Argentina: il governo nel caos



Un plan se cayó, y dos se hundieron antes de zarpar Remes esperaba que el
Fondo le dijese qué hacer, y en esa espera se le fue el cargo. Ayer, otros
dos planes revolotearon un rato antes de fenecer.
Por Julio Nudler http://www.pagina12.com.ar/
 Con Jorge Remes se hundió la humillante estrategia de preguntarle al Fondo
Monetario qué hacer, intentar implementarlo en el país, recibir misiones que
juzguen si lo hecho es suficiente y luego viajar a Washington para averiguar
cuándo se firma y recibe el dinero. Al no recibirse el auxilio, el Gobierno
aplicó como pudo el programa del FMI, pero sin la plata del organismo, que
es como vivir en el peor de los mundos. Entre la acción desestabilizadora de
los jueces y la incapacidad absoluta de Eduardo Duhalde de generar alguna
ilusión colectiva, el país quedó colgando sobre el barranco. Cobró así
impulso la idea de invertir la secuencia: primero conseguir una relativa
estabilidad de corto plazo, con determinación del dólar y cierre fiscal, y
luego invitar al Fondo a respaldar con un acuerdo el precario equilibrio
logrado.

La clave de esta estrategia inversa a la de Remes, y que de algún modo
quedaba identificada con la figura de Alieto Guadagni, radica en cambiar la
"propiedad" de las reservas del Banco Central: en vez de que pertenezcan de
hecho al FMI, con lo cual se las atesora para eventualmente pagarles con
ellas a los acreedores, pasarían a constituir una herramienta central de la
política económica, permitiendo la fijación del tipo de cambio y su defensa
en el mercado. Si el Fondo impuso la flotación, y Remes se sometió a ella,
esperando el premio que no llegó, la alternativa es anclar la paridad para
asegurar el principal objetivo de la hora: evitar la hiperinflación.

Pero este provisorio "vivir con lo nuestro" exige un dólar suficientemente
alto como para que a los tenedores de pesos les cueste mucho devorarse las
reservas del BCRA. Ese dólar caro, en principio no inferior a 3 pesos, es la
llave del cierre fiscal. Primero, por lo mucho que permite recaudar
(teóricamente) vía retenciones, incluso subiendo las más bajas. Segundo,
porque implica una fuerte dosis de inflación en pesos, no menor a un 60 por
ciento en el año, que aumentará nominalmente la recaudación de diversos
impuestos. Ya se verá en cuánto habrá que flexibilizar el gasto público ante
la licuación de sueldos estatales y jubilaciones. Pero toda dosis adicional
de inflación ayudará a llenar la caja, sobre todo si se atenúa la depresión.

Condición para este esquema es terminar con la succión de plazos fijos vía
amparos. Si sigue, se caen los bancos o, para evitarlo, se admite que la
emisión monetaria quede determinada por los jueces. El Banco Central se muda
de Reconquista a Talcahuano. Esto es incompatible con la fijación del tipo
de cambio, elemento ordenador de todo el sistema. Por supuesto, un tema
sometido a discusión es qué hacer con los depósitos en principio
"transaccionales" del corralito; es decir, cuentas corrientes y de ahorro,
por una suma que ronda entre 25 y 30 mil millones de pesos.

No faltan quienes, como Javier González Fraga, preferirían "sincerar"
rápidamente la situación, desmantelando ese corralito, en nombre de la
necesidad de combatir con medios de pago la recesión, luego -eso sí- de
haber canjeado compulsivamente los plazos fijos por Bonex. En ese planteo,
el BCRA actúa para evitar la caída de los bancos que considera viables (los
demás deben desaparecer o fusionarse), dándoles dinero (redescuentos) para
que lo entreguen por ventanilla.

Cualquiera sospecharía que éste es un pasaporte a la híper, pero sus
impulsores la imaginan evitable al precio de vender miles de millones de
dólares de las reservas, reabsorbiendo así pesos, y mediante el arbitrio de
colocar letras muy atractivas, que compitan como opción con el dólar. El
costo, obviamente, debería afrontarlo el Estado. Esta fórmula se basa, como
se ha basado hasta ahora la política del dimitido Remes Lenicov, en una
violenta caída del salario real, convalidada por la tenebrosa situación del
mercado laboral. La idea, en este caso, es que el Estado no reajuste sueldos
ni jubilaciones, cualquiera sea el nivel que alcance lainflación. Además de
despiadado, este propósito es irreal. En algún momento, ni siquiera el
desempleo frena la presión salarial.

En cualquier alternativa, quedaría por definir qué se hace con el superávit
primario que puede alcanzar el Tesoro Nacional gracias a las retenciones, la
inflación y los sueldos licuados. La propuesta "de izquierda" es utilizar
ese excedente para inyectar poder de compra en las franjas más sumergidas de
la sociedad. La "de derecha" es acumularlo para el día en que se reanuden
los pagos de la deuda, o incluso utilizarlo para iniciar sin demora algunas
remesas simbólicas, mientras se comienza la negociación con los acreedores,
incluidos los organismos multilaterales.

La realidad es que ayer, en el curso de unas pocas horas, se cayeron las
postulaciones de Guadagni y González Fraga como sucesores de Remes. Fue así
una jornada con tres ministros de Economía: uno saliente, y dos entrantes
que no traspusieron el umbral. Como saldo queda el desconcierto de estar
barajando la posibilidad de programas diferentes, y hasta antitéticos en
cuanto a su actitud frente a la híper, bajo el mentón de un mismo Eduardo
Duhalde, quien no parece abarcar política ni intelectualmente el problema
que la crisis descargó en sus manos.


Nello

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possible

www.peacelink.it/tematiche/latina/latina.htm