Argentina: Ultima botella al mar de una triste patria



Alejandro Montenegro

Hermanos del mundo, esta es una carta de los argentinos -

Quizá nos hayan visto alguna vez por sus aldeas o por sus puertos.

Somos aquellos coquetos engreídos que disimulaban su renguera
haciéndose los presumidos, haciéndose los románticos, fanfarroneando a
pura buena voluntad o diciendo piropos.

Somos como nuestro tango. Así de buenos, así de malos.

Hermanos de otros países, mandamos esta carta para despedirnos del
mundo.

Nos han botado de él. Claro, claro. Dirán ustedes: "Otra vez los
argentinos endilgándole la culpa a otros". Algo de razón tienen;
siempre todos tenemos algo de razón, incluso los argentinos.

Pero esta vez es bastante distinto. Hubo gentes de otras partes
abriéndonos las venas, internacionales fondos, mundiales bancos,
migratorios capitalistas...y sobre todo gente nacida en este sur.

Algunos aun figuran en las tapas de las revistas del jet set; son
aquellos retratados junto a poderosos presidentes (el mentón altivo,
la mirada un poco furtiva, los bolsillos henchidos).

Delincuentes comunes, estafadores o genocidas a los ojos del mundo,
que aquí en el último sur decían llamarse políticos. Y muchos de
nosotros aceptábamos llamarles así.
En Argentina simular concienzudamente ante una cámara de televisión el
tiempo suficiente solía alcanzar para encarnar como verdad la patraña
más grotesca.

Créannos, era así.

Pero los que mandamos esta carta somos los otros, los que no nos
robamos entre sí, ni a ustedes, ni a nadie.

Somos los que intentamos la dignidad de vivir día a día en nuestras
casas, con la mujer amada, con el hombre amado.
Tal vez no nos hayan visto nunca.
Probablemente no nos verán jamás por sus aldeas y sus puertos.

Porque esta carta es para despedirnos, sin habernos conocido.

Sin embargo, para darles una semblanza, digamos que somos idénticos a
ustedes.

Nacimos de hombre y mujer amándose, tenemos apellidos parecidos,
sajones, gallegos, napolitanos, judíos, polacos o japoneses.

Cuando acariciamos nuestras raíces tocamos la calle de Alcalá, el agua
antigua de un canal veneciano, los metales de Silesia o de Cracovia y
una porción de torta negra galesa.

Esta carta va para todos ustedes y tiene un apartado especial para
aquellos hermanos extranjeros que tienen alguna cuenta en bancos
internacionales. Boston, City, Bilbao-Vizcaya, Santander, Banca
Nazionale del Lavoro, HSBC, ScotianBank y otros.

Quédense tranquilos; no vamos a pedirles dinero.

Eso lo hacían otros argentinos. Nosotros no.
Si recordarles que estos bancos también están en su pais y en ningun
momento intentaron limpiar su nombre.

También queremos recordarles que cuando esos bancos publiquen en sus
ciudades carteles satinados a todo color tentándolos con obsequios
deslumbrantes, como tasas de interés, viajes, cuentas especiales,
vídeo-grabadoras, seguros de retiro, complacientes financiaciones para
recorrer el globo terrestre, relojes y lapiceras que honren vuestra
confianza puesta en ellos, juguetes para vuestros niños, o
sencillamente ofertando sonrisas destellantes de prolijísimos
gerentes...sepan con qué se ha pagado buena parte de esos beneficios ,
y que ustedes no estan exentos de lo mismo.

Sépanlo aunque, por supuesto, no sea culpa vuestra.

Los remitentes de esta carta han sido despojados de su dignidad como
seres humanos para gloria de las finanzas internacionales. Para dicha
gloria fue necesario que nuestro país careciera de industria.

Así perdimos nuestros empleos. Para dicha gloria hacía falta
descuartizar el concepto de Estado y de pueblo libre.

Así perdimos las escuelas y las universidades. Por dicha gloria se nos
mueren en nuestra tierra 12.500 niños anualmente por enfermedades que
ustedes curarían sin siquiera sufrir inquietud (¡Dios les
bendigasiempre con esta misericordiosa gloria!).

Cada beneficio que estos bancos les otorguen estará sustentando en
ladrillos de muerte y miseria de nuestro pueblo.

Por esta razón, además, nuestra carta es de despedida. Podrían
firmarla al pie otros muchos hermanos de Paraguay, Bolivia, Nicaragua,
Ecuador, Nigeria, Tailandia, Costa de Marfil. Podrían firmarla los
esclavos negros hacinados en bodegas llenas de ratas que cruzaron el
Atlántico dos siglos atrás.

Y nuestros incas y nuestros aztecas y nuestros Pampas y nuestros
Guaraníes y nuestros Mayas, que asesinados y saqueados originaron los
barcos repletos del oro, que  en el devenir de los tiempos dieron
origen a la banca que hoy nos saquea y asesina.

Hermanos del mundo, por favor, no queremos sonarles "lejanos" o
extraños.

Somos ustedes, lo fuimos hasta ayer: leíamos a Camus, llorábamos con
Vittorio De Sica, cantábamos con Nirvana y comíamos los mismos
espaguetis (aunque los escribiéramos distinto). Descorchamos nuestro
vino de la pre-cordillera para festejar la caída del Muro, extendimos
nuestra cuchara llena de cereal cuando el hambre nublaba la vida de
vuestros abuelos,  nos dejamos llevar por Lola Flores, Brassens, Paul
Eluard, Luigi Tenco o Pavarotti. Escuchamos El Silencio con Bergman,
hicimos nuestros los estribillos de la Guerra Civil Española y nos
preguntábamos con ustedes "¿Qué culpa tiene el tomate que está solito
en la huerta?".
Amamos a andaluzas o romanas. Y ellas nos amaron. Redescubrimos la
Bondad Humana con Kurosawa y garrapateamos en nuestros muros las
consignas de un lejano mayo de París.  Hoy no tenemos presente. Mañana
no tendremos futuro.

No habrá aquí trabajo ni se sabrá leer.

Cualquier bacteria nos matará.

Pronto vendrá la guerra por un pan que no encontramos, aun derrotado
nuestro enemigo - que no será otro que el vecino. Hemos sido
expulsados de aquel poema vuestro,

La Declaración de los Derechos del Hombre. ¿Alcanzará con decir "
Ustedes votaron a esos criminales para que los gobernaran  e iniciaran
el saqueo"?

Detrás de cada político siempre estuvo el mismo poder. Sépanlo. La
otra opción era una casta militar fascista.

No supimos o no pudimos hacer nada, porque esos mismos poderes
asesinaron sumariamente a 30.000 mujeres y hombres que abrigaban un
sueño.

Cuando convino usufructuar de nosotros, lo hicieron. Hoy, en el nuevo
siglo ya no servimos para nada ni para nadie. O tal vez sí. Servimos
para nuestros hijos.

Pero ello no será razón suficiente: nuestros hijos no sirven para
nada.

Teníamos vuestros mismos ideales, sudamos como sudan allá, hacemos el
amor como ustedes lo hacen. Nos alimentaría lo mismo que los alimenta
a ustedes y nos matan las mismas cosas.

Y sin embargo somos menos humanos. Dicen que por razones
político-económicas.

Las razones del dinero son primero, aquí en el último sur, que la
dignidad humana.

No les reclamamos nada, hermanos. No queremos dar lástima.

Sí queremos decir nuestras últimas palabras. Mientras podamos.

No fuimos tan perversos ni tan tontos. O dicho de otro modo, sí fuimos
tontos, no fuímos perversos.

No éramos mejores que ustedes. Pero tampoco el deshecho orgánico del
liberalismo a ultranza que ahora somos. Mientras los seres humanos
tengan bajo el sol el visto bueno de Dios, ustedes y nosotros,
merecemos otra oportunidad.

Si un humano la merece, todos la merecen. Lucharemos hasta el final
por esto.

Y de sucumbir lo haremos tan dignamente como lo harían ustedes.

Porque somos sus iguales ante el reino de la vida. No nos olviden.
Semejante olvido dañaría vuestras almas.

Y es necesario que queden hermanos vivos que defiendan la justicia en
el mundo que sigue.

Nello

change the world before the world changes you

www.peacelink.it/tematiche/latina/latina.htm