Viernes 31 de diciembre de 2010, p. 11
San Cristóbal de las Casas, Chis. 30 de diciembre. El levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cumple 17 años sin que, a juicio de las comunidades indígenas en resistencia desde enero de 1994, sus demandas hayan sido cumplidas por cuatro sucesivos gobiernos federales y seis administraciones estatales. No obstante eso, y una prolongada estrategia contrainsurgente en su contra, las comunidades y regiones en rebeldía desarrollan una significativa experiencia de autonomía pacífica, claramente nacional, que ha resultado además eficaz defensa de la soberanía territorial mexicana en tiempos en que ésta luce muy averiada.
Llegaron a los barrios periféricos de esta ciudad la noche del 31 de diciembre de 1993. Quienes los vieron aparecer multiplicando la sombra contaron primero cientos. Hacia la medianoche ya eran miles, armados y uniformados. Se concentraron en el anillo periférico, cerca del bulevar Juan Sabines Gutiérrez, tras ocupar la plaza de San Ramón y el Puente Blanco, acceso de la ciudad viniendo de los Altos.
Por el otro extremo, por la salida a Comitán, el barrio de San Diego y la avenida Insurgentes, más tropas indígenas avanzaban hacia el centro. En el transcurso de la madrugada, los nuevos insurgentes tomaron el palacio municipal, la plaza central y de hecho, la ciudad. Lo mismo ocurría en Ocosingo, Las Margaritas, Altamirano y Huixtán.
Para entonces ya estaba subvertido de manera trascendente
todo el territorio indígena de Chiapas, aún ignoto para la
mayoría de los mexicanos, incluyendo el gobierno del
presidente Carlos Salinas de Gortari y de los gobernadores
Patrocinio González Blanco Garrido y Elmar Setzer, siendo el
primero, a la sazón, secretario de Gobernación. Los pueblos
mayas de Chiapas iniciaron una guerra de liberación que sigue
en pie. El ¡ya basta!
que la mañana siguiente dio la
vuelta al mundo es un hito en la historia moderna de México.
Desde entonces, el movimiento indígena zapatista es un actor
clave en la lucha política del país. Si bien los rebeldes
decretaron una tregua, después de 12 días de combate en enero
de 1994, la guerra no ha terminado. No se han cumplido las
demandas que dieron origen al levantamiento, reconocidas como
legítimas por los gobiernos de Salinas de Gortari, Ernesto
Zedillo y Vicente Fox. Además, los gobiernos sucesivos han
desarrollado una incesante guerra irregular, de baja
intensidad
, contra las comunidades organizadas con el
EZLN, sus simpatizantes, y hoy también las adherentes a la
otra campaña.
En un contexto nacional de amplia militarización y combates
irregulares, con frecuencia oscuros, tiende a olvidarse que
las montañas de Chiapas siguen siendo la región más
militarizada del país, y lo que parece paz relativa
es
en realidad una guerra encubierta. Con las armas como respaldo
(numerosas tropas federales ocupan decenas de comunidades en
el suelo indígena), el gobierno libra una sofisticada guerra
económica, social (a veces disfrazada de religiosa
) y
sicológica.
A lo largo de este periodo, la comunidades rebeldes no sólo han resistido y sobrevivido, sino que se transformaron perceptiblemente. En diciembre de 1994 establecieron unos 40 municipios autónomos, dando inicio a la rebeldía autonómica más prolongada y efectiva de la era moderna en el mundo. Tres lustros después, el zapatismo tiene cinco juntas de buen gobierno que, en medio de una guerra contrainsurgente en su contra, representan un factor ineludible de gobernabilidad y legalidad, literalmente pese a las políticas gubernamentales.
Los zapatistas no sólo aplicaron una reforma agraria
sumamente igualitaria que elevó los niveles de vida, dignidad
y libertad de millares de campesinos indígenas, sino que
mediante auténticas escuelas
de gobierno (entendido
como servicio), las juntas de los cinco Caracoles donde
operan desde 2003 han construido sistemas alternativos de
educación, salud, justicia, producción y comercialización de
productos agrícolas. Además, son ya tres lustros de relaciones
solidarias y políticas con luchas y organizaciones del resto
el país, América y Europa.
Durante 2010, activos y en lucha en las montañas el sureste, los zapatistas mantuvieron un pertinaz silencio, ocasionalmente roto para denunciar agresiones paramilitares, policiacas y militares cuando éstas alcanzan niveles intolerables, lo cual no quita que sucedan permanentemente.