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Petróleo en Colombia: ¿un barril de pólvora?




*Maria Helena Guimarães Pereira

Álvaro Uribe asumió la presidencia de Colombia, en 2002, con la
promesa de transformar en seguro uno de los países más violentos de
Latinoamérica. Y en el intento de mostrar poder transfirió, semana
pasada, durante tres días su gobierno para Arauca. La región,
localizada a 300km. al noroeste de Bogotá, es conocida como la más
violenta y peligrosa debido a la guerrilla. En ella se encuentran los
principales grupos guerrilleros del país, como el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC). Pero éste no es el principal motivo del acto de
Uribe. En realidad pretende demostrar su poder sobre el petróleo, la
séptima reserva mundial, que él quiere entregar a los estadounidenses
mientras los movimientos sociales lo tienen como elemento de identidad
nacional.

En estos tres días Uribe intentó mostrar acciones de soberanía, como
administrar a partir de la XVIII Brigada del Ejército, crear un
consejo de seguridad para analizar la situación del conflicto, reunir
otros consejos nacionales de relevancia y, principalmente, sobrevolar
el oleoducto de Caño Limón-Conveñas. Este último acto demuestra como
el petróleo es estratégico para el gobierno colombiano.

Desde 1983, cuando fue descubierto el Pozo de Caño-Limón, el oleoducto
es blanco de constantes atentados guerrilleros que no aceptan los
acuerdos con Estados Unidos. Solamente el año pasado fueron 127.

Pero el acto soberano de Uribe no tuvo éxito. Solamente en estos tres
días ocurrieron tres atentados: explosiones derribaron dos torres de
energía eléctrica dejando a todo el departamento (provincia, estado,
etc.) sin energía; una granada, atribuida al ELN, mató a dos personas
e hirió a otras siete; y un coche-bomba dejó como saldo a dos policías
heridos. Todo esto ocurre en la misma semana que termina una huelga de
3500 trabajadores de la Empresa Colombiana de Petróleo (Ecopetrol),
que prácticamente paralizó la producción durante 24 días en las
refinerías de Barrancabermeja y Cartagena. Fue la huelga más demorada
de los últimos años.

El hecho más importante del movimiento es que la lucha es por mejoras
saláriales, además de la manutención de la empresa y, en consecuencia,
del control del petróleo por los propios colombianos. Y por eso llegan
hasta morir. La Unión Sindical Obrera (USO) registró la prisión,
persecución y muerte de innumerables sindicalistas. Aún durante la
semana pasada, mientras Uribe sobrevolaba oleoductos, el ex presidente
de la USO, de la filial de Tibu y actual presidente de la Asociación
Nacional de Jubilados de Ecopetrol, Marco Túlio Díaz, fue asesinado en
Cúcuta, al norte de Santander.
Petróleo, una riqueza codiciada
Recurso imprescindible y fuente de innumerables conflictos en todo el
mundo, como demuestran los recientes disturbios ocurridos en
Venezuela, en Ecuador y la invasión a Irak por parte de Estados Unidos
e Inglaterra, el petróleo es también un grave foco de tensión
permanente en Colombia y puede transformarse en tragedia a cualquier
momento. La Asamblea Nacional de Delegados de la Unión Sindical
Operaria de la Industria de Petróleos (USO), convocada
extraordinariamente en los días 17 y 18 de junio, aprobó la
realización de una huelga general en todas las instalaciones de la
Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol), con paralización de la
producción.
La estatal posee activos superiores a 24 mil millones de pesos (cerca
de US$ 10 mil millones), tiene un lucro anual de 9,8 mil millones de
pesos (más de US$ 4 mil millones) y continúa sirviendo de soporte al
Tesoro Nacional. Entre 2001 y 2002, el facturamiento de la empresa fue
de 18,5 mil millones de pesos (cerca de US$ 9 mil millones). En
diciembre del 2002, el resultado de su balanza comercial fue de US$
1,6 mil millones, representando un aumento de 35% en las exportaciones
de petróleo. Estos números demuestran que la contribuición del sector
petrolífero para las finanzas públicas del país es fundamental. Además
del aspecto económico, la Ecopetrol genera 7 mil empleos directos y
más de cien mil indirectos.

Ya en el año 2000 el sector se consolida como uno de los pilarers de
la economía colombiana y la mayor fuente de divisas en exportaciones,
alcanzando cifras recordes en su historia. Las exportaciones
alcanzaron cifras en el orden de los U$S 1,94 mil millones, lo que
permitió una balanza comercial favorable de US$ 1,84 mil millones, a
pesar de la recesión económica. En el mismo año fueron transferidos
para el Tesoro Nacional 5,5 mil millones de pesos en impuestos (lo que
evitó una reforma tributaria más radical y el aumento del déficit
fiscal) además de cerca de 2 mil millones de pesos para municipios y
departamentos, lo que representó un gran aporte de recursos para el
desarrollo regional, posibilitando inversiones en el área social.

Es, por lo tanto, blanco de la codicia del gobierno de George W. Bush
que, después de la guerra de Irak y delante de la inestabilidad
política en Medio Oriente y en Asia Central, donde se concentran 66%
de las reservas mundiales de petróleo, coloca toda su atención para
Venezuela, México y Colombia, que ocupan, respectivamente, el 3º, el
4º y el 7º lugar en abastecimiento de petróleo crudo. Cada uno de
estos países presenta diferentes obstáculos en la concretización de
los intereses estadounidenses.

México y Venezuela mantienen en sus Constituciones el carácter estatal
de la industria petrolífera. En Colombia la infraestructura
petrolífera está siendo perjudicada por conflictos internos y nadie
duda de que Bush no tendrá escrúpulos en no respetar la soberanía del
país. Como prueban, sin dudas, las guerras contra Irak y Afganistán,
cuando EE.UU. alcanzó blancos no militares matando millares de
civiles; el intento de golpe contra el presidente de Venezuela, Hugo
Chávez y las declaraciones de la embajadora de Estados Unidos en
Colombia, Anne Patterson, de que su país podrá formar y entrenar
militares para proteger la infraestructura petrolífera de las
transnacionales instaladas en territorio colombiano.
La política imperialista de globalización de Bush ya ha dado sus pasos
para establecer el control del capital monopolista sobre la producción
mundial de petróleo y las empresas petrolíferas estatales, con
significativa participación mundial, pasaron a ser el blanco de la
ofensiva neoliberal. Varias fueron privatizadas, como la Petroperu,
Yacimientos Petroliferos Fiscales de Argentina y división de
Petroquímica de Petrobrás. Otras tuvieron su capital abierto a las
inversiones extranjeras, como la Pemex, de México, y empresas de las
ex repúblicas soviéticas. El dominio de esta política se fortalece,
aún más, a través de las fusiones: Amoco-BP, Chevron-Texaco,
Mobil-Exxon, entre otras, para formar monopolios capaces de presionar
hasta, inclusive, los países grandes productores.

Para la USO, un aspecto preocupante de esta estrategia en Colombia es
el ritmo lento, exigido por la política energética de EE.UU., en la
perforación de nuevos pozos y el hecho de que se tiene un buen
conocimiento sólo de la quinta parte de la geología de las cuencas
petrolíferas del país. En los últimos cuatro años la Ecopetrol perforó
sólo 4 de los 200 nuevos pozos programados en el plan quinquenal, de
1998 a 2003. La previsión es de que el país tendrá que importar
petróleo a partir de 2007, porque las reservas de cerca de 325
millones de barriles se están agotando y, a corto plazo, no hay
perspectivas de nuevos yacimientos.