-------- Messaggio originale --------
INFORMATIVO 564 - LA SOLEDAD DE AMERICA LATINA
La
soledad de América Latina
No olvidemos a Haití
Latinoamérica
LA SOLEDAD DE
AMÉRICA LATINA Discurso de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de
Literatura 1982
CARTA DE EVO
MORALES A BARACK OBAMA. En una conferencia de prensa, el Jefe de
Estado de Bolivia, Evo Morales, manifestó que la vigencia de la
denominada Ley Arizona abre el riesgo de que Estados Unidos establezca
otra vez en su territorio "un apartheid de discriminación contra los
inmigrantes, entre ellos millones de latinoamericanos que, a lo largo
de los años, contribuyen a su desarrollo ".
HAITI
POST-SISMO: SIETE MESES DESPUÉS LOS CAMPAMENTOS DE SINIESTRADOS SE
MOVILIZAN PARA EXIGIR ALOJAMIENTOS DECENTES. Puerto Príncipe:
Siete comités de los campos de personas desplazadas, de acuerdo con
organizaciones sociales , realizaron el jueves 12 de agosto una sentada
delante del palacio de gobierno de Puerto Príncipe, en oportunidad de
cumplirse siete meses de la catástrofe del 12 de enero.
Latinoamérica
LA SOLEDAD DE
AMÉRICA LATINA
Gabriel García
Márquez
Discurso por el
Premio Nobel de Literatura 1982
Antonio Pigafetta,
un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje
alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional
una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la
imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y
unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del
macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una
cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas
de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo.
Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron
enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la
razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y
fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras
novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de
nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos
legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan
codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de
lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la
fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca
exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición
venática cuyos miembros se comieron unos a otros, y sólo llegaron cinco
de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca
fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien
libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el
rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante
la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en
tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de
oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace
poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana encargada de
estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de
Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los
rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región,
sino que se hicieran de oro.
La independencia
del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general
Antonio López de Santana, que fué tres veces dictador de México, hizo
enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido
en la llamada Guerra de los Pasteles. El general Gabriel García Morena
gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su
cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de
condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general
Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que
hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había
inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban
envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para
combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco
Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una
estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas
usadas.
Hace once años,
uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda,
iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de
Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces
con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América
Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas,
cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un
instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su
palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos
desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de
otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había
restaurado la dignidad de su pueblo. Ha habido 5 guerras y 17 golpes de
estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva
a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo.
Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de
cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde
1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil,
que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la
ciudad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a
luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la
identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o
internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer
que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y
hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres
pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El
Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra
proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años.
De Chile, país de
tradiciones hospitalarias, ha huído un millón de personas : el 12 % por
ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio
millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado
del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco
ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi
un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos
los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una
población más numerosa que Noruega.
Me atrevo a
pensar, que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión
literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca
de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con
nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes
cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno
de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico
no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos,
músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de
aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la
imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la
insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra
vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas
dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es
difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo,
extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan
quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que
insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos,
sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y
que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para
nosotros como lo fué para ellos. La interpretación de nuestra realidad
con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más
desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez
la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su
propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para
construirse su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que
Roma se debatió en las tinieblas de la incertidumbre durante 20 siglos
antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aun en
el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus
quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como
soldados de fortuna. Aun en el apogeo del Renacimiento, 12 mil
lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y
devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.
No pretendo
encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un
norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en
este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los
que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa,
podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La
solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos,
mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos
que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.
América latina no
quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de
quimérico que sus designios de independencia y originalidad se
conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de
la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras
Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia
cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la
literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras
tentativas tan difíciles de cambio social ? ¿Por qué pensar que la
justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus
países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos
distintos en condiciones diferentes ? No : la violencia y el dolor
desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias
seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil
leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo
han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las
locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro
destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este
es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo,
frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la
vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los
cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y
los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la
muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera : cada año hay 74 millones
más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos
como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La
mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre estos,
por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más
prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como
para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han
existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado
por este planeta de infortunios.
Un día como el de
hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: « Me niego a
admitir el fin del hombre ». No me sentiría digno de ocupar este sitio
que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez
desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se
negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple
posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través
de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de
fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que
todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía
contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda
decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el
amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien
años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad
sobre la tierra.
Estocolmo, 10 de
diciembre de 1982.
CARTA DE EVO
MORALES A BARACK OBAMA.
En una conferencia
de prensa, el Jefe de Estado de Bolivia, Evo Morales, manifestó que la
vigencia de la denominada Ley Arizona abre el riesgo de que Estados
Unidos establezca otra vez en su territorio "un apartheid de
discriminación contra los inmigrantes, entre ellos millones de
latinoamericanos que contribuyen a su desarrollo a lo largo de los
años".
En una carta
enviada por Morales a Obama le manifiesta su preocupación por esos
hechos y le recuerda su origen, al ser el primer presidente
afroamericano que asume el mando de su país, además del discurso que
emitió al manifestar la importancia social y multicultural de respeto
que debe darse a la relación entre los pueblos del mundo.
“Sus padres
–escribe Evo- tuvieron que iniciar una vida en un país que no era de
ellos, pero que los escogió y otorgó una serie de oportunidades para su
desarrollo y progreso. Yo no sé qué pensaría su padre, que fue
migrante, si sintiera que ahora no podría vivir y trabajar en Estados
Unidos”.
El Presidente de
Bolivia señala que Estado Unidos de Norteamérica pregona la justicia
social, habla de libre circulación, negocios y mercado, pero “sin
embargo castiga al ser humano, en este caso a los latinoamericanos que
tanto esfuerzo y trabajo brindan para aportar y apoyar al desarrollo de
su país”.
Al afirmar que
“Esa polémica ley pretende revivir en pleno siglo XXI una suerte de
apartheid de discriminación política, económica, cultural, social, y
racial contra los hermanos latinoamericanos” cuando en realidad
“Estados Unidos es un país de migrantes. Ellos fueron quienes
contribuyeron decisivamente a hacerla fuertes y próspera”.
Morales le dice a
Obama “Señor Presidente, está en sus manos evitar que en su país
retorne los oscuros días de persecución por el color de la piel y el
origen racial” agrega “En otra palabras usted no puede permitir que el
racismo se mantenga en su país”.+ (PE)
HAITI
POST-SISMO: SIETE MESES DESPUÉS LOS CAMPAMENTOS DE SINIESTRADOS SE
MOVILIZAN PARA EXIGIR ALOJAMIENTOS DECENTES.
Puerto Príncipe:
Siete comités de los campos de personas desplazadas, de acuerdo con
organizaciones sociales , realizaron el jueves 12 de agosto una sentada
delante del palacio de gobierno de Puerto Príncipe, en oportunidad de
cumplirse siete meses de la catástrofe del 12 de enero.
El objeto ha sido
reclamar al gobierno de Préval-Bellerive viviendas decentes para todos
los sin techo y el fin de la expulsión de los afectados
En una declaración
enviada a Alter Presse, tanto los comités como la organización sindical
“Batay Ouvriye” y el grupo de presión de la fuerza de reflexión y de
acción sobre el problema habitacional (Fraka) denuncian las amenazas y
las expulsiones forzosas que están produciéndose en varios de los
campos de refugiados, especialmente en los ubicados en las plazas Boyer
y Saint Pierre en Petionville (a 8km al este de Puerto Príncipe) y en
Cote Plage 16 de las hermanas salesianas en Carrefour (a 10km al sur de
la capital)
“Todo el mundo
sabe que siete mes después las condiciones de vida son horribles y la
situación de miseria sin precedentes prevalecientes, sin el menor
respeto por los principios y las orientaciones de Naciones Unidas para
con los desplazados internos” expresan indignados
Un poco más de un
millar de centros espontáneos de alojamiento se instalaron en zonas
afectadas por el sismo en la mañana siguiente al 12 de enero. Albergan
a cerca de un millón y medio de siniestrados según los trabajadores
humanitarios presentes en Haití.
ALTER PRESSE, 11
de agosto Traducción
Susana Merino