Argentina: il sistema politico ha paura - intervista a Luis Zamora



El sistema político tiene miedo
Hay una salida para la crisis argentina, una salida dura y de confrontación

Entrevista a Luis Zamora
14 de enero

Luis Zamora fue elegido diputado por Autodeterminación y Libertad casi sin
esperarlo. Su elección formó parte del voto bronca, de un clima que se fue
gestando en la sociedad y que culminó con los cacerolazos de los que, de
alguna manera también es una expresión. "Lo más importante que estuvo
pasando el año pasado -señala- fue un cambio profundo en la forma de pensar
de la gente". Y agrega que de ese cuestionamiento han surgido "formas y
propuestas de democracia directa que antes eran impensables y están en
debate medidas que cuestionan el capitalismo". Sin expectativas en los
partidos tradicionales, de izquierda, centro o derecha, expresa su esperanza
de que un nuevo proyecto de país surja de ese debate.

-¿Acuerda con el análisis que se hace de los últimos cacerolazos como un
problema de la clase media con los fondos que quedaron atrapados en el
corralito?

-A mí me parece que es un fenómeno más abarcador, un proceso donde ese tema
funcionó más como detonante en sectores de clase media de la Capital y de
otras ciudades. Pero teniendo en cuenta también la participación de
asalariados y de jóvenes, y de jóvenes más bien empobrecidos, desocupados.
Son pibes acostumbrados a enfrentar a la policía en los festivales
ricoteros, o en los partidos de fútbol. Por eso fue tan difícil a la policía
hacerlos retroceder. Pero también fue llamativo que junto a ellos hubiera
gente de saco y corbata tirando cascotes. El jueves 20. El día 19 fue masivo
de la clase media, en forma pacífica, muy espontánea... Yo no conozco otro
ejemplo en el mundo. Sin referentes, sin organización, sin líderes... En el
17 de octubre Perón estaba preso, pero era un líder, había organización,
estaba Evita... Acá no hubo nada, nada. Esto no tuvo nada de eso. La verdad
es que ya se venía en los días previos con asaltos a los supermercados en el
interior con brutal represión. Eso golpeó mucho en la clase media que siguió
con atención por la televisión cómo le pegaban a los que iban a los
supermercados, la represión a trabajadores en Córdoba. Era evidente que se
estaba creando un clima, en una situación generalizada por el corralito y
las filas de los bancos.

-¿Estos hechos concretos que funcionaron como detonante de la crisis
generaron cambios en la forma de pensar de la gente?

-En mi caso lo vi cuando empezó lo de Aerolíneas, en mayo. Seguramente venía
de antes, pero no lo percibí. Empecé a ver la simpatía que tenía la lucha
por Aerolíneas en la población, que empezó a comparar el proceso de
privatización y destrucción de Aerolíneas con la destrucción de Argentina y
la pérdida de la fuente de trabajo de cada uno. En esos meses pasaron muchas
cosas. Algunas corrientes de izquierda pensaban que el fenómeno más
importante y trascendental eran los piqueteros. Por supuesto me parecía
interesante, propio de un país con tantos excluidos. Pero para mí ese
fenómeno estaba muy localizado. Lo más importante estaba pasando en la
cabeza de millones y millones que no hacían acciones pero estaban repensando
todo, el plan económico, el modelo, las medidas, qué habían hecho con el
país, qué habían hecho con su voto, las instituciones, los dirigentes
políticos.

-Un síntoma en ese proceso de cambios en la cabeza de la gente han sido los
cacerolazos para echar a la Corte...

-La gente no le fue a pedir al Congreso que le haga juicio político a
Fernando de la Rúa. Fueron a la Plaza y lo echaron. La Corte, en todo el
mundo, nunca es objetivo de repudio o de reclamos para que se vayan. Que se
los responsabilice por la crisis del país, como en este caso, fue porque
hubo una memoria acumulada de la Corte menemista. La libertad de Carlos
Menem fue como un colofón. Fue trabajada por De la Rúa, por Raúl Alfonsín,
el voto de Belluscio... La Corte le sacó la causa a un juez para privatizar
Aerolíneas y produjo despidos, la Corte avaló las privatizaciones, decenas
de miles de despidos, aumentos de tarifas,rebajas salariales. La Corte se
desnudó como cómplice político del plan que destruyó a la Argentina. Se vio
muy claro. El cuestionamiento a la Corte es un síntoma de lo que está
pasando en la cabeza de la gente, porque de la misma manera surge de la
población el tema de la deuda, la nacionalización de la banca, la
renacionalización de las AFJP.

-¿Esa reflexión instalada en la gente implica que se termina una cultura
política? ¿hacia dónde piensa que se dirige ese proceso?

-El sistema político tiene miedo y eso los obliga a pensar en cómo maquillan
las cosas. Hablan de que suspendieron los pagos de la deuda, pero están
pagando o discuten cómo acumulan dólares para pagar. Adolfo Rodríguez Saá
pagó 400 millones de dólares en medio de los tres días en los que dice que
suspendió el pago de la deuda. El punto fundamental que incluyó Duhalde en
la ley de reforma cambiaria, es que todas las modificaciones tienen que ser
compatibles con la reestructuración de la deuda pública. En realidad está
diciendo que todo va a ser supeditado al FMI. En los cacerolazos, la gente
gritaba que se vayan todos. Era una expresión. Esos todos se juntaron para
ver cómo se quedaban, radicales y justicialistas. Entonces no van a cambiar,
seguirá la confrontación, el déficit cero, el ajuste. Pero esto tiene una
fuerza muy grande. La gente discute medidas anticapitalistas o que si se
toman significan una confrontación con Estados Unidos y el FMI, y así se
abre la posibilidad de que surja un proyecto político de país. Se está
cuestionando la cultura que nos penetró, la que nos dijo que esto era el
único camino. El capitalismo está en discusión sin que haya un proyecto
alternativo. Esta es quizás la mayor debilidad y al mismo tiempo lo más
apasionante, la posibilidad de que lo construyan los pueblos sin que vengan
de arriba con los planos hechos.

-¿Esta discusión se escucha en el ámbito político, además de los militantes
de izquierda?

-En la Asamblea Legislativa Leopoldo Moreau dijo que iban a escuchar
críticas a este acuerdo con los justicialistas para apoyar a Eduardo
Duhalde, pero que provendrían de sectores minoritarios que no tienen ni
tendrán responsabilidades de poder. Le contesté que no veía al radicalismo
con más posibilidades de acceder al poder hoy en día que lo que tienen
nuestras ideas de ser tomadas por la población y puse como ejemplo la deuda
externa, para discutirlas no para concretarlas. En la izquierda también
tengo dudas de que se vea así. Con los partidos no sintonizamos mucho.
Siguen los viejos esquemas. Algunos dicen que la población está por tomar el
poder, pero que le falta una dirección de izquierda. No lo creo. Otras
organizaciones no comparten la riqueza que tiene este movimiento. Van a un
encuentro vecinal y en vez de aportar al debate como otro más y respetar ese
ámbito democrático, tratan de ver como ganan dos militantes. Nosotros
estamos por otro camino. Nos sentimos sintonizando con esto que sucede, que
es muy rico y al mismo tiempo muy duro.

-¿Usted ve alguna salida a esta crisis?

-Hay una salida, una salida dura, drástica, de confrontación, pero
confrontaciones tenemos todos los días ahora y estamos cada vez peor. Las
cosas no pueden cambiar si no se confronta. Por ejemplo, los análisis que
hacen el ARI, la CTA o el Polo Social y algunos partidos de izquierda, que
no dan este marco. Ignoran el mundo en que vivimos. En un mundo con
depresión y con una política además guerrerista por parte de los Estados
Unidos, es iluso creer que se pueden tomar medidas sin plantear la
confrontación con esta realidad mundial e interna. Rebelarse y pelear da
dignidad. Cuando uno pelea por lo suyo se pueden conseguir las cosas más a
largo plazo, pero se recupera la dignidad que nos sacaron como país, como
personas. En estos procesos, la gente le quitó ese poder delegativo a los
políticos, se involucró, hubo una solidaridad muy fuerte con los problemas
colectivos. Tiene que haber formas de revocación del mandato sin que haya
treinta muertos, la gente da un mandato al político y el político
terminamandando a la gente, hay que cambiar eso. Todo esto puede parir
instituciones nuevas para que gobierne el pueblo, no una elite.

-¿Por qué piensa que fue tan duro el discurso de Humberto Roggero en la
Asamblea?

-El enojo de Roggero conmigo fue la indignación de un dirigente que no puede
caminar en una manifestación sin ser escupido, con otro dirigente que, más
allá de que mis ideas no sean compartidas, me respetan como a uno más, en la
Plaza de Mayo o en Congreso durante los cacerolazos. Está en crisis ese
sistema político y la gente propone cosas nuevas como mandatos cortos, de un
año o dos y que el funcionario vuelva a trabajar, que esté varios años sin
que vuelva a tener un cargo, que tenga un sueldo igual al promedio de lo que
pueda ganar la población, que su mandato sea revocable. Que la política la
haga la población y que el funcionario la gestione, la política no la hace
el funcionario sino la gente.

Nello

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