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Fw: [ATTAC] INFORMATIVO 121 - La crisis argentina
EL GRANO DE ARENA
Correo de información ATTAC n°121
Miercoles, 02/01/2002
4. Argentina: 4.1 Reflexiones sobre la crisis
Susana Merino
ATTAC-Argentina
Nadie podría demostrar en estos días que las espectativas generadas
por las recientes movilizaciones populares están en camino de
encontrar respuesta. Existen causas profundas, especialmente agravadas
a lo largo de muchos años, que no podrían ser revertidas, desde luego,
en los escasos días transcurridos desde el 19 y 20 de diciembre
próximopasados. Sería absurdo pretenderlo, pero el problema no reside
en la celeridad de los cambios sino en el sentido mismo en que se
pretende solucionar los problemas de una sociedad que ha venido
soportando casi con estoicismo el embate de las políticas, de todo
orden, que generaron la crisis.
El nuevo gobierno, bajo la máscara de un engañoso populismo está
intentando apenas mitigar la fiebre sin investigar ni siquiera
plantearse la necesidad de atacar las verdaderas causas de la
enfermedad. Ni por desconocimiento, ni por ignorancia, desde luego,
sino por la errónea y astuta convicción de que es posible acallar el
clamor popular con medidas superficiales equivocadamente dirigidas a
mantener el "status quo" y a prolongar con meros paliativos una
situación que exige tomar el toro por las astas.
No se trata solo de mal resolver problemas económicos, ni de
disfrazarlos con planes asistenciales que rondan lo miserable y que
atentan contra la dignidad humana mientras permanece intacta la
acumulación de riquezas desaprensivamente tolerada durante varios
lustros. Nadie ha cuestionado ni denunciado judicialmente a quienes
siguen disfrutando impunemente de bienes malhabidos y que aun
permanecen en las esferas del poder o rondan los despachos
gubernamentales en la búsqueda de renovados privilegios. En rigor de
verdad nadie aunque quisiera podría hacerlo ante una justicia
igualmente contaminada de corrupción cuyos miembros mantienen una
descarada permanencia en los mas altos estrados.
Dos enormes corrientes de expectativas han circulado en los últimos
tiempos por las arterias sociales del país. La primera fruto de la más
ignominiosa situación de pobreza de sus clases más desprotegidas. La
segunda acuciada por el creciente deterioro de las condiciones de vida
de una clase media honestamente empeñada en vivir del fruto cotidiano
del trabajo productivo, día a día transformado en algo cada vez menos
sustentable y más escaso.
La primera desembocó espontáneamente en los reiterados cortes de
rutas, penosamente sobrellevados por miles de desamparados, con el
único objetivo de poder sobrevivir apenas y finalmente en el asalto
a los supermercados y a toda suerte de negocios capaces de proveer un
sustento mínimo e indispensable a sus ya de por sí magras existencias.
La segunda en los múltiples "cacerolazos" con que despertó la
conciencia colectiva de la prolongada y pacífica inercia instaurada
por la dosis de individualismo fomentada en su seno a lo largo de
muchas décadas.
Si bien no existe un límite bien diferenciado entre los orígenes de
ambas reacciones no es difícil percibir que aunque confluyentes fueron
diferentes las motivaciones que las generaron, pero lo que es más
grave es que tanto en una como en otra no existe aún el reconocimiento
de que ambas proceden de una matriz común, el sistema neoliberal que
nos gobierna y que en consecuencia se corre el riesgo de ver acallada
provisoriamente parte de la protesta y dilatar "sine die" la verdadera
solución de los problemas.
No por casualidad se ha abordado aceleradamente, aunque no
acertadamente, la instrumentación de respuestas destinadas a cubrir
las primordiales necesidades (lo que no está mal) de las poblaciones
marginadas. Y no las califico de excluidas porque a estas alturas creo
que cabe considerar excluido al mayor porcentaje de la población y no
solamente a una fracción menor.
Resulta particularmente sugestivo que no se mencione el
fortalecimiento del estado para que pueda cumplir con obligaciones
fundamentales que le fija nuestra Constitución, largo tiempo y
progresivamente abandonadas, y que contrariamente se aniquilen o se
disuelvan los organismos encargados de velar por aspectos tan
irrenunciables como la salud y la educación. Por el contrario la
propuesta descentralizadora, más por inoportuna que por
descentralizadora, debiera ser motivo de un muy amplio debate para no
correr el riesgo de profundizar las diferencias y el ya traumático
deterioro de los niveles regionales y locales tanto en materia de
educación como de atención de la salud. Por otra parte no debiera
dejar de considerarse el riesgo de que a pesar de tratarse actualmente
de un pueblo casi pobre de solemnidad, el debilitamiento de las
estructuras de protección de la salud pública pueda ser objeto en un
futuro no demasiado mediato de la voracidad de los capitales que
presionan para la definitiva y total privatización de los sistemas de
salud y si cabe también de educación.
No voy a entrar a analizar temas como la prevista emisión de un
nuevo signo monetario por carecer de conocimientos que me permitan
opinar sobre la misma con cierta seriedad pero pareciera a todas luces
sospechosa la inclusión de una nueva moneda sin un respaldo solvente,
pero que por sobre todas las cosas sospechada de intentar disimular
una enmascarada devaluación, devaluación que sin haber sido aún
puesta en marcha está provocando ya más problemas que los que intenta
resolver: desabastecimiento, aumento de precios y otras maniobras
especulativas que no demasiado inesperadamente comienzan a asomar por
lo menos en áreas tan críticas como la de los medicamentos.
Tampoco es un tema menor el de la recuperación de la ética política.
No son pocos los que siguen representando a una sociedad que los ha
descalificado y sobre cuyos hombros pesan muchos de los desaciertos,
por llamarlos de una manera prudente que nos han llevado a este
proceso de desmantelamiento nacional. Tanto los hombres y mujeres
ungidos como parlamentarios como los que detentan el poder de la
justicia debieran revalidar sus títulos y demostrar que son dignos de
continuar desempeñando las funciones que la ciudadanía les ha
delegado. Casi ninguno está exento de culpas y solo los que fueren
capaces de mostrar una trayectoria digna de la confianza popular
debieran mantenerse en sus cargos. Los que no, no solo deberían ser
despojados de sus atribuciones sino que también deberían ser
condenados a algo más que a la vindicta pública. Y lamentablemente en
estos momentos son muchos los que habiendo sido considerados por la
opinión generalizada como moralmente ineptos asoman con absoluta
desfachatez en los círculos del poder o permanecen arteramente
ocultos tras bambalinas esperando que llegue el momento de poder
volver impunemente a la superficie.
Necesitamos una nueva clase política, una clase política sin
compromisos con el pasado, pero por sobre todas las cosas consciente
de que su representatividad procede de la voluntad popular y de que
solo a ella debe responder, una clase política que surja de la mayor,
más inédita y posible participación popular, cuya presencia en la vida
cotidiana no sea esporádica sino protagonista permanente en las
decisiones que la conducción de la nación exija. Talvez así podamos
reconstruir el país, recuperar la confianza en un futuro mejor y
restablecer la convivencia ciudadana en solidaridad y en paz.
Más información:
www.attac.org/argentina
4.2. ¡Vamos, vamos!
¡Vamos, que ganamos!
Por Carlos Debiasi*
Este es un llamado a la unión nacional, que no es un pedido de
misericordia o algo similar. Es un llamado para crear una nueva
Argentina en el respeto de la Constitución Nacional y de las pocas
instituciones que nos han dejado los tristemente celebres políticos de
los últimos veinte años. Esto es una obligación de todos, sin ninguna
distinción.
La política como en la época de nuestros padres y abuelos ya esta
muerta. No más charlatanes ni delincuentes disfrazados de caudillos.
No más agentes extranjeros disfrazados de salvadores. Todos los
argentinos deben participar y no de la misma manera como hasta ahora
lo han hecho, con elecciones ordinarias, siempre escamoteadas. En este
juego ya perdimos y perderemos siempre si no se hacen las
modificaciones necesarias.
El actual tipo de democracia resulta completamente inepta en las
actuales circunstancias. Debemos trabajar conjuntamente con el
Presidente Constitucional y también con los pocos políticos de
diferentes tendencias que por milagro estén libres de toda sospecha.
Primera condición que el pueblo junto a los partidos deben exigir. Es
hora ya de crear en este momento de la historia que vivimos. No hay
que dejar la dirección de la política nacional a los únicos políticos,
porque como cada argentino sabe, la política es un tema demasiado
serio para que los políticos sean los únicos responsables. Ahora que
ya no hay más miedo en Argentina el pueblo debe organizarse, no contra
nadie, sino por el país.
La Argentina fue destruida por delincuentes que todavía se creen con
derecho a seguir con su funesto trabajo. Proponer soluciones y
trabajar para impedirlo es más que un deber para el pueblo. Los
acontecimientos de los últimos días deben ser el principio y no el
fin.
La meta ahora es la resurrección de la tradición de autonomía y de
solidaridad que siempre nos ha caracterizado y que debe imponerse a
los dogmas caducos, nacionales o extranjeros. Es un deber humano
organizarse y levantar la resistencia a la invasión de todos eso
vampiros inmundos.
El pueblo debe organizar una constituyente. Primero por barrios, luego
por ciudades, para terminar por provincias como en 1816. El grupo
final debe remplazar a todos los diputados y senadores que no sean
capaces de mostrar una integridad moral, judicial y patriótica
suficiente para vivir estos momentos históricos que se están viviendo
en Argentina. Nuestro pueblo que una vez más está mostrando el camino
a todos nuestros hermanos de América debe estar orgulloso y seguir en
ese camino que a que lo ha llevado la intuición. Su determinación nos
llena de satisfacción, porque tuvimos mucho miedo que la voluntad
popular estuviera definitivamente muerta.
Por suerte este no es el caso, por eso cada grupo debe tirar del carro
de la libertad en el mismo sentido. La sociedad argentina toda junta
debe crear sus propios anticuerpos y rechazar todo lo que no sea
viable.
Una "Coordinadora del Pueblo Constituyente" debe concretar el
renacimiento. El precio que ya hemos pagado es suficiente y lo
justifica. Nuestra obligación como pueblo soberano es tomar las
riendas de la situación con las instituciones y en el marco de la ley,
para crear el nuevo país que merecemos. Esto ya no puede esperar más.
Resistir fue el acto salvador, ahora hay que poner la basura en la
vereda y luego el orgullo de ser volverá de nuevo a nuestros
corazones. Hagámoslo con la gente que merece respeto, que sean
políticos, notables o simples ciudadanos. Ya no hay más nada que
esperar, salvemos lo poco que queda y empecemos de nuevo a
reconquistar ese futuro, el nuestro.
*Carlos Debíasi es un argentino de ATTAC-Francia y asiduo colaborador
de El Grano de Arena
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UTOPÍA
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No te alejes, no me dejes
Creo en ti todavía
Hazme feliz, utopía.
Como dijo el poeta, voy caminando.
Dime, dónde están mis hermanos de sueños,
ayúdame a encontrarlos.
Sólo así habitaremos tu suelo.
Espérame, no me dejes.
Aprendí en la casa paterna
que con solidaridad fraterna
habrá también para mí
un mundo mejor.
Abrázame, no me dejes.
La utopía no es igual para todos.
Hay una para los pobres,
otra para los ricos, los poderosos.
Sé que mis hermanos están en muchas partes,
junto a las ciencias y las artes
"porque a cualquiera que dado mucho fue
mucho será vuelto a demandar de él"
Desintegración y una integración novedosa
para una nueva armonía.
Armonía entre utopía y antiutopía
para una nueva utopía.
Convivir con el orden del pasado
y el desorden del presente.
Encontrar el hilo de Ariadna de la complejidad,
para una nueva utopía.
No estás en el horizonte:
te llevamos en nuestros corazones.
No es la distancia la que nos separa,
es la hidra de siete cabezas.
Como dijo el poeta, voy caminando.
Con mis amigos de ilusiones, voy caminando.
Aún arrastrando los pies, voy caminando.
Hasta alcanzarte, utopía, seguiré caminando.
Isaac Bleger
ATTAC-Argentina