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ARGENTINA: una testimonianza...
- Subject: ARGENTINA: una testimonianza...
- From: "Martinerrico" <martinerrico at libero.it>
- Date: Thu, 20 Dec 2001 10:31:52 +0100
FONTE: http://www.argentina.indymedia.org/front.php3?article_id=5017&group=webcast Emoción by ernesto 12:25am Thu Dec 20 '01 así viví los primeros momentos de esta noche ví el discurso del sr. presidente en casa de una amiga. cuando terminó, lanata y verbitsky se miraron uno al otro e hicieron varios comentarios muy acertados. sobre todo el más obvio: el autismo de ese tipo. comentaron también que espontáneamente, vecinos de capital estaban haciendo sonar cacerolazos en protesta romina, que así se llama mi amiga, dijo que saliéramos a hacer sonar las cacerolas. aldo y yo no le hicimos mucho caso, quería ver más noticias. romina insistió. no contesté. pasaron cinco minutos y escuché algo. salí al patio y ahí estaba: la gente en rosario también estaba golpeando sus cacerolas. entré y le dije a romina que sí, que saliéramos. ella estaba feliz, necesitaba hacerlo mucho más fuertemente que yo. estaba sufriendo tanto lo que veía, lo que pasaba, mientras yo jugaba con mi rol de analista que me ayuda a permanecer algo a salvo en la puerta empezamos a golpear pasaron cinco minutos. paramos un instante. el ruido no cedía. enfrente se asomaron una vecina y su hijo y empezaron ellos también. en los balcones alguna gente se asomaba, de a poco. pasaron diez minutos. el ruido no cedía. pasaron quince, y veinte. no podía creerlo. improvisábamos ritmos, empezamos a cantar puteadas al gobierno. el pibe de enfrente empezó a tirar petardos. sobre un edificio, de golpe, estalló un fuego artificial, con sus llamas verdes. a los cuarenta minutos me despedí de romina y caminé por el centro rumbo a mi casa. hervía de necesidad de escribir lo que estaba pasando. tenía que contarlo. iba a conectarme y escribir la nota para indymedia. en la calle, señoras con sus hijas, parejas jóvenes, chicas, golpeaban cacerolas o charlaban entre ellas. el ruido no cedía. en la esquina de un bar, uno de los pocos que había abierto esa noche en el centro de la ciudad, toda la clientela había salido a la vereda y golpeaba, y hacía ruido, y se mezclaba con los vecinos y los clientes del kiosko. en el frente de casa mis compañeros de casa charlaban con nuestros vecinos. compartían una charla, casi por primera vez desde que nos mudamos. pasaban autos tocando la bocina, a veces todos sus ocupantes iban haciendo ruido con cacerolas y otros objetos. casi una hora y el ruido empezaba a ceder. escribí la nota como un desesperado mientras prendía la radio y leía noticias en internet, todo a la vez. publiqué la primera nota mientras la radio emitía las primeras novedades acerca de represión inesperada en los barrios populares de la ciudad: llegaban cuatro, cinco móviles y de improviso gaseaban y disparaban sobre los vecinos, esos vecinos que golpeaban cacerolas igual que los del centro de la ciudad, pero recibían un trato tan distinto. pasó una hora y un amigo por el chat me dijo que había renunciado cavallo. me levanté para contarlo y sonó un petardo en la calle. afuera, afuera el sonido metálico había cambiado de dirección: ahora venía claramente de un lugar en particular. tenía que ir allá. vivo a media cuadra de la ex-jefatura. policías se movían como hormiguitas negras en el rabillo de mi ojo, pero traté de no pensar en nada y buscar el sonido. llegué a la plaza san martín y los ví. la gente, la gente estaba ahí hacía tiempo que no me sentía así eran nadies, no eran nadie en particular. nadie nos dijo que nos juntáramos, pero ahí estaban, ahí estábamos. yo no sabía, pero en cada avenida y en cada barrio estaba pasando lo mismo. la gente era un sueño moviéndose, una multitud de gente acercándose a ese foco de atracción que éramos nosotros mismos juntándonos en la plaza. la gente venía, de a poco, de todas partes. y sobre la estatua de san martín había gente subida, y ondeaban banderas, azules y blancas, y la gente que los rodeaba también, pequeñas y grandes, y algunos tenían cacerolas, y algunos la remera de la selección, y otros sólo batían las palmas y todo ese grupo estaba allí esperándonos a todos nosotros, los que nos acercábamos e íbamos a esperar a más, para ser más, y la gente tenía esa mirada así, brillante o calma o preocupada, pero con algo raro, será esperanza y cuando me acerqué la gente dejó de cantar y empezó a entonar el himno a la una y media de la madrugada y no pude cantar, porque me puse a llorar, y me dió verguenza y me quedé algo lejos, para que no me vieran llorar y no pude cantar sino las últimas estrofas porque tenía un nudo tan grande que no salía nada de voz habíamos tumbado un ministro decíamos basta nadie nos había llamado éramos nosotros nosotros no se lo que pasará ahora, pero no voy a olvidar esta noche en mi vida
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