Venezuela en la pelea



fonte : Attac

                                                Guerra Cabrera
Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Agencia Latinoamericana de Informacion - ALAI
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La batalla que libran los sectores populares
venezolanos en apoyo al proyecto emancipador de
Hugo Chávez es trascendental para la
independencia de América Latina. Venezuela tiene,
por su posición geográfica y sus riquezas
naturales, un valor estratégico incalculable.
Fronteriza con Brasil, Colombia, Guyana y el
Caribe, cuenta con una de las reservas petroleras
y gasíferas mayores del mundo y cuantiosos
recursos hídricos, minerales y de biodiversidad.

Ello propicia que la resistencia de su gobierno a
los planes estadounidenses de recolonización
ejerza una gran influencia en la región. Aunque
ahora acompañada por Brasil, Argentina y
rebeldías como la boliviana, la Venezuela de
Chávez inició una política exterior independiente
en un contexto de servilismo abrumador hacia el
Norte de los gobiernos latinoamericanos.

Desde entonces aboga por la integración
latinoamericana y se opone al ALCA. Desarrolla la
colaboración con Cuba que ha enviado pedagogos a
asesorar la alfabetización masiva y cientos de
médicos a dónde nunca fue ninguno.  Desafiando al
orden mundial unipolar reivindica el control
sobre sus hidrocarburos, revitalizó la OPEP e
hizo recuperar los precios del petróleo.

Con ello logró aumentar la inversión del Estado
en infraestructura y en gasto social y elevó su
prestigio ante un tercer mundo que ya parecía
resignado al orden hegemónico posterior a la
caída del muro de Berlín.

Pero lo que ha hecho inderrotable hasta ahora a
este singular proceso  político y lo convierte en
un referente en América Latina es haber  logrado
que la inmensa masa de pobres venezolanos
deviniera por primera  vez protagonista de su
destino. Hartos de la exclusión a que fueron
sometidos por el saqueo imperialista y su
correlato de democracia  cleptocrática, en el
chavismo encontraron cause y organización para
pelear por sus anhelos y el instrumento para
barrer por vía electoral con  los partidos
políticos que apuntalaban la dominación de la
oligarquía.


No debe sorprender entonces que el enorme
movimiento popular que llevó a Chávez a la
presidencia, lejos de diluirse, se haya
fortalecido. Ello ha sido posible porque este no
ha perdido en ningún momento la sintonía con los
pobres de Venezuela. Con su respaldo obtuvo
mayoría en la Asamblea Constituyente, donde
quedaron sentados las bases jurídicas para hacer
realidad la soberanía popular, la democracia
participativa y la justicia social y se refundó
el Estado con el simbólico nombre de República
Bolivariana de Venezuela.  A partir de allí el
movimiento bolivariano ha salido victorioso de
todas los lances frente a la sedición oligárquica
teledirigida desde Washington y Miami: lock outs
patronales, un golpe de Estado, una parálisis de
la industria petrolera por la acción de sus
privilegiados gerentes, que se extendió de
diciembre de 2002 a enero de este año.

La sedición ha sido alentada por una feroz
campaña mediática internacional de mentiras y
calumnias contra el gobierno de Caracas, de la
que forman parte la casi totalidad de la
televisoras y periódicos privados del país,
convertidos en cabecillas de la subversión y el
golpismo.

Al ver que sus intentos de derrocar al gobierno
por medios ilegales han sido frustrados, la
oposición decidió jugar la carta del referendo
revocatorio del presidente basándose en un
precepto de la nueva Constitución al que se opuso
antes rabiosamente. Sabía de antemano que su base
social se ha reducido y desmoralizado a un grado
que hace imposible recolectar de forma legítima
los millones de firmas establecidas por ley para
pedir el referendo y mucho menos los votos
requeridos para destituir a Chávez. De allí que
haya apelado a los trucos más sucios para
conseguir las rúbricas, desde la amenaza de
despido por los patronos a los trabajadores hasta
hacer firmar a los muertos.  El objetivo es hacer
creer primero que consiguió las firmas necesarias
para más tarde posar de víctima de un presunto
fraude gubernamental, engañar a sus propios
partidarios, intentar reagruparlos y lanzarlos de
nuevo a la calle. Crear un incidente que permita
la aplicación de la cláusula (anti)democrática de
la OEA

Mientras tanto, Washington se debate entre su
ferviente deseo de acabar con Chávez y la
preocupación por la eventual desestabilización de
uno de sus principales abastecedores de petróleo.
No es casual la repentina e hipócrita actitud
conciliadora con Caracas de su embajador Charles
Shapiro.