Lettera di Dom Pedro Casaldaliga dal Brasile



Allego la circolare annuale di Dom Pedro Casaldaliga,
vescovo profeta dell'amazzonia brasiliana. Per il
testo integrale entrate nel sito: www.alainet.org

saluti latinoamericani
cristiano morsolin da lima

Oggetto: [Alai-amlatina] Casaldaliga: El mundo vuelve
a empezar 
Data: Thu, 3 Jan 2002 11:42:09 -0500 

* * * Servicio Informativo "alai-amlatina" * * *
«El mundo vuelve a empezar»
Carta circular de 2002

Pedro Casaldáliga

Los comentarios –cautelosos o apocalípticos o
clarividentes- acerca 
de 
la coyuntura proliferan, estos días, en los medios de
comunicación.  
No voy a repetir “lo obvio aullante”.  El problema
está en saber leer 
la coyuntura a la luz de los signos de los tiempos,
descubriendo 
causas, intereses, “efectos colaterales”, juegos de
vida o muerte 
para 
la familia humana.

Los terrorismos, en plural

Creo, sin embargo, que a toda la Humanidad, y
concretamente a la 
Iglesia, nos toca tomar nota de urgencia y asumir, 
corresponsablemente, los desafíos de esta hora.

Ha empezado un nuevo milenio, un tiempo nuevo, que
llaman “un cambio 
de época”.  No tanto, precisamente, por las torres
gemelas del 11 de 
septiembre; que hay muchos otros días, muchas torres,
y muchos 
terrorismos, antes y después de ese 11 de septiembre. 
Cuatro 
terrorismos, sin duda, hay que destacar para entender
y juzgar 
correctamente los actos terroristas y las guerras de
terror, los 
terrorismos enloquecidos y las sistemáticas guerras
imperiales.  Hay 
un terrorismo individual, cometido por cualquier
asaltante en 
cualquier esquina o vereda; otro terrorismo, grupal,
perpetrado por 
cualquier facción; el terrorismo de Estado, que es a
veces del Estado 
propio de cada país o de los prepotentes Estados
imperialistas y 
colonizadores, sobre todo del más terrorista de todos
ellos, a lo 
largo de los dos últimos siglos; y el terrorismo del
Sistema, hoy de 
capitalismo neoliberal, que es el terror económico y
social para la 
mayor parte de la Humanidad, sometida al hambre, a la
marginación y 
al 
desespero.

Los desafíos de esta hora

Tres desafíos, concretamente, debe asumir con osadía
profética y 
libertad evangélica la Iglesia de Jesús, para ser
creíble y 
evangelizadora hoy: 

* la descentralización mundializada
* la participación corresponsable
* el diálogo solidario.  

La mundialización, por gracia de Dios y por el humano
proceso de la 
historia, es “inevitable”.  Y esa mundialización exige
el 
reconocimiento de los varios mundos como pueblos,
culturas, 
religiones, dentro de un solo mundo humano; sin
primero, sin tercero, 
sin cuarto.  Ese reconocimiento reclama, para que sea
real y no 
apenas 
escrito, la descentralización de las instancias de
planificación y de 
decisión.  Lo cual les debe ser exigido tanto a la ONU
y demás 
organismos mundiales como a la Santa Sede y a las
curias 
eclesiásticas.  Solamente esta descentralización hará
posible la 
participación corresponsable y efectiva de los varios
pueblos y 
estamentos.  Quien concretamente pide sólo la
democratización de la 
Iglesia, está pidiendo muy poco.  A la Iglesia hay que
pedirle, y en 
la Iglesia debemos dar, más que democracia: vida
fraterno-sororal, 
cogestión adulta, ministerialidad plural, libertad
evangélica.

El muy probado teólogo Juan Antonio Estrada declara
lúcidamente: «Hoy 
el catolicismo está lastrado con una
institucionalización que ya no 
corresponde ni a las necesidades actuales, ni a las
exigencias 
ecuménicas, ni a la sensibilidad de los fieles. 
Tampoco cuenta con 
el 
consenso global de la teología, ya que cada vez
abundan más las 
corrientes y escuelas que impugnan el modelo vigente y
proponen 
cambios desde un conocimiento renovado de la Escritura
y de la 
Tradición».

A propósito de la participación adulta en la Iglesia,
se acaba de 
celebrar el Sínodo dedicado al ministerio episcopal. 
Un sínodo que 
se 
suponía coronación de todo un serial de sínodos por
temas y hasta por 
continentes.  La verdad es que este último sínodo ha
confirmado la 
decepción que el instrumento-sínodo viene provocando
prácticamente 
desde su aplicación, por no ser deliberativo y
decisorio.  Me permito 
contestar fraternalmente la satisfacción que el
cardenal Joseph 
Ratzinger manifestaba sobre el curso de los debates,
en este último 
sínodo: “Se podía temer –dice el purpurado alemán- que
el sínodo se 
bloquease en torno a las relaciones entre la curia
romana y los 
obispos, sobre los poderes de la asamblea sinodal o la
estructura de 
las conferencias continentales y nacionales,
estrangulando de este 
modo la vida de la Iglesia”.  Lo que estrangula la
vida de la Iglesia 
es, precisamente, señor cardenal, la falta de revisión
a fondo de las 
relaciones entre la curia romana y los obispos, el
modo de elección 
de 
los mismos, la restringida ministerialidad, la
inculturación no 
efectuada, la problemática entera de la colegialidad y
la 
corresponsabilidad.  El que hayan sido tan pacíficas y
concordes las 
sesiones sinodales podría deberse a la sistemática
negativa de 
espacio 
oficial y a la omisión resignada de los participantes.
 Más para un 
“nostra culpa” que para un “Te Deum” de acción de
gracias.

Afortunadamente, el Espíritu y la Iglesia continúan
caminando; y las 
bases se mueven.  La conciencia y la práctica de que
“somos Iglesia” 
no es apenas un movimiento, es una “movimentación” a
lo largo y ancho 
de toda la Iglesia de Jesús, que son las varias
iglesias que profesan 
su nombre y anuncian su Reino.  Nunca como hoy, en la
práctica, y a 
veces forzando barreras, diferentes sectores de la
Iglesia, y 
concretamente el laicado –masculino y femenino-, han
sido tan libres 
y 
creativos, tan adultos y corresponsables en la lectura
bíblica, en el 
pensamiento teológico, en la liturgia, en los
ministerios, en las 
pastorales, en la acción social...

Están creciendo, en el mundo, un clamor y ya una
acción en torno a un 
verdadero proceso conciliar.  Que continúe y actualice
y amplíe el 
Vaticano II; que responda a las grandes urgencias
eclesiales y a las 
grandes expectativas de la Humanidad, hija de Dios.

Esa movilización de las bases se da también, en mayor
escala, dentro 
de la Sociedad como un todo.  Ya van siendo cada vez
más los 
movimientos y acciones de ciudadanía, cooperación,
solidaridad; los 
varios forums libres y alternativos a la economía, al
pensamiento y a 
la política neoliberales, pasando de la simple
contestación a la 
propuesta, de la impotencia a la 
convocación eficaz.

En esta hora kairós de mundialización y de madurez de
conciencia, que 
es, simultáneamente, una hora nefasta de nuevas
prepotencias, de 
macrodictaduras, de fundamentalismos y de
radicalizaciones, se nos 
impone, como un don y como una conquista, el diálogo,
interpersonal, 
intercultural, ecuménico y macroecuménico.  Un diálogo
de 
pensamientos, de palabras y de corazones.  No la mera
tolerancia, que 
se parece demasiado a la guerra fría, sino la
convivencia cálida, la 
acogida, la complementariedad.

La caída de las torres debería ser también la caída de
unas escamas 
que empañan los ojos del Occidente cristiano frente al
mundo árabe y 
musulmán.  Desde ese 11 de septiembre, traído y
llevado como si fuese 
el mayor terrorismo de la historia, el Occidente,
cristiano o no, 
está 
necesariamente obligado a reconocer que el mundo árabe
y el Islam 
existen, y que el Islam congrega más de un billón de
fieles de 
diferentes pueblos y culturas.  Durante muchos siglos
la Sociedad 
occidental y la Iglesia -demasiado occidental siempre-
han sido 
prejuicio, hostilidad y guerra con el Oriente
musulmán.

Nuestra Agenda Latinoamericana-Mundial de 2002
propone, precisamente, 
como gran tema de la hora, “las culturas en diálogo”,
y la 
Agenda’2003 
propondrá, concretando ese tema, el diálogo
interreligioso: “las 
religiones en paz dentro de sí y entre sí, para la paz
del mundo”; y 
la Agenda’2004, si Dios nos concede aún tiempo de
andadura, estará 
dedicada, con espíritu de conversión, a “nuestros
respectivos 
fundamentalismos”.

La campaña contra el Banco Mundial, realizada en
Barcelona durante el 
pasado mes de junio, se estructuraba en torno a siete
ejes de debate 
y 
acción, que abarcan ampliamente los mayores desafíos y
prospectivas 
de 
esta hora:

* democracia, participación y represión
* derechos sociales y laborales
* migraciones
* derechos ecológicos, derechos ambientales, modelo
agroalimentario
* globalización y militarismo
* mujer y globalización
* globalización y desarrollo.  

El artículo completo lo puede encontrar en: 
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