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I: Sobre Chenalhó



Compa-er@s y amig@s:

En las fiestas "sampedranas" les compartó este artículo.

Pedro H.Arriaga Alarcón S.J.


México D.F. Jueves 26 de junio de 2003

 La militarización permea la vida cotidiana, tras casi seis a-os de ocupación

El CICR deja en Chenalhó a la población indígena "sitiada" por el Ejército
federal

 Hacer "invivible" la resistencia, eje de la estrategia para doblegar a
campesinos rebeldes

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Chenalho, Chis. 25 de junio. Como todos los días, los ni-os que acuden a
clases en Las Limas tienen la oportunidad de "convivir", les guste o no,
con las tropas federales acampadas en el traspatio del predio escolar, a
escasos metros de las aulas y de la cancha de basquetbol. Esto es lo
"normal" aquí y en muchas comunidades de San Pedro Chenalhó y San Pedro
Polhó (el municipio oficial y el autónomo, respectivamente).

Esta ma-ana, al pasar frente al campamento militar en las afueras de
Yabteclum, este enviado alcanzó a ver un par de ni-os en el patio de
prácticas de los soldados. Juegan. Algo muy "normal" tras casi seis a-os de
militarización sostenida. Hoy estos ni-os ya saben, por ejemplo, qué es una
prostituta, o qué se siente saberse rodeados por armas de alto calibre
mientras aprenden espa-ol y aritmética.

En diciembre de 1997, el gobierno de Ernesto Zedillo terminó la instalación
de 20 campamentos del Ejército federal en estas tierras pedranas de los
Altos, alcanzando quizás la concentración más alta de soldados en relación
con una población civil, en todo el país (incluida la selva lacandona).

Esta región tzotzil es la que ahora deja el Comité Internacional de la Cruz
Roja (CICR). La situación de salud y nutrición en los campamentos y en las
comunidades rebeldes sigue siendo alarmante, pero como "no hay violencia",
no les corresponde permanecer aquí, explican los voceros de la institución.
Por lo visto el despojo sostenido e impune, el hambre forzada y las
amenazas en pie no son "violencia".

El CICR, con respaldo de la Unión Europea, llegó a Chenalhó en 1998, a raíz
de la tragedia humanitaria que ya estaba en curso y que se reveló después
de Acteal. Regresaba a la zona de conflicto, pues como se recordará, el
gobierno zedillista había logrado deshacerse de la Cruz Roja Internacional
luego de la gran ofensiva militar de febrero de 1995. La pulcritud
diplomática de los representantes europeos de la institución logró
disimular el desaire: el gobierno mexicano los echaba de Guadalupe Tepeyac,
de la selva y de los Altos, pero el CICR no dijo nada.

La militarización que siguió a los hechos del 22 de diciembre de 1997 sólo
trajo más tropas. En realidad Chenalhó estaba ocupado por el Ejército
federal desde 1995-96. El CICR volvía así luego de un recrudecimiento de la
guerra irregular contra los pueblos indios.

La guerra sigue; la resistencia también

La estrategia contrainsurgente ha dado resultados en estas tierras. Antes
de la matanza de Acteal, los paramilitares ya controlaban numerosas
comunidades, de las cuales habían expulsado a los zapatistas y Las Abejas.
Hoy, a mediados de 2003, la cicatrices cierran, la vida sigue, pero el
panorama es prácticamente el mismo: los paramilitares conservan en su poder
casas, cafetales y parcelas propiedad de los centenares de familias que
viven en campamentos de refugio, sin tierra para trabajar y sin que se les
haga justicia.

El plan ha sido volver "invivible" la resistencia. ¿Quién aguanta tantos
a-os de hambre, frío, miedo y desempleo? Muchos millones de pesos se han
invertido en quebrar a los campesinos rebeldes. Millones que ya se reflejan
en poblados priístas como la cabecera municipal: "la derrama". Y por
terrible contraste se reflejan en las carencias del municipio autónomo de
Polhó que, retando a la lógica, se mantiene organizado y en resistencia.

Los poblados zapatistas y los campos de refugio están permanentemente
sitiados por las tropas federales en Polhó, Acteal, X'oyep y Poconichim. El
despliegue castrense al "pacificar" la zona ha protegido a los
paramilitares y sus seguidores (a quienes, por cierto, nunca se les
decomisaron sus armas; ni siquiera las empleadas en Acteal). En Puebla, Los
Chorros, Pechiquil y Chimix los priístas han convivido todos estos a-os con
las tropas federales y han sido, de hecho, los "clientes" de la "labor
social" que el Ejército federal promueve ostensiblemente.

El Cuartel General de Labor Social del Ejército federal "de Majomut" en
rigor se encuentra sobre Polhó, sitiando los campamentos de refugiados (hoy
casi colonias) del municipio autónomo. La base militar, con sus cómodas
instalaciones y sus muros de un amable verde pistache, ha perfeccionado sus
comedores, peluquerías, servicios médicos y televisión por cable. En el
corazón de un municipio autónomo cuyos pobladores no consumen esos
servicios, el puesto de labor social, como otros en la región, ha estado
siempre a disposición de la "población aliada" (denominación en los
manuales de contrainsurgencia que corresponde a los priístas).

El cambio de gobierno en 2000 no significó ninguna novedad en los
atribulados montes y barrancos de Chenalhó. No se desmanteló ninguna
posición militar ni se redujo el número de tropas, sólo se levantaron los
retenes en las carreteras. Pero la publicidad oficial "dio a entender" que
el Ejército federal se había retirado y que en Chenalhó (y Chiapas) la vida
se "normalizaba". Permanecen las bases de operaciones militares en
Yaxjemel, Quextic, Aurora Chica, Yibeljoj, Tzanembolom, barrio Majomut y
Tazajalchén. Generalmente sobre tierras comunales.

Con unos 35 mil habitantes, Chenalhó es el segundo municipio indígena más
poblado de los Altos (sólo superado por San Juan Chamula). Aunque se
desconoce el número de indígenas pedranos que han emigrado, así sea
temporalmente, a las ciudades de México y Estados Unidos, el grueso de la
población permanece aquí.

Dadas las circunstancias particulares de desarticulación comunitaria
reinantes, la población en resistencia, y autónoma, desplazada o no,
sencillamente se encuentra sitiada por Ejército federal. Esto deja atrás el
CICR: la "normalidad" de una guerra "inexistente" que no da respiro a los
indígenas.