Venezuela: La Revolución Posible



Johnny Alarcón Puentes y JL Monzant Gavidia
Rebelión


En los años de gobierno del presidente Chávez, hemos tenido duras críticas
ante los errores, omisiones o simplemente las malas políticas del gobierno,
así que no podemos ser calificados como defensores a ultranza del chavismo.
No nos hemos creído el cuento de la revolución discursiva que exponen
algunos personeros del gobierno -e incluso diversos historiadores y
analistas de lo político- pues la revolución no se decreta, se construye.
Ella no es un axioma mecánico, sino un proceso de incesante construcción de
condiciones que generen mayor justicia social, participación democrática y
modelos alternativos de producción y distribución. La revolución va mucho
más allá de la toma del poder económico y político. Por el contrario, se
concreta en el pueblo organizándose para edificar vías opcionales a las
relaciones de producción existentes, a la división del trabajo, a la
explotación, a la miseria, a los medios de comunicación consumistas.
Entonces el poder central no es para afianzarlo sino para destruirlo. Suena
un tanto anarquista, pero es la revolución en la que creemos. Sin embargo, a
partir del 13 de abril de 2002 podríamos decir que comienza a definirse
verdaderamente un proceso de transformaciones, ya que los ciudadanos toman
la calle para asumir el liderazgo colectivo con propuestas, exigencias y
decisiones, es decir, la democracia directa.

En sentido estricto no somos chavistas, pues consideramos que Chávez no es
revolucionario; no obstante, él representa un liderazgo que ha permitido que
los excluidos del sistema se organicen en función de una transformación
radical.

Cuando Chávez ya no garantice eso, las organizaciones que se construyeron y
fortalecieron a sus expensas no tendrán otro remedio que sustituirlo o
fenecer ante el reformismo.

Tampoco creemos en esa "revolución light", que aúpan sectores de la clase
media que se aferran no a sus privilegios -los triunfos que deberían ser
extendidos al resto de la sociedad- sino a las migajas que han obtenido de
ese 3% de la clase pudiente que ha vivido parasitariamente del estado. Esa
clase media que ha estado a espaldas del país, no puede pedir ahora el apoyo
de los pobres para derrocar a un gobierno constitucional y así lo perciben
las mayorías, pese a su desvinculación con el conocimiento académico. ¿Hasta
dónde llega el absurdo individualista de este sector que piensa que ellos
deben ser los únicos favorecidos por el estado? Según esa visión, los
excluidos de siempre no son parte de la sociedad civil, no tienen derechos,
se les niega la libertad de expresión y de participación política y, por
supuesto, no se les debe beneficiar económicamente.

Para ese sector de la clase media, los marginados deben desaparecer pues son
una rémora, un obstáculo para sus intereses; por lo tanto, no creemos en los
cambios y las libertades que ellos dicen defender.

Es evidente que, históricamente, FEDECÁMARAS no representa posibilidades de
cambio para las mayorías trabajadoras, pese a la inusual cohabitación que en
este momento mantiene con la CTV; menos aún si se toma en cuenta que la
dirigencia empresarial ha participado de manera activa y directa en los
golpes más variados y contradictorios, pero siempre en resguardo de sus
intereses. FEDECÁMARAS acompañó a Delgado Chalbaud y a Pérez Jiménez en el
golpe contra Gallegos y Acción Democrática en 1948; pero en 1958 se opuso a
Pérez Jiménez para que AD regresara al poder. Sin embargo, Rómulo
Betancourt, después del Porteñazo en 1962, acusó de conspiradores a Tinoco y
a FEDECÁMARAS en pleno, pues temía su participación en futuras
conspiraciones de la misma derecha que lo acompañaba en el poder. El golpe
de estado de abril de 2002 es, no obstante, el primero en el que la clase
empresarial asume el liderazgo de manera directa, sin intermediarios
políticos, y, en consecuencia, Pedro Carmona Estanga llega a la presidencia
de la República. Pero, desde su fundación en 1944, nunca antes la Federación
de Cámaras Empresariales de Venezuela había dirigido de manera tan explícita
la política venezolana, tal como lo ha hecho después del regreso de Chávez a
la presidencia.

Consolidado al amparo del estado -bajo el modelo keynesiano aplicado durante
la dictadura perezjimenista- el empresariado venezolano financió las grandes
campañas electorales posteriores a 1958. Después de los malos entendidos con
Betancourt, a quien a principio de la década de los 60 aún tildaban de
procomunista, FEDECÁMARAS se aseguró de que los distintos presidentes
ejecutaran de manera adecuada el rol de representantes políticos del poder
económico. La redistribución de una renta petrolera que hasta principio de
los 80 alcanzaba "para todos" fue el soporte socioeconómico de esa
representación, concretada en leyes que favorecían a la clase empresarial
tales como las distintas leyes del trabajo, contrataciones directas con el
estado, además del apoyo financiero a la exportación-importación, entre
otros beneficios. Perdida la oportunidad de participar desde el principio en
la industria petrolera venezolana, desde mediados de los 90 el empresariado
nacional, en fuerte combinación con el capital extranjero, se propone
adquirirla y controlarla por completo debido a su posicionamiento como una
de las principales empresas petroleras del mundo. De manera que no solo se
trata de un empresariado parasitario que, en todo momento, se ha nutrido del
estado gracias a la renta petrolera; también se trata de un sector económico
con plena conciencia de que sus intereses como clase están muy por encima de
los intereses de la nación. Más aún, su desesperación por comprar PDVSA a
precios risibles -pues la idea de Luis Giusti siempre fue quebrarla antes de
venderla- seguramente está impulsada por la posibilidad de re-venderla a las
grandes transnacionales euroestadounidenses, o por lo menos, de España y
Estados Unidos.

El gobierno inicialmente antineoliberal de Hugo Chávez, su práctica
intervencionista de la economía y su intención de colectivizar o
re-distribuir de manera más justa la riqueza nacional -además de haber
sancionado una de las constituciones más democráticas del mundo, la misma
que les permite legitimar los primeros golpes de estado del mundo
transmitidos como Realty Show- son los argumentos y las excusas necesarias
para declararle la guerra al gobierno constitucional; pues, aunque con muy
pocos muertos todavía, no es otra cosa lo que sucede en Venezuela en este
momento.

Por ello, defendemos la revolución que está en la calle y que exige la
socialización de PDVSA, mayor justicia social, equidad en la distribución de
los ingresos nacionales, planes sociales para salir de la miseria y, sobre
todo, que se organiza para presionar porque existan transformaciones reales
y no meros recursos discursivos. En el pensamiento, en las ideas, en los
sueños de muchas personas, pobres y de clase media, está creciendo la
iniciativa por concretar una sociedad alternativa. Reconocemos como un hecho
real la existencia de ese amplio sector de la población venezolana que
superó las expectativas generadas por el discurso chavista. Esa iniciativa
está recorriendo calles y empujando a Chávez -casi arrastrándolo,
hostigándolo para que no se desvíe más- y se convertirá en la más hermosa de
las revoluciones; desde abajo, casi sin líderes "preclaros", trastocando el
orden establecido. En consecuencia, el alto empresariado, que ya se había
percatado de las potencialidades, los peligros de tanta gente pensando,
cambiando y organizándose, ha llevado al país al estado de caos en que se
encuentra todavía hoy, pues el sabotaje a PDVSA ha sido exitoso y se traduce
en la pérdida de miles de millones de dólares. Además de las dificultades
para reactivarla, se suman nuevas presiones por parte del empresariado
nacional e internacional que amenazan con aplicar una versión criolla del
"corralito" argentino, al propiciar el cierre de la banca y, en
consecuencia, producir mayor caos y protestas sociales en contra del
gobierno.

Estamos de acuerdo con el historiador Roberto López, con que hoy en
Venezuela se decide el destino de América Latina; que la lucha está
planteada y los intelectuales comprometidos hemos decidido por el momento
dejar de estudiar la historia para intentar construirla desde la perspectiva
de los excluidos.

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Nello

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