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Dos semanas de fraude en Venezuela



Luis Bilbao
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Desde el 2 de diciembre pasado, el futuro de la democracia venezolana se
juega en el actual enfrentamiento entre gobierno y oposición. Ante la
descarada manipulación de los medios de comunicación, el presidente Hugo
Chávez moviliza a la ciudadanía y parece contar con el apoyo de las fuerzas
armadas. El desenlace es decisivo para América Latina.

"Puedo prometer ser sincero, pero no ser imparcial" Goethe (1) No es nuevo
el actor, pero sí lo es su protagonismo central, su transformación de figura
de reparto en autor, director y primer personaje de la obra: los medios de
comunicación en Venezuela dejaron de reflejar e interpretar los
acontecimientos para pasar a diseñarlos según su voluntad, imponerlos como
realidad virtual y luego conducirlos.

La osada operación ha fallado. Pero deja hondas y peligrosas heridas en la
sociedad venezolana e inaugura una fase singular de la lucha política, más
allá de aquel país y del presidente Hugo Chávez.

Es un hecho nuevo en cuanto al papel de la prensa en la política
contemporánea, incluso en comparación con la función cumplida por estos
mismos medios durante el golpe de Estado de abril pasado. Entonces, un paro
fallido encubrió un golpe exitoso (durante sólo 36 horas, es verdad, pero
exitoso) de grandes empresarios, una parte sustantiva de los mandos
militares y las zonas más corruptas del aparato del Estado.

En esta oportunidad, a la imposibilidad de paralizar al país se sumó la
hasta ahora inconmovible actitud militar de subordinación a sus mandos
naturales y alineamiento explícito con el gobierno del presidente Hugo
Chávez. Además, muchos de los sectores empresarios que se sumaron a la
asonada de abril, ganados por las concesiones ofrecidas por Chávez, se
alinearon del lado oficial en esta oportunidad. Importantes sectores medios,
que en abril marcharon contra Chávez, retrocedieron luego horrorizados ante
la descarnada condición fascista, ultrarrepresiva y proestadounidense del
fugaz presidente Pedro Carmona. Y a diferencia de la actitud inicialmente
pasiva de las organizaciones sindicales en abril, ahora las nuevas
estructuras y dirigencias, enfáticamente convocadas e impulsadas por Chávez
en los últimos 9 meses, tomaron la iniciativa e hicieron imposible siquiera
una apariencia presentable de huelga general.

En abril los medios de prensa habían propagandizado la huelga y transformado
radios, diarios y canales de televisión en instrumentos de propaganda para
llamar al derrocamiento de Chávez. Luego magnificaron algunos hechos,
ocultaron otros y manipularon todo. Ya aquello, puesto al servicio de un
golpe fascista, era una enormidad anunciadora de graves males. Pero ahora se
trata de otra cosa: como el escenario social era antes del punto de partida
adverso a los intereses y planes representados por los medios de
comunicación privados, fabricaron una realidad a la medida de sus
intenciones y la machacan con absoluto desprecio por los hechos objetivos,
durante 24 horas y en cualquier circunstancia, al parecer convencidos de que
es posible convencer a cada ciudadano de que su mundo es el que se le impone
desde la pantalla de los televisores y no el que cada uno vive en su hogar,
en su trabajo, en su ciudad.

No es posible dejar de sorprenderse -y de alarmarse- ante la conducta de
tantos periodistas y profesionales que, atrapados al parecer por un
torbellino enajenante, se encapsulan en esta licantropía colectiva y ensayan
una operación masiva que ya no es de desinformación, sino de reemplazo del
mundo real, con la aparente certidumbre de que lograrán su objetivo.

Acompañado no sin fruición por la casi totalidad de los grandes medios de
todo el mundo -y muy especialmente en Argentina, acaso porque un tobellino
semejante azota estas latitudes- este fenómeno se transformó, en las últimas
dos semanas, en una estafa informativa sin precedentes.

El fenómeno importa por lo que atañe a Venezuela y por su ineludible
proyección urbi et orbi. Pero acaso lo más relevante es el anticuerpo a su
medida que ha creado allá y en todo el mundo, lo cual no dejará de tener
también una proyección de seguro impacto político.

Los hechos Por tercera vez en el año, Fedecámaras, CTV (Central de
Trabajadores de Venezuela) y la Coordinadora Democrática convocaron a una
huelga general para el 2 de diciembre. En abril, como se sabe, la
paralización fracasó, no obstante lo cual sirvió como telón de fondo para el
golpe de Estado cuyo desenlace es por todos conocido (2). En octubre, tras
otro pico de tensión, volvió a fracasar, pero esta vez con mengua notoria en
la participación empresaria y, como se ha dicho, una actitud diferente de la
clase obrera, ya ostensiblemente ajena a la estructura de la CTV.

Cabe hacer un paréntesis para subrayar que "huelga general" es un concepto
que sólo puede aplicarse a la conducta de los trabajadores.

Cuando son los empresarios quienes convocan a detener la actividad
productiva y comercial, el término que describe el hecho es la voz inglesa
lock out. Esta es la primera razón por la cual en Venezuela no hubo huelga
el lunes 2 y mucho menos los días siguientes. La segunda, es que el sector
patronal que adhirió a la medida de fuerza fue mínimo, circunscripto sobre
todo al sector comercial y dentro de éste al área rica de Caracas, en la
zona Este. La tercera, es que en esta oportunidad un gran número de
establecimientos cerrados por sus dueños fueron abiertos por los
trabajadores, lo cual sumado al hecho de que funcionó sin mengua el
transporte, completó un panorama de casi total normalidad en la capital
venezolana y tanto más en el interior del país.

Al atardecer del lunes 2, el paro había fracasado por tanto
estrepitosamente, no obstante lo cual -y con el respaldo de la insólita
cobertura televisiva, capaz de mostrar la calle donde uno está parado frente
a un tránsito infernal como un desierto, como le ocurrió a este corresponsal
el 21 de octubre pasado- la cúpula opositora llamó a continuarlo al día
siguiente. Así ocurrió día por día durante toda la semana, pese a que en
cada jornada desertaban los pocos adherentes a la protesta. Una excepción a
esta regla ocurrió en PDVSA, la empresa petrolífera de Venezuela, donde la
llamada "nómina mayor", es decir el cuerpo de gerentes de mayor nivel,
lograba dificultar en grado diferente, pero en todo caso preocupante, la
producción, la refinación y distribución de petróleo.

Al cabo de la semana, el viernes por la noche un tirador solitario disparó
un arma en la Plaza Francia, elegante bastión de un grupito de altos
oficiales golpistas instalados allí desde el 21 de octubre, y asesinó a tres
personas. Los jefes militares ahora sin mando más allá de las 200 personas
que los acompañan en su lánguida estadía en Plaza Francia, acusaron de
asesino a Chávez. En cadena espontánea, los medios amplificaron la
acusación. Pero el asesino fue detenido y su identidad (es portugués y había
entrado cinco días antes al país), sugiere una cantidad de conexiones que
por el momento están en investigación pero tienden líneas de explosivas
derivaciones hacia la dirección ideológica y política de la oposición que
pretende derrocar a Chávez.

Como de rayo, la población asoció este atentado terrorista con la
provocación montada en abril, cuando francotiradores luego identificados
como mercenarios pagados por la propia oposición, dispararon contra
manifestantes opositores, provocaron muertes y detonaron la movilización y
los hechos posteriores. Hecha la asociación y ante la convicción de que se
estaba ante un nuevo golpe de Estado, esta vez las masas no esperaron a que
Chávez fuera desplazado de Miraflores, sino que se volcaron en masa desde
todos los puntos cardinales hacia el centro de Caracas: el sábado 7 una
multitud que cubría unos 20 kilómetros de avenidas centrales ponía de
manifiesto la correlación de fuerzas sociales existente hoy en Venezuela. Y
el alto mando de la Fuerza Armada Nacional (FAN), en su totalidad, como lo
había hecho el 22 de octubre, cuando 14 oficiales llamaron a la rebelión
desde la Plaza Francia, se presentó en televisión junto con el ministro de
Defensa para garantizar a la población que respaldaba el orden
constitucional y al presidente Chávez.

Éste habló el sábado ante la multitud, denunció la escalada golpista y llamó
al pueblo a quedarse en las calles e impedir toda provocación. Al día
siguiente, desde su programa "Aló presidente", hizo un cuadro de situación,
garantizó que no había posibiliad de golpe de Estado exitoso y ratificó el
llamado a la población a mantenerse alerta y movilizada.

Horas más tarde se sabría que había sido descubierto y neutralizado un
ataque a Miraflores, que pretendía bombardear el Palacio y asesinar al
Presidente. La prensa internacional calló toda esta información. La prensa
venezolana fue más allá: agudizó su prédica golpista, mostrando una ficción
según la cual Chávez se debilitaba, la huelga general se fortalecía y el fin
era inminente. Ni siquiera por un elemental sentido de autopreservación los
analistas de la oposición aludieron a un dato ya señalado con hechos
incontrovertibles como prueba: si no infiltrados, los grupos opositores
embarcados en actos terroristas destinados a matar a Chávez, están seguidos
muy de cerca por la seguridad que defiende al Presidente (2).

El lunes, sin embargo, sería el día clave. Pasó también inadvertido para la
prensa, pero es probable que tenga hacia el futuro una relevancia mayor aun
que la del 13 de abril, cuando las masas populares se lanzaron a las calles
en todo el país y rescataron a Chávez para reubicarlo en su cargo de
Presidente. Por un lado, cientos de miles de personas rodearon los canales
de televisión, en una pacífica pero no por ello menos amenazante demanda de
que se dejara de mentir y de convocar a la violencia y al golpe. Por otro
lado, los obreros petroleros comenzaron a actuar para neutralizar el
accionar de la plana mayor asociada a los golpistas. Y aquí ocurrió un hecho
importante: cuando la antigua cúpula de la empresa vio que comenzaba a
perder terreno ante la embestida obrera, lanzó una ola general de acciones
de sabotaje: si no lo puedo controlar, lo paralizo o lo destruyo.

Advertido, Chávez ordenó la intervención de las FAN para garantizar la
seguridad de la empresa y la continuidad de la producción. Y se produjo allí
una significativa conjunción de cuadros militares y obreros físicamente
enfrentados con la cúpula de PDVESA, a la que se sumaron los pobladores de
los barrios donde hay instalaciones de la empresa.

Entre cientos, hay una anécdota impresionante: en Anaco, cerca de Puerto La
Cruz, los gerentes decidieron cortar el suministro de gas con el que
funcionan las grandes plantas de aluminio de Puerto Ordaz. Enterados, los
obreros, encabezados por XXXX Machuca -un dirigente independiente que no
milita en las filas del oficialismo- ocuparon varios colectivos, se
dirigieron a Anaco, enfrentaron y neutralizaron a la policía enviada por el
alcalde local -obviamente asociado a la oposición golpista- ocuparon las
instalaciones y restablecieron el suministro de gas, impidiendo que se
apagaran los altos hornos de su empresa.

Paralelamente, se tomaban medidas frente a algunos capitanes de barcos
petroleros que pretendieron paralizar el transporte y obstruir las vías
fluviales. Ese mismo lunes renunciaba la comisión directiva de PDVESA y
luego, en un acto de autoridad de inequívoco significado, el presidente de
la empresa, Alí Rodríguez, un hombre de larga trayectoria e inequívoco
alineamiento con la revolución bolivariana y el presidente Chávez, destituyó
a todos los involucrados en actos de sabotaje y anunció una reestructuración
profunda de PDVESA, la ansiada presa de grandes capitales locales e
internacionales que pretenden privatizarla y que está en el centro de las
intentonas golpistas.

Horas de riesgo extremo Recrudecieron en esos momentos los rumores y temores
de que se sublevarían algunas divisiones militares. De hecho, falladas todas
las instancias previas, la oposición afrontaba la opción de jugar el todo
por el todo o sufrir una derrota de la que no podría levantarse.

Por lo demás, nadie imagina que, pese a la exoneración de más de 400 altos
oficiales de las cuatro fuerzas desde el golpe de abril, en la FAN no hay
remanentes opositores, eventualmente dispuestos a sublevarse contra la
Constitución y contra Chávez con el aliento del gran capital opositor y de
la embajada estadounidense.

Sin embargo, desde el martes 10 hasta el momento en que se redacta este
informe (en la mañana del lunes 16), no hubo signo alguno de malestar
militar. Oficialmente, la oficialidad mayor se mantiene subordinada a los
mandos naturales, en una cadena hoy de altos jefes que según todos los
indicios se mantiene fiel a Chávez y dispuesta a defender la vigencia de la
Constitución. Informes confidenciales no niegan la posibilidad de que algún
cuerpo pudiera sublevarse. Pero no se lo considera probable, por la
abrumadora disparidad de fuerzas entre chavistas y antichavistas, entre
legalistas y golpistas. De hecho, la FAN está cumpliendo un papel múltiple
en relación con la recuperación de PDVESA, que se extiende además a una
operación de alto contenido político, un "megamercado" instalado en las
calles de Caracas y otras capitales, destinada a garantizar no ya el
abastecimiento, sino precios significativamente más baratos, de comestibles
y otras mercaderías para las fiestas de fin de año.

Desde las filas golpistas el sábado 14 fue convocada a una manifestación a
la que denominó Marcha sobre Caracas. Tuvo un eco considerable, aunque los
manifestantes fueron menos que los reunidos en la embestida del 9 de
octubre, oportunidad en que ante unas 300 mil personas se lanzó el paro del
día 21 de ese mes. Pero más allá de las cantidades -que como se ve no son
menores e indican una fractura importante de una franja social- lo
significativo fue que en lugar de marchar hasta Miraflores, como habían
anunciado sus organizadores, la concentración se realizó fuera de esa área,
en la Autopista Fajardo, y no intentó aproximarse al Palacio de gobierno,
rodeado por cientos de miles de partidarios de Chávez.

El día anterior, otro dato mayor apareció en el tablero de la crisis:
el gobierno de Estados Unidos, hasta entonces limitado a "hallar una salida
democrática", se vio obligado a acudir en respaldo de quienes demandan
"Fuera Chávez ya" y anunció oficialmente que en Venezuela debían adelantarse
las elecciones. Pocas horas después Chávez respondió que no cree que el
gobierno de Estados Unidos esté interesado en que se viole la Constitución;
ofreció enviarle al gobierno de Washington un ejemplar de los que siempre
carga en sus bolsillos y subrayó que no existe la menor posibilidad de
adelantar las elecciones al margen de las disposiciones constitucionales.

En su programa radial del domingo 15, Chávez denunció la última táctica
empleada por la oposición, que por cierto volvió a llamar a "continuar con
la huelga general el lunes 16": transmitiendo desde Miraflores, el
presidente sostuvo que "el gobierno constitucional y defensor de los
intereses nacionales, enfrenta ahora un autobloqueo intentado por
venezolanos, pero que ya hemos comenzado a derrotar". Se refiere a la ola de
sabotajes en PDVSA y lo hace en explícita comparación con el bloqueo que
Venezuela sufrió a fines del siglo XIX, cuando el presidente Cipriano Castro
resolvió no pagar la deuda externa y fue bloqueado por Francia y Alemania
(3). Chávez denunció que el bloqueo cuenta con la participación desembozada
de los gobernadores del Estado Zulia, Manuel Rosales, y del Estado Carabobo,
Enrique Salas Feo, lo cual subraya la magnitud del conflicto político
planteado.

Sea como fuere que se desenvuelva esta confrontación, parece evidente la
imposibilidad de cualquiera de las partes involucradas para volver sobre sus
pasos. Aparece así en toda su trascendencia el carácter y las perspectivas
de un conflicto económico, social y político que, mucho más allá de las
fronteras venezolanas, muestra que en este naciente siglo XXI, mucho más que
el anterior, la mera intención de un gobierno de defender la soberanía,
propender al desarrollo económico y a una distribución menos inequitativa de
la renta, desata fuerzas poderosísimas empeñadas en impedirlo sin reparar en
métodos. Y como siempre, pero más, Estados Unidos está allí para intervenir
en la política interna de otros países. Y como siempre, pero mucho más, los
medios de prensa se distancian de su función original para intentar
reemplazar la ausencia -por agotamiento y muerte- de los partidos,
sindicatos y otros instituciones que hasta ahora obraron como efectivos
instrumentos de poder, para transformarse en vehículo de la mentira y la
manipulación, creando involuntariamente una necesidad cuya satisfacción
acaso sea más relevante que el triste papel de los medios comerciales de
difusión: una red multiforme y omnipresente de medios alternativos de toda
escala y condición, que lenta pero efectivamente va ocupando el espacio
informativo abandonado por los medios.



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1 J.W. Goethe, Obras Completas; T. I. Aguilar, México, octubre de 1991.
2 Ver dossier "Lecciones desde Venezuela", por Carlos Gabetta, Maurice
Lemoine, Bernard Cassen y Alfredo Eric y Eric Calcagno, en Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, mayo de 2002.

3 Esto daría lugar a la célebre "Doctrina Drago", por el canciller argentino
Luis María Drago, quien denunció la ilegalidad del cobro compulsivo de
deudas a un Estado. Ver Salvador María Lozada, "Moderna condena de Sísifo",
Le Monde diplomatique Edición Cono Sur, junio de 2.000.


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Nello

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