Galeano: Argentina, víctima "obediente"



(La Jornada)
''La lección para el mundo es no comprar el discurso del FMI, que conduce al
exterminio''

JAIME AVILES ENVIADO

Montevideo, 22 de enero. Desde la banda oriental del río de La Plata, a 40
kilómetros de Buenos Aires, lleno de una tristeza que no pretende ocultar
pero que lo nutre de hallazgos y revelaciones en el terreno del lenguaje,
Eduardo Galeano observa la crisis terminal de Argentina, un país, dice,
"víctima de la doctrina universal que aceptó, cumpliendo con todo lo que le
mandaron" y al que "ahora, encima, castigan por obediente".

En la Casa de los Pájaros, donde vive con Elena Vilagra en el barrio Malvín,
caminando con su perro Morgan por las breves colinas que bajan a la playa,
cenando con sus amigos en un restaurante italiano, en cuyos muros aparece
retratado junto a Antonio Skármeta, Joan Manuel Serrat o José Saramago,
charlando, en fin, con La Jornada hasta altas horas de la noche en el sótano
de un antiguo molino habilitado como bar, el escritor uruguayo reflexiona en
voz alta, con palabras lentas, que a veces alarga para subrayar su
importancia dentro de la frase.

-Argentina hizo todo lo que le ordenó el FMI y está destruida. ¿Cuál es la
lección para México?

-No es sólo una lección para México, sino para el mundo, pero en general yo
diría que no se crean el cuento: hay que tener un poco más de cuidado; los
discursos del poder no expresan, ocultan, disfrazan. La lección es que no
hay que seguir comprando ese discurso que conduce al exterminio, no sólo de
las economías nacionales, sino que además tiene horrorosas consecuencias y
no sólo económicas. Un discurso que no se traduce sólo en un empobrecimiento
masivo y en una concentración ofensiva de la riqueza, en la bofetada, el
cotidiano insulto, que es la ostentación del poder de unos poquitos en medio
del desamparo de tantos...

-¿Cuáles son las consecuencias no económicas?

-Primero, el desprestigio de la democracia. Ahora se la identifica con la
corrupción, con la ineficiencia, con la injusticia, que es lo peor que
podría pasarle a la democracia. Al fin y al cabo, democracia significa
"poder del pueblo" y hasta qué extremos ha sido humillada esta palabra, que
ha terminado por convertirse en antónimo de justicia. Mucha, muchísima gente
cada vez más lo siente así, sobre todo entre los jóvenes. La democracia es
una cueva de ladrones que no sirve para nada y que no hace más que lastimar
a los pobres.

''Esta es la visión de la democracia que está teniendo una inmensa cantidad
de gente, por lo menos en los países latinoamericanos, y ésta es la
consecuencia cultural más grave, porque hay una cultura democrática que hace
posible que el ejercicio de la democracia sea algo más que un juego de
sombras chinas en la pared''.

-Un caldo de cultivo para el fascismo...

-Otro daño tremendo son las grandes lastimaduras que ha sufrido todos estos
años la cultura de la solidaridad. Los lazos solidarios sociales tienen
expresiones culturales nacidas del vínculo con los otros. En un sistema que
predica el egoísmo y lo practica, la cultura de la solidaridad está siendo
muy mal herida. Hoy por hoy la cultura que predomina es la del sálvese quien
pueda y cada quien a lo suyo, y el que caiga que se joda. Y eso también me
duele muchísimo. Te cuento cosas que me duelen de la realidad cultural
actual y que se traducen en un cambio de lenguaje: hay una jodida
actualización del diccionario.

Le pregunto por la melancolía que prevalece en países como Argentina y
Uruguay, formados básicamente por inmigrantes nostálgicos de Europa.

-Sí -acepta-, estos son países que tienen una población de inmigrantes en su
abrumadora mayoría, y allí es interesante anotar que eso está en el fondo de
una perplejidad universal ante la magnitud de una crisis como la que está
sufriendo Argentina, que es una verdadera tragedia. Perplejidad universal
porque no se entiende cómo es posible que ocurra esto en un país blanco,
bien nutrido, sin problemas de explosión demográfica, pero el hecho en sí
cuestiona las teorías de antropólogos, sociólogos, politólogos y otros
ólogos que identifican, por ejemplo, subdesarrollo y pobreza con explosiones
sociales, cosas, nos dicen, que suceden en las regiones oscuras del planeta,
las regiones condenadas de antemano a padecer la pobreza por su color de
piel debido a mestizajes que no dieron buenos frutos. Pero contra esas
interpretaciones racistas de la desdicha humana se producen episodios como
este de la Argentina y no se explican cómo pudo ocurrir.

-Pero Argentina tiene todo -le recuerdo-, agua, petróleo, trigo, carne, un
territorio gigantesco y vacío. Algunos sectores de izquierda piensan que
podría salvarse sola.

Galeano descarta la idea.

-Eso es impracticable. Solo no se salva nadie. La única salida para los
países latinoamericanos para no perderlo todo o recuperar parte de lo que se
ha perdido es que seamos capaces de unirnos. En América Latina los
presidentes se reúnen pero no se unen; hacen esas cumbres, intercambian
discursos, posan para la foto, pero no son capaces de unirse para hacer
frente juntos a la banquería internacional que nos gobierna, a la usura de
la deuda externa que nos está estrangulando, al derrumbe de los precios de
todo lo que vendemos. Si los presidentes se unieran quizá se podría hacer
algo para no asistir con fatalismo a esta suerte de imposición universal de
la desdicha como destino al que pretenden condenarnos. Pero allí tienes otro
aporte al nuevo diccionario.

-¿Cuál?

-El nuevo nombre de la dictadura financiera es comunidad internacional;
cualquier cosa que hagas para defender lo poco que te queda de soberanía es
un atentado contra la comunidad internacional, no un acto de legítima
defensa contra la usura que practica la banquería que gobierna el mundo y a
la cual cuanto más le pagás más le debés. Por eso, en un país como Argentina
está desmantelado todo, la economía, el estado, la identidad colectiva de la
gente que ya no sabe quién es, para qué es, de dónde viene o a dónde va. Hay
un vaciamiento espiritual que simétricamente corresponde al vaciamiento
material de un país saqueado hasta las telarañas.

Nello

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