiera servir como pretexto a la invasión: "Se podría
concebir una operación fantasma, digamos en Haití, que a su tiempo pudiera
inducir a Castro a enviar tropas a una playa haitiana, lo cual pudiera ser
interpretado como un intento de derrocar el régimen haitiano... entonces la
cuestión ética se diluiría y la campaña anti estadunidense tropezaría desde
el principio". Cabe señalar que el régimen del sanguinario dictador Papa Doc
Duvalier recibía el apoyo de EEUU (aunque con ciertas reservas), de manera
que cualquier tipo de ayuda para que los haitianos lo destituyeran sería
considerado un crimen.

El plan de Eisenhower de marzo de 1960 proponía el derrocamiento de Castro
para instituir un régimen "más fiel a los verdaderos intereses del pueblo
cubano y también más adecuado para EEUU," e incluía apoyo para una
"operación militar en la isla," y para "el desarrollo de una competente
fuerza paramilitar fuera de Cuba". Fuentes de inteligencia informaron de que
el apoyo popular a Castro era elevado; aún así, EEUU determinaría los
"verdaderos intereses del pueblo cubano". El cambio de régimen se ejecutaría
"de manera que se ocultara la evidencia de la intervención estadunidense",
debido a la esperada reacción en Latinoamérica y a los problemas de la
administración doctrinaria dentro de EEUU.

Operación Mangosta

La invasión de Bahía de Cochinos vino un año más tarde, en abril de 1961,
después de que Kennedy llegara al poder. Fue autorizada bajo un clima de
"histeria" hacia Cuba en la Casa Blanca, como testificó posteriormente
Robert McNamara ante el comité Church del senado. Durante la primera reunión
del gabinete tras la fallida invasión, el ambiente era "algo feroz," como
reveló en privado Chester Bowles: "había una exhortación casi frenética por
un plan de acción." Dos días después, en la sesión del NSC, Bowles percibió
el ambiente "igualmente tenso" y le impresionó "la enorme falta de
integridad moral" que imperaba. Esa actitud era evidente en los discursos de
Kennedy: " las sociedades conformistas, auto indulgentes y débiles serán
arrastradas con los deshechos de la historia. Solamente los
fuertes...prevalecerán," declaró al país, marcando la pauta que sería
utilizada con éxito por Reagan durante sus propias campañas de terror.
Kennedy estaba al tanto de que los aliados "nos consideran algo obsesivos"
por nuestra fijación por Cuba; una opinión que persiste hasta hoy en día.

Kennedy llevó a cabo un aplastante embargo difícil de soportar para un
pequeño país el cual había pasado a ser una "simple colonia" de EEUU sesenta
años después de haberse "liberado" de España. También ordenó intensificar la
campaña terrorista: "Le pidió a su hermano, el fiscal general Robert
Kennedy, que dirigiera el conglomerado de agencias de alto nivel que
supervisó la Operación Mangosta, para ejecutar una campaña de operaciones
paramilitares, hostilidad económica y sabotaje lanzada a fines de 1961 a fin
de conjurar los "horrores del mundo" sobre Fidel Castro y, en breve,
derrocarlo."

La campaña terrorista no era "ninguna broma," expresa Jorge Domínguez en su
análisis de ciertos documentos desclasificados sobre operaciones bajo el
mandato de Kennedy; materiales que han sido "intensamente saneados" y que
constituyen "sólo la punta del iceberg," añade Piero Gleijeses.

La Operación Mangosta fue "la pieza central de la política estadunidense
hacia Cuba desde finales de 1961 hasta el comienzo de la crisis de los
misiles en 1962", informa Mark White del programa sobre el cual los hermanos
Kennedy "llegaron a basar sus ilusiones". Robert Kennedy comunicó a la CIA
que el asunto cubano conllevaba "la máxima prioridad para el gobierno de los
Estados Unidos; lo demás es secundario. No vamos a escatimar ni tiempo, ni
esfuerzo ni recursos humanos" en el intento de destituir el régimen de
Castro. El jefe de operativos de la Operación Mangosta, Edward Lansdale,
elaboró un calendario que culminaría con la "sublevación masiva y el
derrocamiento del régimen comunista" en octubre de 1962. La "resolución
final" del programa comprendía "una victoria rotunda que precisaría la
decisiva intervención del ejército estadunidense" una vez que el terrorismo
y la subversión se hubieran establecido. Ello indicaba que la intervención
militar de EEUU tendría lugar en octubre de 1962, justamente cuando irrumpió
la crisis de los misiles.

En febrero de 1962 la Junta de Estado Mayor impulsó un plan más drástico que
el de Schlesinger: se utilizarían "técnicas de encubrimiento... para
engatusar o provocar a Castro, o a un subordinado impulsivo, a cometer un
acto abiertamente hostil en contra de EEUU; lo cual serviría de
justificación para que EEUU no solamente tomara represalias sino que
eliminara a Castro con rapidez, violencia y determinación". En marzo, a
instancias del Proyecto Cuba del Departamento de Defensa, la Junta de Estado
Mayor envió un memorando al Secretario de Defensa Robert McNamara esbozando
los "pretextos que ellos consideraban que pudieran usarse para justificar
una intervención militar estadunidense en Cuba". El plan se llevaría a cabo
"si una revuelta civil resulta imposible de conseguir en los próximos nueve
o diez meses", pero antes de que Cuba estableciera relaciones con Rusia que
pudieran "implicar directamente a la Unión Soviética".

Un prudente uso del terror debería evitar riesgos al responsable.

El plan de marzo era fabricar "sucesos sin relación aparente a fin de
ocultar el principal objetivo y crear a gran escala la indispensable imagen
de una Cuba temeraria e irresponsable, para proyectarla hacia otros países
así como a los propios EEUU, "colocando a EEUU en la comprometida posición
de soportar afrentas injustificadas [y desplegando] la imagen de Cuba a
nivel internacional como una amenaza para la paz del hemisferio". Las
medidas propuestas incluían hacer explotar un navío estadunidense en
Guantánamo con el objetivo de crear "un incidente del tipo recuerden el
Maine'", publicando listas de bajas en periódicos para "motivar una eficaz
oleada de indignación nacional", mostrando las investigaciones cubanas como
"evidencia bastante confiable de que el navío había sido atacado",
ejecutando una "campaña de terror cubano comunista [en Florida] e incluso en
Washington", empleando incendiarios del bloque soviético para invadir y
quemar campos de caña en países vecinos, derribando un aeroplano por control
remoto haciéndolo pasar por un avión civil lleno de estudiantes en
vacaciones y otras estratagemas igualmente ingeniosas que no se realizaron,
pero que denotan el clima "feroz" y "frenético" que prevalecía.

El 23 de agosto, el presidente emitió el Informe de Seguridad Nacional 181,
"una llamada a diseñar la rebelión civil que antecedería a la intervención
militar de EEUU", empleando "importantes programas, maniobras, y transporte
de tropas y pertrechos del ejército estadunidense" bastante bien conocidos
por Cuba y Rusia. En agosto también se intensificaron los atentados
terroristas, incluyendo el acribillamiento desde una lancha rápida de un
hotel de costa cubano "donde se sabía que se reunían técnicos militares
soviéticos, matando muchos rusos y cubanos"; ataques a cargueros ingleses y
cubanos; contaminación de remesas de azúcar; y otras atrocidades y
sabotajes, en su mayoría realizados por grupos de exiliados cubanos que
gozaban de gran libertad de operación en Florida. Unas semanas después
sobrevino el "momento más crítico de la historia."

"Mala prensa en países amigos"

Las operaciones terroristas persistieron durante los momentos más graves de
la crisis de los misiles. Fueron formalmente canceladas el 30 de octubre,
unos días después del acuerdo entre Kruschev y Kennedy, pese a que
continuaron . El 8 de noviembre, "un comando secreto de sabotaje formado por
cubanos pero enviado por EEUU logró volar una instalación industrial en
Cuba," matando a cuarenta trabajadores, según el gobierno cubano. Raymond
Garthoff relata que "para la Unión Soviética ese ataque solamente podía
significar que se estaba dando marcha atrás a la cuestión que para ellos era
la más importante: la promesa de EEUU de no atacar Cuba." Dichas acciones,
concluye, denotan una vez más que "el riesgo y peligro entre ambos bandos
pudiera exacerbarse, sin excluir una catástrofe".

Tras la crisis, Kennedy renovó la campaña de terrorismo. Diez días antes de
su asesinato, aprobó un programa de la CIA de "operaciones de destrucción" a
cargo de fuerzas aliadas de EEUU " contra una importante refinería
petrolera, instalaciones de almacenaje, una importante planta eléctrica,
refinerías azucareras, puentes de ferrocarril, estructuras portuarias, y
destrucción submarina de muelles y navíos". El día del asesinato de Kennedy
se propuso un plan para matar a Castro. Ese plan se suspendió en 1965, pero
una de las primeras órdenes que dio Nixon al tomar el poder en 1969 fue
indicar a la CIA que se incrementaran las acciones clandestinas contra
Cuba".

Resulta de peculiar interés la sagacidad de los intrigantes. Al revisar los
documentos recién divulgados sobre el período del terrorismo bajo Kennedy,
Domínguez observa que "en tan solo una ocasión durante casi un millar de
páginas de documentación, un funcionario estadunidense muestra algo parecido
a una leve objeción moral acerca del terrorismo subsidiado por EEUU": un
empleado del NSC sugiere que Rusia pudiera reaccionar de cierta manera y que
los ataques "indiscriminados en contra de inocentes... pudieran ocasionar
mala prensa en países amigos". Una postura similar prevalece durante las
discusiones privadas, como demuestra Robert Kennedy al advertir que una
invasión frontal resultaría en "la muerte de una terrible cantidad de gente,
y se nos condenaría por ello".

Los actos terroristas continuaron durante el mandato de Nixon, alcanzando un
punto crítico a mediados de los setenta: hubo ataques a botes de pesca,
embajadas, agencias cubanas en el exterior, así como el bombardeo de una
aeronave de Cubana de Aviación, matando a sus setenta y tres pasajeros.
Tanto éstas como subsecuentes operaciones terroristas, fueron llevadas a
cabo desde territorio estadunidense; aunque en ese entonces se consideraban
actos criminales por el FBI.

Y así siguieron las cosas; ciertas editoriales acusaban a Castro de tener
"un campamento armado, a pesar del pacto de no agresión de 1962 firmado con
Washington." La promesa debería haber bastado, a pesar de lo que acabó
ocurriendo; y qué decir de las promesas anteriores, ya para entonces bien
documentadas, así como información sobre cómo se podía confiar en ellas::
v.g., el "momento Lodge", en julio de 1960.

En el treceavo aniversario de la crisis de los misiles, Cuba denunció un
ataque con ametralladoras contra un hotel turístico cubano-español; un grupo
de Miami se hizo responsable. Las explosiones de 1977 en Cuba fueron
rastreadas hasta Miami. Los atacantes eran criminales salvadoreños que
actuaban bajo el mando de Luis Posada Carriles y eran financiados desde
Miami. Posada, uno de los más infames terroristas internacionales, se había
fugado de una cárcel venezolana donde estaba preso por la explosión de la
aeronave de Cubana, asistido por Jorge Mas Canosa, un empresario de Miami
quien dirigía la Fundación Nacional Cubano-Americana (CANF en sus siglas en
inglés), un grupo libre de impuestos. Posada viajó de Venezuela a El
Salvador, donde fue instalado en la base militar de Llopango para organizar
ataques terroristas contra Nicaragua bajo la dirección de Oliver North.

Posada ha detallado sus actividades terroristas, así como su financiamiento
por parte de exiliados y la CANF en Miami, confiando que el FBI no lo
investigaría. Él era un veterano de Bahía de Cochinos, y sus siguientes
maniobras durante los sesenta fueron supervisadas por la CIA. Cuando más
tarde se incorporó a las filas de la inteligencia venezolana con ayuda de la
CIA, logró reunirse con Orlando Bosch, un antiguo colega de la CIA a quien
se halló culpable en EEUU de la explosión de un carguero con destino a Cuba,
y lo invitó a reunirse en Venezuela para organizar futuros ataques contra la
isla. Un ex empleado de la CIA familiarizado con el ataque de Cubana
identifica a Posada y a Bosch como los únicos sospechosos del atentado, el
cual Bosch califica como "un legítimo acto de guerra". Bosch, considerado el
instigador del ataque a la aerolínea, ha sido responsable de otros treinta
actos terroristas según el FBI. Se le otorgó perdón presidencial en 1989 al
empezar el mandato de Bush I, tras fuertes presiones por parte de Jeb Bush y
otros dirigentes cubano estadunidenses del sur de Florida, ignorando al
Departamento de Justicia, el cual había concluido que dicha decisión
"ciertamente resulta en perjuicio del interés público de EEUU al otorgar
asilo a Bosch, [dado que] la seguridad de esta nación se ve afectada en su
capacidad de instar otras naciones a que nieguen recursos y abrigo a
terroristas".

Hostilidad económica

Las propuestas por parte de Cuba de cooperar y compartir información para
prevenir ataques terroristas han sido rechazadas por Washington, aunque
algunas causaron reacciones. "Oficiales del FBI fueron a Cuba en 1998 a
reunirse con sus homónimos cubanos, quienes entregaron [al FBI] expedientes
de lo que consideraban era una red de terroristas con base en Miami: la
información había sido en parte reunida por cubanos que infiltraron grupos
de exiliados". Tres meses después, el FBI arrestó a los cubanos que habían
infiltrado el grupo terrorista en EEUU. Cinco de ellos recibieron sentencias
largas de prisión.

El pretexto de la seguridad nacional perdió toda traza de credibilidad
después del colapso de la Unión Soviética en 1991, pero no fue sino hasta
1998 cuando agencias estadunidenses anunciaron formalmente que Cuba no
constituía una amenaza para la seguridad de su país. Sin embargo la
administración de Clinton insistió en que la capacidad militar de Cuba fuera
minimizada hasta el punto de ser "insignificante," aunque no tenía
forzosamente que desaparecer. A pesar de tal clasificación, la evaluación de
los servicios de inteligencia eliminó el peligro identificado por el
entonces embajador mexicano, que rechazó la intentona de JFK de organizar
una acción colectiva en contra de Cuba por la sencilla razón de que "si
declaramos públicamente que Cuba constituye amenaza contra nuestra
seguridad, cuarenta millones de mexicanos se van a morir de la risa."

Sin embargo, debemos admitir que los misiles en Cuba eran un riesgo. Los
hermanos Kennedy expresaron en discusiones privadas su preocupación por que
la presencia de misiles rusos en la isla pudiera obstruir la invasión de
EEUU en Venezuela. Por tanto, lo de " Bahía de Cochinos fue una buena idea",
concluyó JFK.

El gobierno de Bush I reaccionó a la desaparición del pretexto de la
seguridad decretando un bloqueo mucho más austero, presionado por Clinton,
quien había rebasado a Bush por la derecha en la campaña presidencial de
1992. La hostilidad económica arreció en 1996, causando furor aún entre los
más fieles aliados de EEUU. El bloqueo fue también objeto de abundantes
críticas internas ya que afectaba exportaciones e inversiones estadunidenses
las únicas víctimas del bloqueo ya que, según la opinión pública, a los
cubanos no les afecta. Las investigaciones efectuadas por especialistas
estadunidenses contradicen esto. En un detallado estudio elaborado por la
American Association for World Health (AAWH) se determina que el bloqueo
acarrea severas consecuencias para la salud y que solo debido al óptimo
sistema de salud pública de Cuba se ha podido evitar una "catástrofe
humanitaria"; ésto, prácticamente, no se menciona en EEUU.

El bloqueo ha obstruido incluso alimentos y medicinas. En 1999 la
administración de Clinton eliminó dichas sanciones a todos los países de la
lista oficial de "naciones terroristas" menos a Cuba, merecedora de un
singular castigo. Cabe mencionar que Cuba no es la única en su caso; después
de que un huracán devastara las antillas en agosto de 1980, el presidente
Carter rechazó ofrecer auxilio a menos que se excluyera a la isla de
Granada, como castigo a ciertas iniciativas no especificadas que llevaba a
cabo el gobierno reformista de Maurice Bishop. Cuando los países afectados
rechazaron la exclusión de Granada, ya que no habían entendido el alcance
real de la amenaza del mayor productor mundial de nuez moscada, Carter
bloqueó la ayuda. Después de que otro huracán , golpeara de forma similar a
Nicaragua en octubre de 1988, ocasionando hambruna y graves daños
ecológicos, los gobernantes de turno en Washington vieron que su campaña
terrorista pudiera beneficiarse del desastre negando ayuda incluso a los
países en la costa atlántica vinculados a EEUU y con clara animosidad en
contra de los sandinistas. E hicieron lo mismo cuando, en septiembre de
1992, una marejada arrasó aldeas pesqueras nicaragüenses dejando cientos de
muertos y desaparecidos. En esa ocasión se ofreció ayuda, pero, escondido
entre los detalles, se hallaba el hecho de que aparte de un espléndido
donativo de veinticinco mil dólares, el monto se deduciría de fondos de
asistencia previamente establecidos. Aún así, se garantizó al congreso que
la miserable ayuda no afectaría a la suspensión de más de cien millones de
dólares en ayudas al gobierno nicaragüense apoyado por EEUU, ya que éste aún
no había logrado demostrar un nivel satisfactorio de sometimiento.

La hostilidad económica de EEUU contra Cuba ha sido condenada
energéticamente en la gran mayoría de los foros internacionales de
importancia, siendo aún declarada ilegal por la Comisión Judicial de la
normalmente sumisa Organización de Estados Americanos (OEA). La Unión
Europea instó a la Organización Mundial de Comercio a que impugnara el
bloqueo. La respuesta del gobierno de Clinton fue que "Europa ha desafiado
'tres décadas de política entre Cuba y EEUU que data desde el gobierno de
Kennedy,' e intenta forzar un cambio de gobierno en La Habana". Dicho
gobierno asimismo declaró que la OMC no tiene capacidad de injerencia sobre
los asuntos de seguridad nacional ni puede obligar a los EEUU a cambiar sus
leyes. Washington entonces se retiró de las discusiones, dejando el asunto
en un punto muerto.

Un auténtico desafío

Los motivos detrás de los ataques terroristas y del ilegal bloqueo económico
a Cuba se encuentran delineados en el historial interno, y a nadie debería
sorprender descubrir que encajan en un patrón similar, por ejemplo, al de
Guatemala unos años antes.

Desde el punto de vista temporal resulta claro que el temor de un ataque
ruso no pudo ser un factor decisivo. Los planes para forzar un cambio de
régimen habían sido formulados e implementados mucho antes de que hubiera
una conexión relevante con Rusia y, tras la retirada de ésta el castigo se
intensificó. Es cierto que la amenaza rusa sí llegó a existir, pero fue
consecuencia y no motivo del terrorismo y la agresión económica por parte de
EEUU.

En julio de 1961 la CIA anunció que "la amplia influencia del 'castrismo' no
es una función del poderío cubano... la sombra de Castro se extiende debido
a que las condiciones sociales y económicas a lo largo de Latinoamérica
incitan a combatir la autoridad dominante e instigan a la rebelión con fines
de cambio radical", para lo cual la Cuba de Castro marca la pauta.
Anteriormente, Arthur Schlessinger había entregado su informe de la Misión
Latinoamericana al presidente electo Kenneddy, donde le advertía acerca de
la susceptibilidad de los latinoamericanos a la "idea de Castro de ocuparse
uno mismo de sus asuntos". El informe identificó cierta conexión con el
Kremlin: la Unión Soviética "ronda entre bastidores, suministrando
cuantiosos préstamos para infraestructuras y presentándose como modelo para
lograr modernizarse en una sola generación". El peligro de la "idea de
Castro" es particularmente grave, según Schlessinger, cuando "la
distribución de tierras y otros bienes del patrimonio nacional favorecen a
las clases acaudaladas" y "los pobres y los marginados, movidos por el
ejemplo de la revolución cubana, exigen entonces oportunidades para llevar
una vida digna". Kennedy temía que el apoyo de Rusia pudiera presentar a
Cuba como un "modelo" de desarrollo, dando a los soviéticos ventaja a lo
largo y ancho de Latinoamérica. A principios de 1964, el Consejo de
Planificación Política del Departamento de Estado se extendió también sobre
estas preocupaciones: "el principal peligro que Castro representa radica...
en el impacto que la sencilla existencia de su régimen ha tenido sobre los
movimientos de izquierda en los países latinoamericanos... La simple
realidad es que Castro representa un auténtico desafío a los EEUU, una
contradicción a nuestra política en el hemisferio por más de un siglo y
medio". En pocas palabras, escribe Thomas Patterson, "Cuba, ya sea en
realidad o simbólicamente, desafió la hegemonía estadunidense en
Latinoamérica". El terrorismo internacional y la hostilidad económica con
fines de forzar cambio de régimen se justifican no por lo que Cuba hace,
sino por su "mera existencia", su "auténtico desafío" ante el legítimo dueño
del hemisferio. Tal desafío pudiese justificar acciones aún más violentas
como en Serbia, tal y como fue reconocido, o como también se ha visto en
Irak cuando los pretextos se agotaron.

Indignación ante los desafíos es algo común en la historia de EEUU. Hace
doscientos años, Thomas Jefferson recriminó duramente a Francia por su
"actitud desafiante" al retener a Nueva Orleáns, que él codiciaba. Jefferson
advirtió que "el comportamiento de Francia [se encuentra] en un estado de
perpetua fricción con el nuestro; nosotros, más que amantes de la paz y el
afán de crecimiento, somos de nobles ideales". El "desafío de Francia nos
obliga a unir fuerzas con la armada y la nación británica", advirtió
Jefferson, abandonando sus convicciones anteriores que reconocían la crucial
contribución de Francia durante la emancipación de las colonias del dominio
británico. Debido a la lucha de liberación de Haití, aislada y ampliamente
antagonizada, la desafiante Francia pronto capituló, pero las directrices
permanecen vigentes distinguiendo entre amigos y enemigos.

(Nótese que el presente pasaje, páginas 80-90, está profusamente anotado en
Hegemony or survival. La discusión de Chomsky respecto a la crisis de los
misiles cubanos en sí se puede encontrar en otro lugar, en el mismo capítulo
del libro.)

Aparte de Hegemony or survival, America's quest for global dominance (The
American Empire Project, Metropolitan Books), Noam Chomsky es autor de
numerosos libros de lingüística y política exterior estadounidense.

Reimpreso con el permiso de Metropolitan Books, una imprenta de Henry Holt
and Company, LLC.