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Ecuador: Esclavos del banano



Íñigo Herráiz
Agencia de Información Solidaria

A Mauro Romero, la última protesta sindical le costó una pierna. Trabajador
ecuatoriano de 26 años, formaba parte de un grupo de empleados bananeros de
la hacienda Los Álamos, que en mayo de este año promovieron una huelga en
respuesta al despido de un centenar de compañeros que organizaron un
sindicato. Romero resultó herido junto a otros doce compañeros cuando, nueve
días después de iniciado el paro, 200 hombres armados irrumpieron en las
plantaciones para disolver la huelga a balazos.

Sucesos como éste le han valido a Ecuador figurar entre los cinco países del
mundo donde se cometen las más graves violaciones de los derechos
sindicales, según el último informe del Comité de Libertad Sindical de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT). Una distinción a la que han
contribuido unos ínfimos niveles de sindicalización y unas leyes laborales
que no cumplen con las mínimas exigencias de la legislación internacional.
Sobre esta base, productores y exportadores, han hecho de Ecuador el primer
exportador mundial de bananos.

Frente a otros países competidores como Colombia, Panamá y Guatemala, el
mayor atractivo de Ecuador reside en su falta de sindicatos: un exiguo 1% de
los trabajadores ecuatorianos es miembro de alguna organización sindical. En
Colombia y Panamá el índice de sindicalización es cercano al 90%, y en
Guatemala se sitúa en torno al 40%. Sólo Costa Rica, otro importante
competidor, se acerca a los niveles ecuatorianos con un 6% de afiliación
sindical.

Los trabajadores ecuatorianos no se organizan por miedo a represalias, y su
falta de organización se convierte en garantía de vigencia para unas leyes
laborales impropias de un régimen democrático. Los trabajadores tienen
derecho a organizarse y, aunque no figure expresamente como tal en el Código
de Trabajo, el mismo derecho tiene el empresario a despedirlos. La
legislación ecuatoriana no exige la readmisión de un trabajador despedido
por sus actividades sindicales, sólo el pago de una pequeña multa no
superior a 400 dólares. El despido se convierte así en la respuesta más
cómoda y habitual a la organización sindical.

Las irregularidades y ambigüedades de la legislación laboral han permitido
la aparición en Ecuador de un trabajador de nuevo cuño: el "permanentemente
eventual", que encadena contratos temporales durante años. Este campeón de
la precariedad, ni tan siquiera goza de las escasas garantías por despido
antisindical de las que dispone un trabajador permanente. El
"permanentemente eventual" sindicalizado no sería despedido, sería,
técnicamente, no recontratado.

El panorama laboral es tan desolador en Ecuador que la campaña sindical que
precedió a la huelga en Los Álamos representa un hito en la historia
reciente del sindicalismo ecuatoriano. Después de cinco años de inactividad
sindical, en abril de este año, 1.400 trabajadores organizaron un sindicato
en siete plantaciones. No exigían sino el cumplimiento de sus derechos
legítimos recogidos en la legislación. La respuesta de la compañía no se
hizo esperar: despido inmediato para ciento veinticuatro trabajadores y no
recontratar a eventuales. Después vendría la huelga en respuesta a los
despidos, y la intervención de los "paramilitares" para disolverla.

En circunstancias normales es probable que este suceso no hubiera
trascendido, pero el escándalo salpicó a uno de los candidatos a las
elecciones presidenciales de Ecuador. Los Álamos pertenece a la compañía
Bonita Banana, propiedad de Álvaro Noboa, que entonces aspiraba a vencer en
los comicios, por delante del ahora presidente electo Lucio Gutiérrez. Noboa
trató de presentar lo sucedido como parte de una campaña para desprestigiar
su candidatura presidencial. Al más puro estilo "bananero", organizó una
fiesta en su hacienda e invitó a la prensa para que comprobara como en sus
propiedades se trabajaba en paz. Incluso contrató un espacio de televisión
para difundir imágenes de la fiesta con testimonios de campesinos
complacientes. El pasado mes de Octubre concluyó la investigación sobre el
asalto a Los Álamos, con dieciséis de los invasores condenados, pero sin
aclarar quién les instigó y financió. Noboa salió impune.

Ese mismo mes recibió, sin embargo, el castigo de la ciudadanía en las
urnas. El nuevo presidente Lucio Gutiérrez, que ha adquirido grandes
compromisos con su pueblo, se enfrenta ahora al reto de llevar a cabo una
reforma a fondo de la legislación laboral que garantice a los trabajadores
el ejercicio de sus derechos. Tarea que se antoja complicada frente a la
presión de las grandes compañía exportadoras (Bonita, Dole, Chiquita, Del
Monte, La Favorita) que se reparten el mercado mundial y que encuentran en
la endeble legislación ecuatoriana una importante ventaja.


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Nello

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