11 settembre 1973
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- Date: Sat, 11 Sep 2010 23:21:45 +0200 (CEST)
Caracas, 11 Sep. AVN (Kelly Viscuña).- En el primer discurso al país, en el Estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970, Allende había sido enfático y preciso: “Pero ha llegado por fin, el día de decir basta. Basta a la explotación económica. Basta a la desigualdad social. Basta a la opresión política (...) Nos reunimos aquí para conmemorar nuestra victoria de Chile y también para señalar el comienzo de la liberación”.
El 4 de septiembre de 1970 se realizaron en Chile las elecciones presidenciales ganadas por el líder de la Unidad Popular (UP) el socialista Salvador Allende quien resultó victorioso con el 35% total de los votos. Durante su gobierno, Allende estatizó la banca privada, el comercio exterior y el cobre, aumentó el salario de los trabajadores, además radicalizó la reforma agraria, generó formas colectivas de producción y creó un sector social de la economía, administrado por los trabajadores, dicen los historiadores del Instituto del Tercer Mundo de Montevideo.
Opuestos a tales políticas, varias organizaciones con intereses anticonstitucionales como la Armada de Chile, la Oficina de Inteligencia Naval de los Estados Unidos (ONI), entre otras, comenzaron a fraguar el golpe de Estado contra el Presidente Allende quien tras tres años de haber demostrado su decisión de construir el socialismo en Chile, fue objeto de la asonada militar el 11 de septiembre de 1973 por parte de las fuerzas armadas bajo “la fachada de la Cofradía Naútica del Pacífico Austral”, según un documento del Centro de Estudios por la Democracia y Defensa del Ciudadano (Cedec).
Generales de los altos mandos de las Fuerzas Armadas y de Carabineros se unieron bajo la dirección de Augusto Pinochet, quien fue influido por el ex presidente estadounidense Richard Nixon, el vicepresidente George H. Bush y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Para cumplir con su objetivo, el entonces presidente estadounidense, golpeado por las constantes derrotas en la guerra en Vietnam, ordenó el apoyo total a los golpistas contra Allende mediante el proyecto FUBELT también conocido como Track III, el cual operaba secretamente con la CIA, agrega el Cedec.
Otros documentos desclasificados del gobierno de EEUU, publicados el 11 de septiembre de 1998 por el National Security Archive revelan varios memorandos de la CIA e informes sobre el Proyecto FUBELT los cuales detallan las acciones destinadas a derrocar desde septiembre de 1970 a Salvador Allende.
Las intenciones de Nixon eran cada vez más palpables, según un artículo de la OR publicado en 1998, Estados Unidos "estranguló" la economía de Chile para preparar el golpe de Estado, como dijo Henry Kissinger, en manuscritos del director de la CIA, Richard Helms, tomados en reuniones en 1970 con Nixon, quien ordenó hacer "chillar" a la economía chilena, ante esto el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos cancelaron préstamos.
De acuerdo con los documentos, la International Telephone & Telegraph (ITT) formó un comité de representantes de corporaciones estadounidenses para realizar una estrategia contra Allende junto a Nixon.
El golpe de Estado
El 11 de septiembre Allende, ante las informaciones recibidas, se dirige hacia el palacio La Moneda y portaba la metralleta que le había regalado el líder de la revolución cubana Fidel Castro la cual no había disparado jamás, luego de resistir seis horas de ataques de cohetes Sura 3 por las fuerzas militares golpistas contra la casa del gobierno, el presidente decide rendirse, así lo reseña la enciclopedia Wikipedia.
Según el testimonio de uno de sus doctores, Patricio Guijón, “cuando regresé para llevarme mi mascarilla antigas grité ¡Allende no se rinda, milicos de mierda! y con el fusil AK-47 que le había regalado Castro, Allende se disparó en la barbilla, explotando la bóveda craneana y murió al instante”, citado por Radio Cooperativa.
El 13 de septiembre el régimen de los militares chilenos, designó a Augusto Pinochet presidente de Chile, y los partidos que apoyaban a la UP fueron puestos fuera de la Ley y el resto en receso indefinido.
En Chile se desató una cruenta represión, se crearon campos de fusilamientos, se realizaban torturas y en los meses siguientes los “desaparecidos” fueron miles, además la dictadura se hizo presente con la regulación de la radio y televisión por parte de Pinochet, según la cronología “Los Días del presidente Allende” del historiador chileno Dr. Alejandro Witker.
La comunidad internacional considera que Pinochet es un asesino, quien debió ser juzgado y castigado hace muchos años, sin embargo, se mantuvo en el poder y a la cabeza de las fuerzas armadas hasta 1990 y ahora lleva el título de "senador vitalicio", así lo reseña un artículo de La Neta del Obrero Revolucionario (OR) 1998.
En 1981, agrega el artículo, se aprobó una nueva constitución, bajo una dictadura que legitimó los procesos de Pinochet, la cual privatizó, entre otras cosas la educación, dos años después el desempleo aumentó en comparación al año anterior.
Actualmente esa constitución sigue vigente, se le han hecho algunas reformas, sin embargo, mantiene la misma estructura mediante la cual se define el Estado actual, así lo aseguró el activista social chileno, Jorge Álvarez.
“En cuanto al ámbito electoral, la reforma que le han realizado ha sido muy severa, lo que han hecho es profundizar un sistema neoliberal que venia implantándose del año 80, desde ahí los chilenos que están en el exterior no pueden votar hasta los días de hoy”, agregó.
Con respecto a la salud, la constitución establece, en términos básicos, que las personas de clase alta son las que tienen mayor acceso a la salud.
“Eso en parámetros se ve muy bien porque dirán que cada uno reparte su riqueza, pero al momento de llevarlo a la ejecución nos encontramos que tiene prioridad el que paga porque tendrá un acceso directo hacia la salud y eso es lo que pasa todos los días en Chile como sistema neoliberal”, apuntó Álvarez.
De acuerdo con Joaquín Fermandois, en su libro “Mundo y Fin de Mundo, en el ámbito económico, Pinochet realizó profundas reformas económicas que dieron como resultado de una transformación de la economía del país, para formular su política de estabilización económica, el dictador confió en los llamados “Chicago Boys”, economistas neoliberales de la Universidad de Chicago.
Asimismo, implementó “el shock” que consistía en reducir el gasto público, despedir a varios empleados públicos, aumentar el IVA, privatizar la mayor parte de las empresas estatales y liquidar préstamos de vivienda, agrega el libro.
Chile en la política mundial, destaca el autor, las consecuencias fueron inmediatamente notables.
En los años 70 el gobierno de Pinochet participó en la Operación Cóndor con Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. Según la revista Covert Action Quarterly (otoño 1994), fue una operación para secuestrar y asesinar a cientos y probablemente miles de latinoamericanos que se oponían a sus gobiernos.
"Estados Unidos aportó inspiración, dinero y tecnología para la represión" que llevaron a cabo esos gobiernos.
El 5 de octubre de 1988 se sometió a plebiscito una prórroga de ocho años para el mandato de Pinochet. El triunfo del “No”, impulsado por una amplia alianza de la oposición, obligó a la Junta Militar a convocar elecciones al año siguiente que fueron ganadas por Patricio Aylwin.
Un artículo de la BBC del 2006, indica que el 16 de octubre, Pinochet fue detenido en Inglaterra a petición de un juez español. Pinochet se encontraba en Londres para hacerse una operación. La orden de detención lo acusa de "genocidio, terrorismo y asesinatos de españoles durante el Golpe de Estado". El juez español solicitó la extradición de Pinochet a España pero fue de regreso a Chile.
El régimen de Pinochet cometió cientos de asesinatos, torturas y desapariciones de chilenos y ciudadanos de otros países, muchos de ellos llevados cabo con la dirección de la CIA de Estados Unidos, según han hecho notar diversas fuentes basadas en testimonios y documentos desclasificados durante las últimas tres décadas.
Luego de 37 años de aquellos acontecimientos “no es secreto para nadie que Estados Unidos dirigió, planeó y ejecutó los detalles necesarios del golpe de 1973 y que Pinochet cometió cientos de asesinatos, torturas y desapariciones de chilenos y ciudadanos de otros países, y los imperialistas yanquis le dieron las órdenes”, precisó el activista social.
La gesta de Salvador Allende: un ejemplo para América latina
Desde las primeras semanas de su gobierno, el mundo comenzó a sacudir su conciencia con las ideas de Allende.
"El pueblo llega al control del poder ejecutivo -dijo Allende- en un régimen presidencial para iniciar la construcción del socialismo en forma progresiva, a través de la lucha consciente y organizada en partidos y sindicatos libres", puntualizó ante el pueblo reunido en el Estadio Nacional.
“Soy un hombre de América Latina -dijo en aquel primer discurso- que me confundo con los demás habitantes del continente en los problemas, en los anhelos y en las inquietudes comunes, por eso, en esta hora, entrego mi saludo de Gobernante a los hermanos latinoamericanos, esperanzado en que algún día el mandato de nuestros próceres se cumpla y tengamos una voz continental”.
Tres días después de la muerte de Allende, Pablo Neruda, afirmó que el difunto presidente “era un cadáver inmortal”, así lo señaló Carlos Jorguera en su libro “El Chicho Allende” publicado en 1993, esto indica que el presidente chileno no sería olvidado, al contrario, su figura, su ejemplo y su pensamiento tomaron mayor importancia luego del cruento golpe de Estado.
Los ideales, los compromisos y el combate de Allende representan importantes herramientas para los movimientos sociales actuales de América Latina. Un ejemplo de esto lo refleja el artículo ""La Verdadera muerte de un Presidente"", escrito hace varias décadas, por Gabriel García Márquez, donde el autor le rinde tributo al primer presidente socialista electo por el pueblo en América Latina.
“Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos” (...), subraya el texto.
El sitio web Fundación Salvador Allende asegura que en 1990 la viuda del Presidente, Hortensia Bussi, sus hijas Beatriz, Isabel, Carmen Paz, y nietos, crearon la Fundación Salvador Allende (FSA), con el fin de que los ideales de Allende pudieran ser recordados. El 4 de septiembre de ese año la FSA realizó su primera actividad.
Chile continúa realizando actos conmemorativos al líder socialista
El pueblo chileno junto a otros países latinoamericanos han ido conmemorando año tras año lo sucedido en 1973, activistas, dirigentes políticos y civiles se reúnen anualmente para repudiar el cruento golpe de Estado, y a su vez, resaltar las virtudes de las políticas económicas socialistas que tenía el presidente para su nación.
El pasado sábado 4 de septiembre de 2010, diferentes grupos sociales y dirigentes políticos de distintos partidos se reunieron en diferentes lugares de Chile con el fin de rendirle un homenaje al líder socialista Salvador Allende, en conmemoración del 40 aniversario del triunfo de la Unidad Popular y su llegada al poder.
Salvador Allende “fue un hombre que luchó 50 años por mayor justicia social, para que este país fuera diferente.
Cuando él empezó su lucha, con tremendas y enormes desigualdades y pobreza, su mensaje sobre la justicia social sobre construir un mejor país, sobre profundizar la democracia, sobre hacer los cambios en democracia, está plenamente vigente", indicó la senadora e hija de Allende, Isabel Allende, durante el acto, citado por Telesur.
“Salvador Allende era el más ilustre de todos los socialistas y por ende para el pueblo chileno es muy importante conmemorar esta fecha,” así lo expresó el Presidente del Partido Socialista, Diputado Osvaldo Andrade.
“Salvador Allende es una figura de la historia política de Chile y eso lo deben reconocer incluso su más tenaces detractores”, aseguró el diputado, basándose en la última encuesta realizada por (Ipsos), la cual refleja que la mayoría de la población reconoce a la Presidenta Michelle Bachelet, el Presidente (Ricardo) Lagos, el Presidente (Arturo) Alessandri, y el Presidente Salvador Allende, como los mejores presidentes socialistas de estos doscientos años, “no creo que exista mejor homenaje que Allende”, sentenció.
Asimismo, el sábado varios diputados de distintas bancadas de Chile también le rindieron homenaje al ex presidente de la nación suramericana, donde los participantes insistieron en resaltar las virtudes de Allende como político, parlamentario, médico salubrista, luchador social y jefe de Estado.
Ante esto, el diputado Leonardo Pérez, indicó que el acto es mucho más que una remomeración sobre un ex presidente. “Es un reconocimiento a nuestra clase política y a nuestra institucionalidad patria".
Este acto constituye el segundo homenaje masivo que se le realiza a Allende en Chile en el 2010, pues el primero se efectuó el pasado 26 de junio, cuando un centenar de personas se reunieron en la céntrica plaza de La Constitución para depositar flores ante el monumento del ex mandatario en conmemoración del aniversario número 102 de su nacimiento.
Marcha del próximo 11 de septiembre
El próximo 11 de septiembre realizarán una marcha para recordar los 37 años del golpe de Estado, la cual fue convocada por Organismos defensores de Derechos Humanos, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), agrupaciones estudiantiles y partidos de izquierda.
De acuerdo con Xinhua, se prevé que la marcha recorrerá las calles céntricas de Santiago de Chile para confluir en el Cementario General donde los marchantes rendirán un homenaje a las víctimas de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990).
Actualmente, los activistas de derechos humanos -explica el analista Álvarez- aseguran que Chile es un país que posee una democracia muy frágil, donde el respeto a los derechos humanos no están garantizados.
Estos actos conmemorativos evidencian que la trayectoria, el ejemplo y el pensamiento de Allende hoy siguen vigentes en los ideales de todos los latinoamericanos.
Especial: A 37 años del Golpe de 1973 en Radio Tierra
11 de Septiembre de 2010 -
- descarga el capítulo uno "Amanecer del 11" del Radioteatro de Salvador Allende
- descargue acá los demás capítulos
A 37 años del Golpe de Estado, Radio Tierra invita a escuchar a todos y todas algunas de las producciones especiales que conmemoran la fecha, junto al radioteatro "La Epopeya Final de Salvador Allende". Una producción original realizada en nuestros estudios en 2003.
Guión: Mónica Echeverría
Dirección: Consuelo Castillo
Actores: Rodolfo Pulgar · Amparo Noguera · Héctor Noguera · Eduardo Barril · Patricio Contreras · Esperanza Silva · Nestor Cantillana · Felipe Ríos · Horacio Videla · Anibal Reyna ·Alejandro Trejo · Palta Meléndez · Gaby Hernández · entre otros.
Personajes: Salvador Allende · Tencha Bussi · Almirante Patricio Carvajal · General Gustavo Leigh · General Javier Palacios · Beatriz (Tati) Allende · Carlos ( Negro) Jonquera · Dr Arturo Jirón · Orlando Letelier · General Herman Brady · Augusto (Perro) Olivares · Augusto Pinochet · Miria Contreras (Payita) Con la participación especial de Mirella Latorre en la narración y Víctor Pey como Joan Garcés.
Radio Tierra
La verdadera historia del rescate del último discurso de Salvador Allende
Al cumplirse cien años del nacimiento de Salvador Allende, el último mensaje que pronunció a pocos minutos del bombardeo de La Moneda y de su propia muerte, ha vuelto a emerger en distintos rincones del mundo. De allí que el rescate de la cinta que lo contenía desde los estudios de Radio Magallanes, la única emisora que lo transmitió, sea un episodio histórico. Su protagonista hasta ahora era el periodista Hernán Barahona, recientemente fallecido. Pero esa historia es refutada por los testimonios que nos presenta el Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas: “Guillermo Ravest fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio, con evidente riesgo para su vida”. La controversia llegó al Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas, el que dictó su fallo el pasado 7 de abril.
Vuelvo a leer con emoción la crónica de Guillermo Ravest Santis, con su estilo terso y vibrante, modelo de gran estilo de periodismo, sobre el último discurso del Presidente Salvador Allende, transmitido por Radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973, minutos antes del comienzo del bombardeo a la Moneda. Ravest, director de la emisora, fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio –con evidente riesgo para su vida, del que en ese momento no tuvo conciencia- y las hizo llegar a la dirección clandestina del Partido Comunista para su distribución entre los corresponsales extranjeros.
La crónica fue solicitada a Guillermo Ravest por Faride Zerán, directora de la revista Rocinante, en la que yo me desempeñaba como editor. Apareció en la edición Nº 58, de agosto de 2003, junto con un notable testimonio del periodista Leonardo Cáceres, responsable de los servicios noticiosos de Radio Magallanes. Ambos materiales constituyen un documento periodístico e histórico sobre un momento trascendental de la vida de Chile. Y por eso, me parece muy conveniente que se reproduzcan ahora en las páginas de CIPER. Conveniente y necesario, porque en torno a estos hechos y sus protagonistas se tejieron versiones erróneas.
Medio siglo de periodismo
Nacido en Llay Llay, importante nudo ferroviario de la V Región, el 3 de julio de 1927, Guillermo Ravest Santis proviene de una familia estrechamente vinculada a los ferrocarriles: su abuelo, su padre, sus tíos y otros parientes fueron todos ferroviarios. También él pudo haber seguido el recto camino de los rieles pero se enamoró tempranamente del periodismo. Con este oficio ha mantenido un romance de medio siglo, que dura todavía.
En 1950 trabajó en la agencia COPER (Cooperativa de Periodistas), creada por el veterano Albino Pezoa para dar trabajo a profesionales de la prensa “cesanteados” por motivos políticos por el régimen de Gabriel González Videla. Después, entre 1952 y 1972 trabajó en los diarios El Siglo, El Espectador, Ultima Hora y La Nación, en el Departamento de Prensa de Radio Balmaceda, en la revista Qué Pasa de Buenos Aires, en el diario Puro Chile, en Televisión Nacional y, por último, en Radio Magallanes. Junto con su esposa Ligeia Balladares, también periodista, debió partir al exilio después del golpe militar.
Ambos llegaron a Moscú en 1974 y organizaron el equipo de periodistas chilenos que produjo, bajo dirección de Ravest, los diarios programas “Radio Magallanes”, que se emitían por las ondas de la emisora estatal soviética, al mismo tiempo que los de “Escucha Chile”.
Viajaron en 1980 a México y regresaron a Chile en 1983, en cuanto sus nombres dejaron de aparecer en las listas de proscritos. Trabajaron en el diario ”Fortín Mapocho”, fuerte opositor a la dictadura. Entre 1983 y 1989, Guillermo trabajó en las ediciones clandestinas de “El Siglo”.
La pareja Ravest-Balladares reside desde hace más de 20 años en San Miguel Tlaixpán, pequeña localidad cercana a la Capital Federal de México. Ambos han seguido cultivando al periodismo y también la literatura en calidad de cuentistas y narradores casi clandestinos. Guillermo Ravest es autor de un libro de memorias titulado “Pretérito Imperfecto”, que ofrece, sin duda, enorme interés porque ha sido testigo privilegiado de un período histórico turbulento, cuyas consecuencias siguen proyectándose en el presente y en el futuro. Se espera que sea publicado pronto en Chile.
Testimonio:
“Necesito que me saquen al aire inmediatamente, compañero”
Por Por Guillermo Ravest Santis, ex director de Radio Magallanes
El
golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 me encontró en Radio
Magallanes, de la cual era director, y cuyos estudios entonces ubicados
en el sexto piso de Estado 235, tenían acceso por la entrada del Pasaje
Imperio. A eso de las seis de la mañana, me despertó un telefonazo de
Lucho Oliva, ingeniero a cargo de los equipos de nuestra radioemisora.
“Chino –me dijo- ahora sí que empezó el golpe. Para que lleguemos
juntos al centro te paso a buscar en mi auto, altiro”.
Aquel “altiro” demoró mucho más de una hora, razón por la cual, luego de traspasar varias barreras de militares, llegamos a Estado con la Plaza de Armas alrededor de las siete y media. Allí me despedí de mi mujer y mi hijo, quienes se dirigieron a la Comisión de Propaganda del Partido Comunista en Teatinos 416 y al Conservatorio Nacional de Música, sus lugares de trabajo y estudio, respectivamente.
Radio Magallanes ya vivía una nerviosa actividad. El periodista Ramiro Sepúlveda me informó de las novedades y de la ubicación de los reporteros en sus respectivos frentes de trabajo. Anotamos una sola baja: el redactor de los noticieros de la mañana, seguramente presa del pánico, abandonó la radio. Nunca más supe de él, en los 30 años transcurridos. En cambio, periodistas de los turnos vespertinos decidieron reforzar el equipo matinal porque pensaron, atinadamente, que allí eran más necesarios. Otros, como Hernán Barahona, reportero político en el Congreso, cumplido con su comentario de aquella mañana -como él mismo lo ha recordado-, se retiró de la radio. Desde que yo llegué a la Radio Magallanes alrededor de las 8:00 y hasta que se levantó el toque de queda, no lo vi más.
A ratos nos atropellábamos, pues en algunos momentos tuvimos hasta tres radiocontroles metidos en el estudio. En esos instantes nos acoplamos a la Radio Corporación para difundir las primeras alocuciones que hizo el Presidente Allende. Esta era una forma de coordinación que usábamos en tiempos de la Unidad Popular, bajo el nombre de La Voz de la Patria, para tratar de contrarrestar, en mínima medida, el potencial con que entonces contaba –en número y en kilowatios- el sistema radial de la derecha golpista. En tres oportunidades difundimos esa mañana, como La Voz de la Patria, las palabras de Allende alertando al pueblo sobre la sedición ya en marcha.
La madrugada anterior, fuerzas del Ejército habían dado inicio a la “Operación Silencio”. Allanaron e inutilizaron las plantas transmisoras de las radios de las universidades de Chile y Técnica del Estado y la Luis Emilio Recabarren, de la CUT. Entretanto, encabezadas por la emisora de la SNA, la red nacional de las Fuerzas Armadas de Chile atronaba con sus bandos y oficializaba radialmente el golpe militar. Por sus sostenida connivencia con la sedición sólo el Canal 13 dominaba las pantallas. En ese clima nos dimos cuenta que habíamos quedado solos en el aire. Recién habían sido acalladas la Radio Corporación, dirigida entonces por el Partido Socialista; la Portales, que venía navegando entonces la tortuosa ambigüedad de Raúl Tarud y la Sargento Candelaria, partidaria de la Unidad Popular.
Poco antes, en una breve reunión habíamos resuelto con Leonardo Cáceres, nuestro jefe de prensa, y Amado Felipe, jefe de radiooperadores, dar cumplimiento a decisiones operativas previamente acordadas para circunstancias como las que estábamos viviendo. Estábamos conscientes de que, ubicados a apenas cinco cuadras de La Moneda, podíamos ser allanados. Con todas sus consecuencias. Desde hacía casi dos horas un bando de la Junta Militar amenazaba a las emisoras que no se plegaran a la red golpista, de un ataque por “fuerzas de aire y tierra”.
Me correspondió proponer a los integrantes del pequeño equipo que debería apostarse en la planta transmisora de la Magallanes, ubicada en Renca, para tratar de seguir emitiendo en cualquier emergencia. Todos aceptaron inmediatamente. Ellos fueron: los periodistas Ramiro Sepúlveda, Jesús Díaz, Carmen Flores –reportera recién egresada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile- y el locutor Agustín Cucho Fernández.
Ya estaba en su apogeo aquel desigual combate que la propaganda pinochetista, por tres décadas, ha querido presentar como la “batalla de La Moneda”. Esa de la media docena de regimientos apoyados por un comando operativo de tres de los jefes golpistas –el Mendocita recién empezaba merecer su apelativo como arrenquín-, más el Estado Mayor de las FF.AA., tanques, cañones y helicópteros, contra un puñado de una cincuentena de patriotas. El testimonio documental de ese asalto fue investigado para la historia y la dignidad nacional por la doctora Paz Rojas, Iris Largo y otros igualmente dignos, en el libro Páginas en Blanco.
Había ido a buscar un cigarrillo a mi oficina cuando, inesperadamente, sonó la Plancha. Éste era el nombre que dábamos al teléfono a magneto, accionado a manivela, que nos comunicaba directamente con el despacho presidencial de La Moneda. Los golpistas ya habían amenazado bombardear el histórico palacio de gobierno. Contesté el llamado telefónico. Era la inconfundible voz del Presidente Allende.
- ¿Quién habla?
- Ravest, compañero…
- Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero…
- Deme un minuto, para ordenar la grabación…
- No, compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, no hay tiempo que perder…
Sin sacarme la bocina de la oreja, grité a Amado Felipe –quien se encontraba al frente de las perillas del control en el estudio- que instalara una cinta para grabarle y a Leonardo Cáceres, que corriera al micrófono a fin de anunciar al Presidente. Allende debe haber escuchado esos gritos. Le pedí: “Cuente tres, por favor, compañero, y parta…”.
Pese al nerviosismo de esos instantes, Amado Felipe –un gordo hiperkinético siempre jovial, hijo de refugiados españoles- tuvo la sangre fría o la clarividencia histórica de empezar a difundir al aire los primeros acordes de la Canción Nacional, a los que se mezcló la voz de Leonardo Cáceres, anunciando las que serían las últimas palabras del Presidente constitucional.
La tensión del momento explica por qué en esa grabación no sólo aparece la voz de Allende. A Felipe se le quedó abierto el micrófono de ambiente, hecho que aclara por qué en su original ella registrara mi voz pidiendo a gritos a alguien: “¡Cierren esa puerta, huevones!”. Los asaltantes de La Moneda, por su parte, le pusieron o añadieron su música de fondo: balazos, disparos de artillería y hasta ruidos de aviones. No eran momentos protocolares. Tras su última frase y, sin colgar, Allende me añadió un escueto: “No hay más, compañero, eso es todo”. Y como siempre ocurre en ciertas circunstancias solemnes o dramáticas, no faltó el añadido de una nota ridícula. Soy su autor. A modo de despedida le dije: “Cuídese, compañero”.
Tras haber presentado a Allende ante el micrófono. Leonardo se acercó a mi lado, junto a la Plancha. Ambos habíamos escuchado aquellas últimas palabras. Le comenté escuetamente: “Este es su testamento político. Flaco, estamos sonados…”. Con un locutor y otro periodista proseguimos la transmisión de la Magallanes. Estuvimos de acuerdo en difundir por segunda vez el discurso de Allende. Alrededor de las 10.20 de esa mañana, imprevistamente, nos sacaron del aire. Tratamos de establecer comunicación telefónica con la planta. Nadie respondió. Dedujimos que ya estaba en poder de los golpistas y nuestros compañeros muertos o detenidos.
En una breve reunión decidimos que lo único cuerdo en ese momento era desalojar los estudios. Amado Felipe, quien era el secretario político de nuestra célula del PC, y yo, decidimos quedarnos para revisar si en los estudios había papeles con nombres o menciones partidarias. Todo indicaba que un estilo de fascismo mapochino actuaba ahora desembozadamente.
Tras una despedida que no dejó de ser emocional, porque no era seguro que volviéramos a vernos vivos, varios compañeros reiteraron su fervor irrenunciable hacia la causa que encabezara el Presidente Allende. Cada uno partió a su hogar, porque ya se había hecho público que a las 14 horas comenzaba el toque de queda. Los dos compañeros de “seguridad” que nos había asignado el Comité Regional Capital del PC, prefirieron quedarse con nosotros.
Los dos días siguientes fueron agobiadoramente largos y tensos. Nos dividimos la tarea de la vigilancia de la radio, ahora convertida en ratonera, pues contaba con un solo acceso por la escalera y los ascensores. Nos esforzábamos por no ser sorprendidos si ocurría el allanamiento. Dormíamos por turnos. Volvimos a hacer una acuciosa revisión de todos los estudios. Lo más provechoso que hicimos con Amado Felipe fue dedicar muchas horas a reproducir las últimas palabras de Allende en unos pequeños carretes de cinta magnética. Así llegó el mediodía del jueves 13. Levantado el toque de queda, cerramos los estudios con llave. Nos despedimos antes de abandonar el pasaje Imperio. A Amado Felipe nunca más lo volví a ver.
Tres meses más tarde yo me asilaba en dependencias de la embajada de la entonces República Federal de Alemania, en un piso alto frente al Municipal, mediante los oficios solidarios del Agregado de Prensa Raban von Metzinger. Tuve que hacerlo porque a los generales de la Junta no les agradó que Allende los hubiese tratado en su discurso como lo que eran: traidores. Se ordenó mi detención; la evadí al costo de permanecer con mi mujer y mi hija chica, tres meses en una oficina de esa embajada y diez años en el exilio.
Aquel
jueves me encontré con Ligeia, mi mujer, en Huérfanos frente al cine
Central. Toda la gran manzana estaba atestada de militares armados. A
ella le habían asegurado que ya era viuda, pues “a todos los de la
Magallanes los mataron”. Pero algún militar que se distrajo de las
interferencias telefónicas a la radio posibilitó que nos pudiéramos
contactar por esa vía el día anterior. Y aunque no sabía qué podría
ocurrir después, me avisó que pasaría a buscarme apenas levantaran el
toque de queda. Junto con abrazarnos, emocionados hasta la pepa del
alma, ella me preguntó: “¿Traes algo comprometedor?”. Cándida y
honestamente respondí que no. Al menos así lo consideraba. Pero en el
abrazo me delataron las cintas grabadas. Me miró como sólo ella sabe
hacerlo.
-Bah, de veras –respondí- son copias del discurso de Allende.
También me sacó, entre nuevos abrazos, mi carnet del PC. Los metió sigilosamente en su bolsa del infaltable tejido. Y como dos viejos amorosos caminamos despacio hacia la casa de nuestra hija en el centro. Allí permanecimos un día. Y partimos hacia nuestra casa en Macul.
Así creí que terminaba esta historia. Pero siguió. Por medio de un “correo” envié diez de esas cintas grabadas a don Américo Zorrilla, quien participaba entonces en la dirección clandestina del PC, pues ya había recibido el encargo de repartir el resto entre el enjambre de corresponsales extranjeros que entonces pululaba en Santiago.
Nunca volví a ver a Amado Felipe, nuestro jefe de radiooperadores: incluido “democráticamente” en lista negra por los empresarios radiales y absolutamente cesante, se suicidó tiempo más tarde.
Testimonio
“El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente”
Por Leonardo Cáceres
El 11 de septiembre de 1973 era martes y estaba nublado. Me desperté muy temprano, cuando el teléfono me transmitió la nerviosa información de un amigo que trabajaba en Investigaciones: estaba confirmado que había un levantamiento militar en curso, y en Valparaíso, la escuadra que participaba en la Operación Unitas había vuelto al puerto. Yo nunca había estado en un golpe de Estado. No sabía ni remotamente qué hacer ni de qué preocuparme.
Miraba pensativo por una ventana de mi casa, en la calle Tomás Moro, cuando vi que se abrían las puertas de la cercana residencia presidencial y tres o cuatro autos Fiat, escoltados por varias “tanquetas” de carabineros, salían a toda velocidad y se dirigieron hacia la avenida Colón. Ya no me cupo duda, algo grave estaba pasando: en uno de esos autos iba el Presidente Allende.
En mi citroneta me fui al centro, donde trabajaba como jefe de prensa de Radio Magallanes. En camino por Apoquindo y Providencia fui escuchando radio. Pasaba de la Agricultura, que emitía la marcial voz de Gabito Hernández alternada con la lectura de los primeros bandos militares y discos de Los Cuatro Cuartos, Los Quincheros y similares; a la Corporación y la Portales. De pronto escuché la voz del Presidente. Fue su primer mensaje. Él se había comunicado con Radio Corporación, como supe después.
Las emisoras de izquierda (Portales, Corporación, Magallanes, Candelaria, Recabarren y alguna más) integraban una cadena voluntaria y militante, La Voz de la Patria, que se enganchaba cada vez que era necesario para respaldar al Gobierno Popular, como réplica a la poderosa cadena de la oposición que tenía como cabeza a la Agricultura.
Llegué a la radio, en calle Estado con Agustinas, poco después de las 8. Ya estaban todos. Guillermo Ravest, el director, Eulogio Suárez, el gerente; los periodistas, los locutores. Se vivía un clima de máxima tensión, con la adrenalina a tope. Se intercambiaban las noticias con los rumores en medio de una sensación de caos. Sonaban todos los teléfonos al mismo tiempo. El Presidente volvió a dirigir al país un breve mensaje.
Hicimos la “pauta” del día sobre la marcha, envié periodistas a las sedes de los partidos y de la Central Única de Trabajadores, a la Asistencia Pública y, en especial, despachamos un móvil con tres periodistas a la planta transmisora de la Radio. ¿Quién podría asegurarnos que los golpistas no intentaran silenciar las radios, y para ello ocuparan los estudios de la calle Estado? En ese caso, la radio podría seguir transmitiendo desde la misma planta.
Muy temprano, ese día, los militares habían silenciado la radio de la Universidad Técnica del Estado. Poco después la Corporación. Así, la Magallanes quedó sola en el aire.
Redactábamos noticias a toda velocidad y las pasábamos al estudio para que los locutores las leyeran entre un disco y otro del Quilapayún o el Inti Illimani. En cierto momento entré al estudio y me quedé ayudando a leer unos comunicados de los cordones industriales y de la CUT. De pronto Ravest aparece agitando los brazos y tocando el cristal que separaba al estudio de la sala de control. En esta última había un teléfono a magneto conectado en directo con la oficina del Presidente en La Moneda. Había teléfonos similares a éste en las radios Portales y Corporación. Ravest nos dijo por comunicación interna que Allende estaba en línea y que teníamos anunciarlo de inmediato, sin esperar el final del disco que tocábamos. De inmediato. El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente.
Ninguno de nosotros sabía que ésta iba a ser la última vez que el Presidente Allende hablara al país. No lo sabíamos, pero yo creo que sí. Era clarísimo, estaba hablando con la vista fija en los chilenos del futuro, en los que iban a sobrevivir al golpe, en los que iban a oír su voz diez, veinte o treinta años después. Allende habló para la historia.
El trabajo seguía, nervioso, en los estudios. Escuchábamos la voz del Presidente y al mismo tiempo ordenábamos los textos que se iban a leer a continuación y discutíamos con los periodistas. El radioperador había dejado abiertos los micrófonos del estudio mientras se emitía la voz del Presidente y por eso, en las grabaciones de ese histórico discurso, se oyen de fondo voces y órdenes.
Terminó el discurso presidencial y siguió la transmisión especial… hasta que alguien nos avisó que la planta transmisora había sido asaltada por un comando militar, el personal que allí estaba había sido detenido, y nosotros ya no estábamos en el aire. Nadie se fue a su casa, todos nos quedamos en la radio esperando lo que iba a venir.
Un par de horas después vimos por las ventanas de la calle Estado, que daban al poniente, a los aviones Hawker Hunter que lanzaban cohetes sobre La Moneda. Segundos más tarde, las llamas de un gigantesco incendio. Se quemaba la historia, nuestra historia, se incendiaban los símbolos de estabilidad y confianza en nuestra patria, en la democracia, en el avance hacia un país mejor y más justo. La feroz hoguera duró 17 años.
Tomado de Ciper Chile
"La historia es nuestra y la hacen los pueblos"
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