Venezuela: Oposición a Chávez se desgasta y desespera



Manuel Cabieses Donoso
Punto Final


La oposición venezolana, encabezada por la agresiva asociación empresarial
Fedecámaras y la CTV -una mafia sindical al estilo mexicano- no ha cancelado
sus planes para sacar al presidente Hugo Chávez del Palacio de Miraflores.
Sin embargo, sus posibilidades se han visto reducidas después del fracasado
golpe del 11 de abril. Chávez salió fortalecido de esa prueba. La oposición,
en cambio, está dando señales de agotamiento y surgen fisuras que podrían
extinguir la Coordinadora Democrática, el frente político antigubernamental.
La mediación internacional - como la misión de la OEA, Pnud y Centro Carter
que visitó Caracas en septiembre- ha decepcionado a la oposición. Sus
recomendaciones apuntan al respeto de la Constitución y a un diálogo
democrático que el gobierno acepta pero que la oposición rechaza.

Los opositores anunciaron un "septiembre negro" pero no pasó nada, o muy
poco. Para el 11 de septiembre convocaron a un "trancazo" de autopistas y
carreteras para paralizar el país y crear el caos en Caracas, super
congestionada de vehículos. Las instrucciones de cómo proceder, los puntos a
"trancar", etc., se difundieron por la prensa, radio y TV, que son la punta
de lanza de la oposición. Desde las 6 de la mañana los canales privados de
TV se convirtieron en el comando operativo del "trancazo". Pero a las 10 de
la mañana tuvieron que admitir que había sido un fracaso. Las desalentadoras
imágenes desaparecieron de la pantalla. El incansable plan desestabilizador,
no obstante, siguió con una manifestación y misa el 26 de septiembre en
Chuao, territorio de las clases medias y altas en la zona este del valle de
Caracas. Se anunció que culminaría con un desafiante acto en la base aérea
de La Carlota, sede del Ministerio de la Defensa. Pero no pasó nada digno de
mención y la manifestación fue mucho menor a lo esperado. Y así terminó el
"septiembre negro" al que Chávez -que gusta recoger el guante opositor cada
vez que se lo lanzan- había replicado llamándolo "septiembre bonito". Sin
embargo, aunque carentes de imaginación, los opositores no descansan. En una
burda repetición del libreto que llevó al golpe del 11 de abril, convocaron
a una marcha para el 10 de octubre. CTV y Fedecámaras -empresarios y
sindicalistas unidos en un solo empeño-, anunciaron que pondrán fecha a un
paro nacional que podría comenzar el 11. Pero como ese día es viernes, el
anuncio fue recibido con escepticismo. El talón de Aquiles del gobierno
sigue siendo la situación económica. El dólar se ha disparado. Los precios
suben (Venezuela importa el 60% de lo que consume). Sin embargo, el Estado
tiene sólido respaldo en reservas internacionales por más de 15.000 millones
de dólares.

El golpe de estado del 11 de abril, sin duda, fue un imprevisto revés del
presidente Chávez.

Puso en tela de juicio la ilimitada confianza que había depositado en el
alto mando de las FF.AA. Sin embargo, parece haber asimilado la lección.

Chávez estuvo prisionero desde la madrugada del viernes12 hasta la madrugada
del domingo 14 de abril, cuando regresó en triunfo a Miraflores en un
helicóptero de los leales paracaidistas del general Raúl Baduel, que en
ningún momento se tragó la píldora de que el presidente había renunciado,
como afirmaban los golpistas. El general Baduel -ahora al frente de la
División de Blindados- es un camarada de armas de Chávez desde la primera
hora. Pertenece al pequeño grupo que el año 82 se juramentó con Chávez para
crear el Movimiento Revolucionario Bolivariano-200. Cuando Chávez encabezó
el intento golpista del 4 de febrero del 92, Baduel no fue detectado y
continuó su carrera militar. Chávez no consiguió derrocar al presidente
Carlos Andrés Pérez, responsable de la masacre del 89 conocida como el
"caracazo". Lo que no pudo Chávez lo consiguió la corrupción. El 93 Pérez,
bajo un alud de denuncias, fue destituido y encarcelado. Hoy vive en Estados
Unidos y -después de alentar el golpe- también se ha convencido que Chávez
no podrá ser derrocado por la fuerza. Lo que intentan sectores más sensatos
de la oposición es acortar el período de Chávez mediante un referéndum. El
presidente los ha llamado a esperar agosto del 2003 cuando, a la mitad de su
período, como ocurre con todas las autoridades elegidas por voto popular, se
puede convocar a un "referéndum revocatorio" que podría poner fin a su
mandato. La oposición, sin embargo, no quiere esperar tanto. Sabe que el
tiempo juega a favor de Chávez y de la recuperación de la economía.

El golpismo se estrelló en abril contra un muro de pueblo y soldados. Aunque
Chávez sufrió la dura experiencia de la traición (el 11 de abril llegaron a
Miraflores a exigirle la renuncia los generales Manuel Antonio Rosendo, jefe
del Comando Unificado de las FF.AA., y Eliécer Hurtado, ministro de
Infraestructura, hombres de su confianza). Pero la conspiración militar
sufrió una derrota. Más de 60 oficiales superiores sólo conservan el
uniforme a la espera de su pensión de retiro. Aunque el Tribunal Supremo de
Justicia -por 11 votos contra 9- dictaminó que no habían cometido delito de
rebelión, escandaloso fallo que inyectó fuerzas adicionales al gobierno por
el rechazo popular, los generales y almirantes golpistas pagaron el costo de
cantar una victoria anticipada. Chávez aprovechó para hacer limpieza en la
casa, los mandos fueron renovados con hombres como Baduel y los 14 generales
del ejército y la fuerza aérea que rechazaron el golpe. El comando de las
unidades fundamentales estaría garantizado. En Barquisimeto conocimos al
general Jesús Wilheim Becerra, comandante de una guarnición de 6 mil
hombres. Para el golpe era jefe de las tropas en la frontera con Brasil (3
mil hombres) y se negó a obedecer a los golpistas. Cortó las comunicaciones
radiales; reunió a sus oficiales, que estuvieron de acuerdo con él, consultó
a los soldados y el respaldo fue todavía más caluroso (se habla de unidades
en Caracas y otras ciudades donde los oficiales jóvenes estaban dispuestos a
entregar armas al pueblo y los soldados plantearon que no obedecerían
órdenes del grotesco "presidente", el empresario Pedro Carmona Estanga,
presidente de Fedecámaras que los golpistas habían instalado en Miraflores).
El general Wilheim es hombre joven y agradable, de pocas palabras. Las
suficientes para contarnos que en su familia hay varios detenidos
desaparecidos, víctimas de los partidos que hoy se oponen a Chávez. Wilheim
parece tener una identificación muy fuerte con los postulados de la
revolución bolivariana que, entre otras cosas, ha reconciliado al pueblo con
unas FF.AA. que no sólo combatieron duramente a las guerrillas de los años
60, sino que reprimieron -con ciego acatamiento al poder político- todo acto
de rebeldía popular durante 40 años.

El presidente Chávez está llamando a las clases medias para que no sirvan de
carne de cañón a una oposición manipulada por la oligarquía financiera. "El
nuestro -sostiene- es un proyecto revolucionario pacífico y democrático.
Para la clase media debería ser importante un gobierno que quiere mejorar la
educación, salud, vivienda y trabajo, que quiere una gran clase media. La
campaña mediática -como la que se hizo en Chile cuando Salvador Allende-,
envenena a la clase media y la vuelve contra un gobierno que defiende sus
intereses".

La virulencia opositora de los medios de comunicación, sin embargo, ha
llegado a un peack de saturación. Comienza a crecer la sintonía de la TV y
radio del Estado, en desmedro de la televisión privada. Ha disminuido hasta
casi el 20% la circulación de los diarios. Sólo se salva el matutino
"Ultimas Noticias" que bajo la dirección de Eleazar Díaz Rangel, conocido
periodista de Izquierda y ex dirigente gremial, hace un periodismo que
informa con imparcialidad.

El Colegio Nacional de Periodistas y el Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Prensa, hasta hace poco alineados con los dueños de los medios, han
comenzado a recuperar su verdadero rol. El 2 de octubre efectuaron una
Jornada por la Dignidad en la Plaza del Panteón Nacional.

Junto con rechazar las agresiones contra periodistas, se pronunciaron contra
la "censura en medios de comunicación privados y oficiales". Los periodistas
exigieron "a los dueños de las empresas el cabal cumplimiento de la misión
informativa de dichos medios" y se plantearon "retomar el ideal de la
participación en la línea informativa de los medios". La convocatoria
exhortó "a los periodistas 'anclas' en los medios audiovisuales para que no
confundan su labor de comunicación social con el ejercicio de la política",
directa alusión a "periodistas" que actúan como agitadores y dirigentes
opositores.

Sin embargo, en materia de comunicaciones, el gobierno tiene su cuota de
responsabilidad. El viejo dirigente comunista Guillermo García Ponce señala:
"El hecho de que el gobierno de Chávez no haya creado ningún recurso para
contrarrestar esa campaña (para desestabilizarlo), por incompetencia o
incomprensión del papel de los medios, agrava mucho más la vulnerabilidad
del presidente y de la revolución bolivariana".

En el campo del gobierno no faltan reproches al presidente Chávez por la
"mano blanda" con una oposición que demostró estar dispuesta a todo y que no
ha escarmentado. Quienes exigen mano dura se quejan que Chávez dejó pasar
una oportunidad quizás única de profundizar la revolución bolivariana. Pero
Chávez se aferra estrictamente a la Constitución del 99, que él mismo
inspiró y que otorga garantías para que la oposición lleve adelante, sin
riesgos ni sanciones, el plan desestabilizador. Un conocedor de la política
venezolana explica: "Esta Constitución fue hecha por perseguidos políticos;
gente que sufrió cárcel, torturas, asesinatos y exilio y que siempre estuvo
en la oposición. La redactaron desde la perspectiva de los que han sufrido
los abusos del poder y por eso es un tanto idealista e ingenua"

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Nello

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