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n.2 dal Nicaragua, articolo di Gioconda Belli - El Nuevo Diario,Managua
N.2 dal Nicaragua
Allego un recente articolo di Gioconda Belli sul
Nicaragua.
Saluti latinoamericani
cristiano morsolin
7 de noviembre del 2001
Nicaragua: EEUU y su mal papel en nuestras elecciones
Gioconda Belli
El Nuevo Diario. Managua.
Me decía Salman Rushdie, a raíz de los ataques a las
Torres Gemelas en Septiembre, que los norteamericanos
medios difícilmente podían comprender la hostilidad
que gran parte del mundo sentía hacia su país, porque
la verdad es que habían dos Estados Unidos: el de
adentro y el de afuera.
Efectivamente. Estuve en los Estados Unidos durante la
tragedia del once y me conmovió mucho ver la reacción
popular de los norteamericanos. Me conmovió su genuino
desconcierto ante la realización de que hubiera
quienes estuvieran dispuestos a inmolarse para
hacerles daño. En mi entorno más cercano, traté de
explicarles cómo nos sentíamos los agredidos por su
país, lo que fue, por ejemplo, para nosotros los
nicaragüenses, cuando las lanchas rápidas de la CIA
volaron nuestras reservas de petróleo en Corinto, o
cuando el Pájaro Negro pasaba rompiendo la barrera del
sonido todas las mañanas sobre nuestras cabezas,
haciendo vibrar los vidrios de nuestras casas, eso sin
contar tantas vidas jóvenes segadas.
Les pedí que trataran de imaginar lo que habrá sido
para los habitantes de Belgrado, soportar bombardeos
durante 80 días seguidos; ver todas sus puentes
desaparecer de la noche a la mañana. Hablábamos de
estas cosas como simples mortales y como simples
mortales podíamos entender cada uno el dolor del otro,
la impotencia de los que pagan en carne propia las
decisiones políticas de otros, y lamentarnos de que
nuestra especie no haya aprendido aún, a través de los
siglos, a «sentir en lo más hondo cualquier injusticia
cometida contra cualquier ser humano en cualquier
parte del mundo».
Llegué a Nicaragua sintiéndome más cerca de los
norteamericanos de lo que me he sentido en el tiempo
que llevo viviendo entre ellos; percibiéndolos como un
pueblo dolido que ha sido rudamente despertado de su
sueño de vivir en el mejor de los mundos posibles. A
los pocos días de estar en Managua, sin embargo, la
frase de mi amigo Salman saltó de mi memoria.
A la ya conocida intervención de Lino Gutiérrez frente
a la Cámara Americana de Comercio, se sumó la
publicación en el diario La Prensa de un campo pagado
una página completa con declaraciones de Jeb Bush,
hermano del Presidente Bush y gobernador de la
Florida, «advirtiendo» que no había que creer en el
cambio de Daniel Ortega porque «Daniel Ortega es un
enemigo de todo lo que los Estados Unidos representan.
Y él es también un amigo de nuestros enemigos». Días
después Jesse Helms apareció con otros dos senadores,
presentando una iniciativa de cambiar la política de
Estados Unidos hacia Nicaragua si Daniel Ortega ganara
las elecciones.
Resulta claro que si argumentos les faltaban para
oponerse a Daniel Ortega, los más recalcitrantes
republicanos norteamericanos los encontraron todos el
11 de Septiembre, y no han vacilado en usar la
tragedia para amedrentar a los nicaragüenses y tratar
de influir en su voto.
Recordé a Rudolph Guliani, el alcalde de Nueva York,
que rechazó diez millones de dólares de un príncipe
Saudi para las víctimas de la tragedia, porque se
atrevió a sugerir en la carta que acompañaba su
donación, que los Estados Unidos debían reconsiderar
su política hacia Oriente Medio. Esos son los Estados
Unidos para adentro. En cambio, en Nicaragua, la
Embajada de Estados Unidos afirma que respetará la
decisión de los nicaragüenses, pero trata de influir
abiertamente en el resultado de las votaciones usando
el miedo y la amenaza; situando a Daniel Ortega dentro
del terreno enemigo, sin menoscabo de que el hombre ha
dicho que se opone al terrorismo.
De hecho, el Frente Sandinista, al que pertenecí y por
esto lo digo con cierta autoridad, jamás realizó, ni
apoyó el terrorismo como método de lucha armada, jamás
tomó rehenes inocentes, ni voló lugares públicos o
edificios llenos de civiles. La acusación de
terrorismo hecha contra Daniel Ortega se basa
exclusivamente en las relaciones que el FSLN tiene con
Gadaffi y Fidel Castro, lo cual no es una base seria
bajo ningún punto de vista, puesto que habría que
condenar por terrorista a más de un dirigente,
incluyendo Nelson Mandela.
En compañía de Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez hice
pública mi decisión de no votar en estas elecciones.
Tengo críticas a la forma en que se organizó este
proceso, pero no puedo dejar de protestar, como
ciudadana nicaragüense, frente a una toma de posición
a-priori de Estados Unidos para condenar a un
candidato presidencial que, al menos según las
encuestas, goza del favor de un número sustancial de
electores nicaragüenses.
Al insinuar que el pueblo nicaragüense debe tomar en
cuenta los intereses y criterios de Estados Unidos en
la decisión de quién gobernará el país en los próximos
cinco años, la nación del norte está irrespetando la
democracia en nuestro país. Si ese tipo de injerencia
no es aceptable en Estados Unidos, tampoco es
aceptable aquí. Así como Giuliani no consideró que
diez millones de ayuda le daban derecho al príncipe
Saudi de criticar la política exterior de su país, la
ayuda que le brinda Estados Unidos a Nicaragua, no le
da derecho de usar sus poderosos músculos para tratar
de influir en la decisión de los nicaragüenses.
Lo que he visto aquí no tiene nada que ver con el
heroísmo de los bomberos neoyorquinos, o los llamados
a respetar a los musulmanes que vi en Estados Unidos
en las últimas semanas. Ese Estados Unidos se merece
mi respeto; este de aquí son los Estados Unidos que
vemos los de afuera.
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