El ALCA y sus consecuencias economicas



Red Bolivariana, 11 de Septiembre de 2002

Víctor Morón

El proyecto ALCA (Alianza de Libre Comercio de las Américas) nació como una
iniciativa unilateral de los Estados Unidos para la formación de una zona de
libre comercio continental "desde Alaska hasta Tierra del Fuego", con el
argumento de que liberar las fuerzas del mercado tendrá un efecto
beneficioso sobre todas las economías del continente e impulsará el
desarrollo de sus capacidades productivas.

En su actual concepción, y con el diseño que se conoce hasta ahora, es
improbable que el objetivo proclamado se cumpla, sino más bien todo lo
contrario, por lo que el proyecto debe -al menos en esta etapa- ser
rechazado. Afirmamos esto porque se trata de la asociación de una economía
hegemónica (la mayor del mundo y la de mayor crecimiento en su
productividad) con el conjunto de las economías latinoamericanas
consideradas individualmente, mucho más pequeñas y menos competitivas. Las
mayores concesiones serán hechas por los países latinoamericanos, y las
mayores ganancias serán para las empresas de los EE.UU.

Para ilustrar la afirmación anterior basta señalar que la protección
arancelaria estadounidense para los productos manufacturados es del orden
del 3%, mientras que la del Mercosur supera el 10%. Barreras
para-arancelarias aparte, la concesión que realizará el Mercosur triplica la
que recibirá de los Estados Unidos.

La teoría económica académica distingue dos efectos de la integración
económica, uno positivo y uno negativo: la creación de comercio y el desvío
de comercio. La creación de comercio es el reemplazo de producción local por
importaciones de menor costo provenientes de los países involucrados en el
acuerdo. El desvío de comercio, el reemplazo de importaciones extra-región
por importaciones producidas en forma menos eficiente por algún miembro de
la región, que pese a su mayor costo se benefician de la eliminación de
aranceles.

Según esta teoría, la creación de comercio es beneficiosa para el país que
la realiza (aumenta el bienestar social), por dos razones. Por un lado, por
el ahorro de recursos que se destinaban a la producción de ese bien, y que
ahora podrán orientarse a actividades con mayores ventajas competitivas. Por
el otro, porque el menor precio soportado por los consumidores redundará en
un aumento del consumo doméstico, sea del bien en cuestión (efecto precio) o
de otros bienes (efecto ingreso). Y es beneficiosa para el país exportador
porque aumenta la demanda y, por lo tanto, la producción. La suma del
aumento del bienestar en ambos países determina un aumento del bienestar
general.

El desvío de comercio, en cambio, y siempre en los términos de esta teoría,
disminuye el bienestar general, al desplazar las importaciones de un país
desde territorios donde la producción es más eficiente hacia otros de menor
eficiencia y competitividad, pero beneficiados por un nivel de protección
arancelaria inferior. La ganancia es baja en el país receptor y hay una
pérdida neta en la esfera de la producción, que se desplaza de un espacio
económico eficiente en la misma a otro más ineficiente.

La teoría, estática en su concepción, es insuficiente, al no considerar los
efectos dinámicos de industrialización (o desindustrialización) en las áreas
participantes, pero sus términos son reveladores, porque a partir de ellos
puede pronosticarse cuáles serán las consecuencias relevantes del ALCA.

Habrá, sin duda, creación de comercio, porque muchas producciones locales
serán reemplazadas por productos estadounidenses, elaborados en mejores
condiciones de productividad. Se beneficiarán, indudablemente, los
consumidores en cuanto a tales, por los menores precios, pero la experiencia
acumulada en una década (más o menos, según el caso de los distintos países
del continente) de apertura económica indica que los factores de la
producción "liberados" y "disponibles para reorientarse a otras actividades
en las que el país sea más competitivo" no se reorientarán, y simplemente
quedarán fuera del mercado, lo que implica desempleo estructural, para la
mano de obra, y destrucción del tejido productivo y empresarial. Este efecto
no es contemplado por la teoría académica, que supone un mundo idílico, de
infinitas unidades productivas que no condicionan los mercados y sin razones
políticas que subordinen las económicas. La realidad desmiente las supuestas
ventajas de la "creación de comercio", que en este caso tendrá un solo
beneficiario: la economía hegemónica.

Pero el efecto más importante será el desvío de comercio, de nuevo en
beneficio de la nación hegemónica. Este efecto será beneficioso para los
EE.UU. y neutral para nuestros países. Los desplazados serán la Unión
Europea y los países de Asia y Oceanía.

Para decirlo sin ambigüedades, el proceso tendrá un solo ganador: los
Estados Unidos, que desplazarán simultáneamente el comercio proveniente de
terceros países y la producción local sobreviviente a la apertura de los
años 90. Algo así como un revival -por otros medios- del "gran garrote", que
completará la integración de los países de América Latina al hinterland
estadounidense.

Esto resulta claro en la forma en que se han abordado las negociaciones. La
liberalización comercial se propone a partir del año 2005, con un cronograma
de liberaciones escalonadas que culminará diez años después. Pero se
establece como prioridad la negociación perentoria de un acuerdo de
inversiones similar al (por ahora) abortado AMI , de ejecución inmediata.

Tampoco se habla de acuerdos migratorios. Cuando una región pertenece a un
espacio económico común, frente a una crisis en ella, la población tiene la
posibilidad de emigrar a otra región del mismo espacio. Si, por ejemplo, una
caída de los precios petroleros provoca una recesión en Texas (que pertenece
al espacio económico común que conforman los Estados Unidos), los texanos
afectados pueden desplazarse a cualquier estado que atraviese una situación
de auge impulsada por el crecimiento de otra actividad. Pero el proyecto del
ALCA es el de una zona de libre tránsito de mercancías, no de personas. Un
ciudadano latinoamericano que pierda su empleo por la desindustrialización
que generará el flujo de bienes norteamericanos no podrá mudarse a los
Estados Unidos.

En síntesis: la "movilidad perfecta de los factores de la producción" se
reduce a: movilidad de capitales, ya; movilidad de mercancías, mañana, y
movilidad de trabajadores, nunca. Los Estados Unidos están dispuestos a
invadir a la América Latina con sus capitales y sus mercancías, pero no a
recibir a las personas desplazadas por su invasión.

Tampoco se propone la discusión -como fue el caso de la Unión Europea- de
los mecanismos para lograr la convergencia económica entre partes
desiguales. Este podría ser un sustituto del libre tránsito de personas
(mantener las restricciones migratorias a cambio de condiciones para fijar
las poblaciones en su país de origen), pero requeriría el establecimiento de
instituciones y fondos -cuyo costo tendría que ser solventado en proporción
a la riqueza evidenciada por los participantes según su PBI- en vista a la
convergencia. No es éste un tema de la agenda, ni siquiera secundario.

Tampoco son temas de la agenda algunos tan sensibles como los derechos
laborales, los derechos humanos o la protección del medio ambiente. La
eliminación de las barreras comerciales, en ausencia de medidas de promoción
social tenderá a profundizar las disparidades económicas, sociales y
ambientales. Se perpetuará, en desmedro de nuestros países, el patrón de
desarrollo basado en la exportación, sobre todo de productos primarios, que
ha probado a lo largo del siglo XX ser apto para integrar sólo a las élites
relacionadas con la potencia imperial de turno.

Este proyecto, que sólo beneficiará a la potencia hegemónica, entra en
franca contradicción con los dos procesos de integración ya avanzados en
Sudamérica: la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercosur. Estos
procesos, de diferente antigüedad (30 años, la CAN, 5 años el Mercosur)
persiguen un mayor grado de integración y, pese a sus limitaciones, se han
instrumentado en torno a instituciones más progresivas que el ALCA. Aceptar
sin condiciones -y en plazos tan cortos- la integración continental que
proponen los Estados Unidos significaría arrojar por la ventana los
esfuerzos realizados.

De lo que se trata, más bien, es de continuar por el camino emprendido y de
vincular ambos proyectos (CAN y Mercosur) con el objetivo de lograr la
integración sudamericana. Simultáneamente habrá que atacar los dos frentes
que hoy determinan fuertes bloqueos al desarrollo de nuestros países: la
mala distribución del ingreso, que limita el desarrollo del mercado y
distorsiona los patrones de consumo, y el bajo desarrollo tecnológico, que
produce una fuerte dependencia externa en materia de provisión de bienes de
capital e insumos industriales.

La escala resultante permitirá abordar la internalización y el
encadenamiento de los procesos productivos a escala subcontinental, al
desatar un proceso que hoy es imposible de realizar en los contextos
nacionales. Por supuesto, se hace imperativa la participación de las
organizaciones sociales en este proceso para garantizar que su objetivo más
importante sea lograr el desarrollo económico con justicia social.

Después, una Sudamérica unificada, dotada de instituciones políticas que
aseguren la continuidad del proceso y de instituciones económico-sociales
que tiendan a superar las asimetrías internas, estará en condiciones de
discutir si negocia o no alianzas económicas más amplias. Pero si decide
hacerlo, ello ocurrirá en un plano de menor desigualdad.


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Nello

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