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ARGENTINA-URUGUAY:Los hermanos sean unidos




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Raúl Pierri

MONTEVIDEO, 19 dic (IPS) - Las relaciones diplomáticas entre Argentina y Uruguay, vecinos con una larga historia en común, estuvieron este viernes al borde de un quiebre histórico luego del más grave de los últimos encontronazos entre sus gobiernos. 
El detonante esta vez fue la designación por parte de Uruguay del capitán de la marina de guerra Juan Craigdallie como agregado naval adjunto en la embajada en Buenos Aires y delegado ante la Comisión Marítima del Atlántico Sur, organismo del Mercosur. 

Craigdallie es acusado de cometer graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar en Uruguay de 1973-1984, denunciadas por el ex fotógrafo de inteligencia naval Daniel Rey Piuma, en su libro "Un marino acusa". 

Rey calificó de "torturador salvaje" a Craigdallie, quien sería responsable de la muerte de por lo menos dos ciudadanos argentinos, entre otros crímenes. 

La designación se produjo en medio de una serie de iniciativas del presidente argentino Néstor Kirchner para averiguar el destino de argentinos desaparecidos en Uruguay, donde está vigente la Ley de Caducidad, que impide juzgar a militares que participaron de la represión. 

El mandatario uruguayo Jorge Batlle había prometido a Kirchner colaborar en la investigación sobre el destino de la nuera del poeta argentino Juan Gelman, María Claudia García, secuestrada por la dictadura argentina de 1976-1983 y trasladada a Uruguay, donde desapareció tras dar a luz. 

Pero luego Batlle dijo que el caso era abarcado por la Ley de Caducidad y no inició las investigaciones, lo que causó malestar en Buenos Aires. 

Como si fuera poco, Carlos Ramela, asesor de Batlle, realizó el jueves polémicas declaraciones sobre la actitud de Kirchner y su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en la última cumbre del Mercosur, que se llevó a cabo el martes en Montevideo. 

Ramela criticó a Kirchner y Lula porque no se reunieron en privado con Batlle y, en cambio, sí con el líder de la alianza izquierdista Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA), Tabaré Vázquez, favorito para ganar las elecciones de 2004 según todas las encuestas. 

El asesor también expresó su molestia por la presencia de ambos presidentes visitantes, ante numerosos simpatizantes de la izquierda, en los balcones de la sede de la Intendencia (gobierno departamental) de Montevideo, que ejerce el EP-FA. 

"Algunos gobernantes no comprenden que están ejerciendo la primera magistratura de un país que tiene una tradición muy importante, y no de un club o un partido político, ni siquiera actuando como agitadores o simpatizantes de guerrilla, como fueron en su pasado", comentó. 

Ramela aludió así al origen sindicalista de Lula y a la militancia de Kirchner, en los años 70, en el grupo Juventud Peronista (del Partido Justicialista, que integra), muy cercano al movimiento armado Montoneros. 

La respuesta argentina a los dichos de Ramela y al nombramiento de Craigdallie no se hizo esperar. 

"Que un país permita que un funcionario de esta característica le falte el respeto a un presidente de un país hermano de sangre es preocupante", dijo el secretario del Interior argentino Aníbal Fernández. 

"Si eso hubiese sucedido en Argentina, si un oscuro funcionario sin estatura ni jerarquía le faltara el respeto al presidente de los uruguayos, no tenga ninguna duda que el presidente Kirchner lo sacaría a patadas de la casa de gobierno", añadió. 

La cancillería argentina llamó el jueves con carácter de urgencia al embajador uruguayo en Buenos Aires, Alberto Volonté, para analizar las relaciones bilaterales luego de las declaraciones de Ramela y el nombramiento de Craigdallie. 

Pero este viernes, la cancillería uruguaya divulgó un comunicado para calmar las aguas, en el cual señaló que Ramela "no reviste la calidad de representante del Estado", y que sus declaraciones "no deben afectar las relaciones fraternales entre ambas naciones". 

Kirchner decidió entonces dar por superado el incidente, y anunció que no retirará a su embajador en Montevideo, Hernán Patiño Mayer, quien se negó a hacer declaraciones a IPS. 

No obstante, el jefe de Estado argentino reiteró que Montevideo debe dejar sin efecto el nombramiento de Craigdallie, a quien calificó de "torturador". 

El senador uruguayo Reinaldo Gargano, del EP-FA, dijo a IPS que ve "con gran preocupación" la "desatinada política exterior del gobierno de Batlle", porque "a la crisis económica le añade aun más caos". 

Gargano, presidente del Partido Socialista y vicepresidente de la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado, calificó la designación de Craigdallie de "bofetada" al gobierno argentino, y señaló que Batlle "parece querer romper las relaciones". 

El legislador no descartó que el EP-FA interpele al canciller Didier Opertti por "su política exterior de aislacionismo" en la región de América del Sur. 

El incidente del jueves se suma a una serie de choques recientes entre los dos países, que tienen grandes vínculos culturales, históricos y territoriales. 

Uno de los momentos más difíciles ocurrió en junio de 2002, cuando el presidente uruguayo calificó de "ladrones" a los gobernantes argentinos, "del primero al último", durante una entrevista para la cadena de televisión estadounidense Bloomberg. 

En esa conversación, Batlle opinó además que el entonces presidente argentino Eduardo Duhalde (2002-2003) no tenía mucho futuro en la Casa Rosada. 

"No tiene fuerza política, no tiene respaldo, no sabe a dónde va", dijo contundente. 

La grabación fue divulgada en todo el mundo, provocando indignación en Buenos Aires. Batlle arguyó haber sido víctima de una trampa del periodista, y que esa parte de la conversación se había producido al margen de la entrevista. 

El presidente viajó a Buenos Aires para pedir disculpas y, con lágrimas, resaltó los vínculos históricos y familiares que lo unen con los argentinos. Sus disculpas fueron formalmente aceptadas por Duhalde, el daño estaba hecho. 

Además, esas declaraciones no fueron las únicas de Batlle que afectaron las relaciones. 

El jefe de Estado uruguayo no vaciló en pronosticar que el ex mandatario Carlos Menem (1989-1999) ganaría en las elecciones presidenciales argentinas de marzo, en las que Kirchner era apoyado por Duhalde. 

El pronostico falló: Menem fue el más votado en la primera vuelta pero no se presentó a la segunda, para la cual todas las encuestas aseguraban un amplio triunfo de Kirchner. 

Tras el triunfo de Kirchner, las diferencias entre Argentina y Uruguay se hicieron cada vez más notorias, también en el ámbito económico. 

El gobierno de Batlle marcó un claro alineamiento con Estados Unidos en materia comercial, mientras Kirchner creaba con Lula una sociedad para fortalecer el Mercosur y avanzar en un proceso de integración que le diera más fortaleza para negociar el Area de Libre Comercio de las Américas, impulsada por Washington. 

Uruguay no se unió a Argentina y a Brasil en el grupo de países del Sur en desarrollo que se opusieron a las pretensiones de Estados Unidos y la Unión Europea en la conferencia de la Organización Mundial del Comercio, realizada en septiembre en la sudoriental ciudad mexicana de Cancún. 

La prensa argentina informó en noviembre que Kirchner había tratado con desdén a Batlle en la Cumbre Iberoamericana, que se realizó ese mes en la central ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, luego de que el uruguayo se negara a investigar el caso de la nuera de Gelman. 

"No, deje, no me explique nada. Ya lo va a investigar Tabaré Vázquez", le habría dicho Kirchner a Batlle cuando éste intentó explicar su decisión. El presidente uruguayo dijo que esa versión periodística era falsa, pero en la Casa Rosada nadie la desmintió. 

"Es igualmente duro haber pronosticado que Carlos Menem iba a ser el próximo presidente de Argentina. En todo caso, el que a hierro mata, a hierro muere", dijo entonces el canciller argentino Rafael Bielsa. 

La última vez que Buenos Aires y Montevideo rompieron relaciones fue en 1932, tras el golpe de Estado en Argentina de José Félix Uriburu, explicó a IPS la historiadora uruguaya Ana María Rodríguez. 

Las relaciones entraron en crisis tras una serie de incidentes motivados por el malestar argentino con la política de Uruguay, gobernado entonces por el dictador Gabriel Terra, que protegía a los opositores al régimen de Uriburu. 

En 1944 hubo un momento de tensión que llevó al retiro de los embajadores de los dos países luego de que Uruguay se negara a reconocer, a instancias de Estados Unidos, el régimen militar que había tomado el poder en Argentina el año anterior. (FIN/2003)