El avance de la derecha



Octavio Rodríguez Araujo

ALAI, América Latina en Movimiento
2002-05-29

Con el triunfo de Álvaro Uribe en Colombia se ratifica que la transición a
la democracia en América Latina ha servido para que la derecha avance y,
junto con ésta, el poderío de Estados Unidos en la región. La izquierda, en
todos sus matices (desde la guerrillera hasta la de tipo socialdemócrata y
populista), es la gran perdedora de esta transición. Ya no hay siquiera
disimulo. Se trata de una derecha pro-estadunidense sin hipocresías,
descarnada, directa, indigna y desnacionalizada desde el Río Bravo hasta la
Patagonia. La excepción en el continente es el ex monaguillo Chávez,
presidente populista al que ya se le dio un susto para que ablandara su
discurso y moderara sus políticas antimperialistas. Fuera del continente,
como una auténtica isla (en varios sentidos), queda Cuba, cuyo presidente
todavía resiste a la avasalladora política hemisférica de Estados Unidos.


La era de las dictaduras y de los regímenes autoritarios como el mexicano ya
terminó, dejó de ser útil a los intereses de Washington. Primero fueron
sustituidos por regímenes de democracia restringida, de acuerdo con los
proyectos de la Comisión Trilateral. Para esa fase fueron útiles los
gobiernos de tipo socialdemócrata, pero resultaron tan ineptos y corruptos
que la derecha tomó la estafeta, con el beneplácito de las clases medias
latinoamericanas preocupadas por su capacidad de compra (en medio de enormes
espirales inflacionarias) y por la persistencia de movimientos campesinos
armados. De la democracia restringida se pasó a la democracia electoral sin
límites y, con ésta, a las garantías de libertad en todos los órdenes,
comenzando por el económico. Junto con el modelo democrático se dio la
liberalización económica, como dos condiciones atadas y, gracias a los
endeudamientos externos necesarios para las políticas sociales demagógicas
de los regímenes socialdemócratas y similares del anterior periodo, el Fondo
Monetario Internacional se convirtió en el hado sin el cual los gobernantes
latinoamericanos se sienten incapaces de gobernar ("o cumplimos con las
exigencias del FMI o me voy": dijo recientemente Duhalde, presidente de
Argentina).


¿Por qué la derecha está avanzando electoralmente? En primer lugar, y aunque
parezca perogrullada, porque la izquierda ha desaparecido o no se encuentra
a sí misma ni parándose frente a un espejo. En segundo lugar, porque amplios
sectores de la población, especialmente los jóvenes, perdieron confianza en
la política y en los políticos y no se han percatado que, con su abstención,
le abonan el terreno a las fuerzas más conservadoras. En tercer término,
porque los partidos tradicionales, de derecha y de izquierda, han caído en
el desprestigio por no haber logrado resolver problemas que los grupos
conservadores (también dueños o víctimas de la televisión y la radio) han
considerado inadmisibles; de aquí que no han sido partidos los que han
triunfado en México, Venezuela, Perú, Colombia, Chile y otros muchos países,
sino personas que han sabido capitalizar, con partidos al vapor o
arrastrando a sus partidos (solos o en coalición), los deseos de cambio de
quienes sí votan, crean o no en la política. Y, finalmente, porque los
sectores conservadores que todavía acuden a las urnas son, por lo mismo
(otra perogrullada), de derecha y, obviamente, no votarían por quien no les
garantice orden y seguridad, algo de honestidad, estabilidad económica y,
por qué no, una buena relación con Estados Unidos que, guste o no, es la
potencia económica de la que dependen las economías del hemisferio y más
ahora con la globalización económica que --se dice-- es irreversible.


La trampa de la transición a la democracia ha sido que ésta sólo se ha
entendido en términos electorales y como garantía de todas las libertades.
Si se garantizan todas las libertades no pueden restringirse -se argumenta--
las libertades económicas basadas en la libre empresa. Si la democracia es
libertad de elección y que los votos legitimen al gobernante, no importa
entonces el número de votos, sino el mayor porcentaje de los que votaron a
favor de un candidato. Todo lo demás sale sobrando, y lo grave es que muchos
(todavía) se lo creen. ¿Qué tipo de crisis, y de qué profundidad, será
necesaria para que esa gente que vota por la derecha reaccione y se dé
cuenta de que "otro mundo es posible" aunque todavía no esté definido? ¿Qué
alternativa podría proponerse a la crisis de la política, de los partidos y
de la llamada representación popular? Mientras encontramos respuestas, la
derecha sigue avanzando.


Nello

change the world before the world changes you because  another world is
possible

www.peacelink.it/tematiche/latina/latina.htm